Una vuelta de tuerca más
Nuestro sistema sanitario está siempre al filo de lo imposible. Sustentar su estructura tiene un coste, que generalmente procede del bolsillo vocacional del personal médico.
La epidemia de gripe ha generado una situación de "sobrecolapso" ya que los centros hospitalarios, en especial las áreas de urgencias, se han acostumbrado a trabajar con un constante colapso. La dirección de los hospitales y las autoridades sanitarias afirman que han reforzado los servicios. ¿Con quién? No veo muchas caras nuevas en el área de urgencias. Los médicos se ven obligados a realizar jornadas inacabables para poder dar servicio a la altísima demanda. Pero esta situación tiende a prolongarse.
Los médicos residentes somos una herramienta perfecta: no importa cuánto más se les haga trabajar, pues su contrato les obliga a no rechistar y además sin coste adicional. Pero los residentes somos finitos, nos agotamos, nos desquiciamos... Jornadas de más de 30 horas son habituales, pese a que se supone que la libranza de asistencia al día siguiente de la guardia es un derecho, y son peligrosas para residentes y pacientes. El grado de responsabilidad que asume el residente es mayor del que se le debe exigir.
Faltan facultativos, pero además organización, previsión e infraestructura adecuada a la demanda asistencial de la población.
El riesgo es sobre todo para el paciente, que es visto por el sistema como una carga, ni siquiera como cliente y mucho menos como persona. Es visitado con prisas, sin recibir la atención que merece cualquier persona que presenta una dolencia. Además, esta atención la da personal con corta trayectoria profesional como los residentes, con escasa supervisión y que en situación de saturación evidentemente son falibles, como humanos que somos.
El código deontológico dice en su norma 85 que antes de elevar las quejas que no son resueltas a "otros medios", hemos de hacerlas llegar a nuestros superiores y hasta a las autoridades sanitarias. ¿Quién ha de solucionar un problema de sanidad pública, los residentes a los que se pide un sobreesfuerzo más o los políticos y gestores sanitarios.
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