Los constantes cambios de investigación
La investigación como signo de progreso, avance, vanguardia, es uno de los argumentos más empleados desde el ámbito político. Se hace referencia al presupuesto dedicado a investigación en las diferentes administraciones para poner de manifiesto la preocupación por estar en la cresta de la ola en el ámbito de la innovación y el desarrollo. Sin embargo, la investigación parece ser una patata caliente que cuesta de situar, en el sentido de qué organismo debe ser el responsable de su gestión. Amén de años anteriores, en 2004 en la Comunidad Valenciana la gestión de la investigación ha pasado por tres organismos. Primero por la Agencia Valenciana de Ciencia y Tecnología, organismo independiente que desapareció repartiendo sus competencias entre la Consejería de Educación y la de Industria en enero de 2004 para, en septiembre, volver a reunificar la investigación para ser gestionada por la recientemente creada Consejería de Empresa, Universidad y Ciencia. Por mera deducción lógica cabe preguntarse dónde se trasladará la gestión de la investigación el próximo mes de mayo.
Otro elemento es la política de la política, o la política que se emplea con la investigación. Bajo el rótulo de promoción de la investigación se encuentran múltiples aspectos. Creación de plazas de becarios (FPI y postdoctorales) con suficiente estabilidad y proyección para que la inversión tenga posibilidad de que dichas plazas lleguen a rentabilizarse mediante su consolidación, bien a través del acceso a puestos universitarios (actividad docente e investigadora) o, como mínimo, mediante el acceso a plazas de investigación (institutos de investigación, CSIC, empresas). Fomento de la movilidad del profesorado, ayudas a grupos de investigación con contrataciones de técnicos especializados, etc. Pero si hay un elemento especialmente valorado en la comunidad universitaria es el referido a las ayudas para la realización de proyectos de investigación y las ayudas a grupos. Aquí un pequeño grupo de investigadores plantea unos objetivos específicos sobre un tema concreto. Sin embargo, el problema que se le plantea a los investigadores es múltiple. Los cambios existentes en los criterios a tener en cuenta para la concesión de las ayudas. Por ejemplo, las ayudas a proyectos de investigación en el reinado de la Agencia Valenciana contemplaban un concepto referente al Plan Valenciano de Investigación y Desarrollo. Este aspecto desapareció cuando se trasladaron las competencias a la Consejería de Educación y actualmente vuelve a considerarse bajo el rótulo de interés científico, social o económico del proyecto para la Comunidad Valenciana. En las ayudas a los grupos de investigación, en la convocatoria anterior se contemplaba una propuesta de investigación realizada por el grupo, aspecto que en la actualidad ha desaparecido. Los conceptos no se mantienen constantes. Según quién gestione las ayudas introduce o elimina conceptos para la adjudicación de las ayudas.
Directamente relacionado con lo anterior encontramos las valoraciones de los conceptos a emplear para la concesión de las ayudas. En las ayudas a proyectos el concepto "calidad del proyecto" disminuye su valor de 50 puntos sobre 100 a 40, y algo parecido sucede en la adecuación del presupuesto que pasa de 20 a 10 sobre la convocatoria anterior. Ello sucede en favor de la aparición del nuevo concepto citado anteriormente referido al interés científico, social o económico para la Comunidad Valenciana que en la presente convocatoria obtiene un valor de 20 puntos sobre 100. En el caso de los grupos el aspecto es indeterminado, pues curiosamente no se aportan los valores adjudicados a los dos conceptos a tener en cuenta para la concesión de la ayuda. Es una duda cuánto pueda pesar el currículum del grupo y la coherencia del mismo. Resulta extraño este aspecto cuando las valoraciones de los conceptos sí aparecen en los otros tipos de ayudas.
