La muerte de la filosofía
Soy estudiante de filosofía en la Universitat de Barcelona. Ahora estamos de exámenes y he podido constatar lo que, desde que empecé la carrera, llevo padeciendo con una mezcla de rabia y resignación. Puedo decir, sin dejar de sonrojarme, que lo que he aprendido durante mis cuatro años de estudio ha sido a deducir la ideología, la orientación religiosa o el autor fetiche de cada profesor. Es lo absolutamente indispensable para aprobar las asignaturas. Ya no importa la investigación, la creatividad o la interpretación de textos y escuelas filosóficas. Todo se reduce a reproducir de forma escandalosa lo dicho y pensado por el mismo que te examina.
La prostitución intelectual del alumno ya es insoportable. Y lo mejor será cuando algún profesor lea estas modestas líneas. La mayoría creerán que se trata de un alumno despechado por algún suspenso. No es el caso, no se trata de eso. En la mejor de las situaciones, habrá algún profesor que crea que tengo razón, que el resto de profesorado ha perdido todo abismo de objetividad. Nadie ve el pecado en sus propias carnes.
Pero lo absolutamente cierto es que no podemos reclamar a la sociedad que se interese por una filosofía a la que cada vez ahorcamos más a través de una soga manipulada por el culto a la autoridad y la prepotencia de creerse siempre con la razón. El librepensamiento sufre cada día más en la actual Academia. La muerte de la filosofía está a un paso.
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