Búsqueda de lo imposible
Se ha vuelto a confirmar la formidable calidad que atesora el pintor Ignacio Sáez (Bilbao, 1971). Lo prueba en dos cuadros. Uno expuesto en el cuartito del fondo de la galería y otro, sobre todo, el tríptico de grandes dimensiones, presentado en el espacio expositivo principal. Nos referimos a su exposición en la bilbaína galería Windsor.
En ese tríptico se patentiza el mundo complejo del que está hecho Ignacio Sáez y su psique. Cuerpos vistos a través de espejos deformantes. Cuerpos que parecen como sacados del claustro materno por vía anormal. Cuerpos mutilados. Se diría que el pintor se devora a sí mismo o tratara de devorar a alguien.
Estamos ante desnudos entrelazados, pero sin especificar que sean cuerpos de alguien determinado, son extraños cuerpos sin dueño. Tan sólo atisbamos la presunción de estar frente a autorretratos constantes, de quien podría verse como un hombre y una mujer al mismo tiempo. Y si no es esto, al menos la otra realidad nos llevaría a creer que en el cuadro saltan unas formas retorcidas, dolientes, como angostas llamas saturnales que buscaran el imposible pacto de ángeles y demonios. Dando por sentado la supremacía del valor de los primeros planos, llegan por detrás a combatir contra esos primeros planos las zonas intersticiales. Y en algunos momentos son los intersticios -todo lo que portan dentro-, los creadores de las mayores sugerencias, de manera que convierten los primeros planos en actores secundarios del cuadro. Sobre esos cambios de protagonismo es el cuadro quien gana al cobrar al fin una riqueza inmensa de matices.
Hago abstracción del gran telón pintado con un ventilador oculto, como de las botas, el trípode de su máquina de fotos, entre otros artilugios -conformantes de un estrafalario bodegón-, y hasta de las fotos mismas que presenta. Es ese tríptico lo que imanta, emociona, conmueve. Lo pueden ver sin apenas luz, porque así lo ha querido enseñar el artista. Mas no se vayan sin verlo con todas las luces dadas. Con las luces a pleno la obra pierde su parte de ambigüedad, pero gana en poder. De todos modos, las dos visiones dejan claro que este artista de tarde en tarde logra pintar alguna obra bajo el marchamo de lo excepcional...
Sobre esos pocos y contados logros se ha removido la psique de este artista, al tratar de alcanzar el pensamiento fecundo de lo que no es, que podía sustanciarse en algo así como ir tras la búsqueda de lo imposible. Lo ha expresado Rilke mejor que nadie hasta ahora: "Las obras de arte de verdadera ley nacen siempre de quien ha afrontado el peligro, de quien ha ido al extremo de una experiencia, hasta el punto que ningún humano puede rebasar". En ese tríptico está reflejado el intento de tal singular experiencia.
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