El tercer aspecto se refiere a los tipos de ayudas ofertados. En 2003 la Agencia Valenciana no ofertó ayudas a proyectos de investigación, apareciendo únicamente las referidas a grupos e infraestructuras. Durante los nueve meses en que la Consejería de Educación gestionó la investigación, especialmente dirigida a las universidades, se convocaron ayudas a proyectos, grupos e infraestructuras. Se repitieron las ayudas y se incluyeron las referidas a proyectos, los cuales se establecieron en dos modalidades: una dirigida a investigadores noveles, sin experiencia, con la clara finalidad de potenciar la presencia de los mismos y poder configurar (con los años) grupos sólidos de investigación (modalidad A); y una segunda forma de ayuda en la que se daba cabida al resto de investigadores o pequeños grupos de investigación (modalidad B). Estas ayudas no deben confundirse con las denominadas ayudas a grupos, en las que se exigen criterios de calidad, como un número determinado de sexenios, número de doctores, exclusividad de pertenencia, etc.
Según los datos publicados en el Diario Oficial se concedieron algo menos de 100 ayudas a proyectos noveles (tipo A) y cerca de 300 para el tipo B. La sorpresa es que en la convocatoria actual sólo aparecen ayudas de tipo A, las dirigidas a investigadores sin experiencia. Se han suprimido precisamente las que presentan más demanda por parte de la comunidad científica. Se cuenta entre pasillos que se concedieron alrededor del 50% de las ayudas solicitadas, con lo que hay que considerar que cerca de 400 fueron rechazadas, las cuales se supone que estarían esperando la nueva convocatoria. La pregunta es el motivo de la decisión de suprimir las ayudas a proyectos para el resto de investigadores. Si un investigador novel obtiene un proyecto de investigación, realiza dos o tres publicaciones del proyecto y dirige dos tesis, ¿qué hace cuando se le acaba su ayuda? No tiene entidad suficiente para solicitar una ayuda a grupo de investigación, pues su propia condición de investigador novel supone que no tiene experiencia, ni sexenios. Ello le obliga a involucrarse con grupos consolidados, sin permitirle su propio desarrollo y formar su propio grupo de investigación. Se produce un enorme salto, ya que se promociona a un conjunto de investigadores para, a continuación, impedir su continuidad por la financiación, lo que no parece tener mucho sentido.
Se rumoreaba que la Consejería de Educación pretendía una tercera modalidad de ayudas a proyectos. Un tipo C en el que se integraran los grupos más consolidados, no por ser grupos, sino por plantear un proyecto. El resultado es un vacío en el que los investigadores sólo pueden recurrir a las ayudas del ministerio, lo cual es... (póngase el adjetivo correspondiente), ya que se apela en las ayudas a un concepto denominado "interés, científico, social o económico para la Comunidad Valenciana".
Probablemente estos aspectos, que suponen "sólo algunos" de los elementos verificables, obedecen a la falta de consistencia en la política de investigación que se sigue en la Comunidad Valenciana. Da mala imagen que la investigación salte de una entidad a otra como si fuese un ente "tan importante que nadie es capaz de gestionar de una forma medianamente coherente". Los investigadores quieren continuidad, estabilidad y concreción. Pretenden saber a qué atenerse para establecer si pueden o no optar a ayudas y, en su caso, poner los medios pertinentes para cumplir con los requisitos establecidos. Si hacemos un análisis de los tipos de ayudas que han ido apareciendo en los últimos años, los requisitos y la valoración de los mismos, debería crearse una modalidad de ayuda a la perseverancia del investigador a la hora de adaptarse y de cumplimentar las múltiples modalidades y formas en que se establecen las ayudas oficiales.
En cualquier caso, aunque la investigación no resulte inmaculada ni tal vez justa, hay que decir en favor de la gestión, la simplificación realizada a la hora de presentar documentaciones a la vez de los elementos importantes a tener en cuenta en la solicitud de las ayudas. Parece que destaca el continente sobre el contenido.
José Soriano es profesor de la Universitat de València.
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