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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un escritor de regreso

Iban los del 98 apretados en el coche de don José Ortega y Gasset, un Metallurgique, primero, matrícula B-4400, o en un Georges Irat, M-20087, después, tragando millas, ancha es Castilla, y a lo mejor les rebasaba, previo frenazo de cortesía que no de amistad del filósofo, don Manuel Azaña, en su coche oficial, y detrás el de escolta. Ahí va Azaña, acaso dijera Baroja, ahí van los del 98 cerrando con mil llaves el sepulcro del Cid, pudo musitar el señor Azaña. Y, mientras, en su chiscón, un escritor de los que el cubano Gastón Baquero llamaba "de regreso" (de los que primero viven y luego, supervivientes escriben sobre lo vivido, o lo andado) escribía; fundamentalmente de sus impresiones americanas. "Los hombres se improvisan en América", lo dejó anotado don Ciro Bayo y Segurota, un escritor bohemio madrileño, que se hizo a pie o a caballo las Américas, y que de vuelta a casa, cuando los del 98 gamberreaban en el automóvil de Ortega por Castilla, escribiría, a comienzos del siglo XX, algunos de esos títulos que han permanecido en la letra pequeña de los manuales de la literatura, y cuyo nombre, el suyo, Ciro Bayo, apenas se ha salvado de las tinieblas por ser compadre de Baroja.

EL PEREGRINO EN INDIAS

Ciro Bayo

Renacimiento. Sevilla, 2004

418 páginas. 22 euros

De Bayo este lector cono-

cía un libro lleno de encanto y de viveza narrativa sobre una de las carlistadas de aquellas, Con Dorregaray. Una correría por el Maestrazgo (Ediciones del Centro, 1974), que no se había vuelto a publicar desde su edición de 1912, cosa que también le ocurre a este deslumbrante y, en ocasiones, fatigoso El peregrino en Indias, de 1912 asimismo; hasta que ese desenterrador de curiosidades varias, José Esteban, nos lo presenta ahora vivo y coleando. Ciro Bayo es el gran escritor español de las Américas. Leído hoy, El peregrino en Indias nos sorprende, en primer lugar, por la curiosidad, la erudición y, sobre todo, el amor puesto en esas tierras, repúblicas hermanas. Bayo estaba, en 1892, un año de esos que le supuran a la historia de España, en Buenos Aires y decidió subir a caballo hasta Chicago, donde había una Exposición Universal. Nunca llegó, pero "vivió" mucho recorriendo, a pie o a lomo, algunos de esos países, Bolivia, sobre todo. A veces fatiga a base de hacer tan "enciclopédica" su escritura, a veces sale el escritor que lo fue, a la sombra de Baroja. Es un libro con poca narración, poca mirada en torno al paisanaje y bastante en torno al paisaje, en cuyas descripciones es meticuloso, torrencial y, a veces, cansino. Es un estupendo libro de viajes que hay que leer con gusto, pero sin miedo también de saltarse alguna página. Lo hacemos así en los grandes museos.

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