Improvisación de tambores en una facultad vacía
Cada musicoterapeuta tiene su método. Estos días los alumnos del máster han recibido la visita del profesor belga Jos de Backer, que ha combinado la parte más teórica con sesiones prácticas. Los pasillos vacíos de la Facultad de Ciencias de la Educación retumbaron el pasado sábado por la tarde en una de las clases. Los alumnos improvisaron una pieza musical con instrumentos de percusión que resonaron en un campus totalmente vacío. "El sonido tiene un poder", explica. "No es lo mismo decir suavemente cierra la puerta que exigirlo en un grito. El tono, el acento o el ritmo modifican nuestros mensajes. Pasa lo mismo con la música". En el aula se rompen tabúes, se juega con los ruidos y se aprende a conocerse uno mismo. Los alumnos, procedentes de toda Andalucía, cuentan con estudios relacionados con ciencias de la salud y de la educación y deben tener nociones básicas de música
Jos de Backer defiende que la musicoterapia ha logrado importantes avances en campos donde otros métodos han quedado estancados, como en el tratamiento del autismo o en el psicoanálisis. "La música puede estimular la mente de un psicótico, fragmentarla hasta hallar donde está el problema. No hay milagros sino un progresivo proceso de simbolización, como el que repite constantemente una nota musical". De Backer calcula que en Europa existen 7.000 musicoterapeutas reconocidos. Él trabaja en un centro psiquiátrico de Bélgica, que cuenta con cinco profesionales empleados en una unidad específica para esta técnica. Un reto "muy lejano" todavía en España, según reconoce la directora del máster, Patricia Sabbatella, presidenta también de la Asociación gaditana de Musicoterapia (Agamut).
Las posibilidades son muchas. Se usan canciones para recuperar recuerdos en enfermos de Alzheimer, melodías para animar anoréxicos, notas para el aprendizaje de personas con parálisis cerebral y ritmos para marcar avances en rehabilitaciones físicas.
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