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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los espías de Rumsfeld

El Senado de Estados Unidos va a indagar en el espionaje militar paralelo montado por el ministro de Defensa Donald Rumsfeld y básicamente ignorado hasta hace unos días. Parece que la nueva rama de la inteligencia pretende, en la práctica al margen de la CIA, aunque teóricamente coordinada con la desacreditada Agencia, proporcionar la mejor información posible a los jefes militares ante operaciones de combate y antiterroristas.

Al margen del inexplicado itinerario administrativo del nuevo poder, parece claro que el jefe del Pentágono considera insuficiente y poco fiable el trabajo de la CIA. Y, sobre todo, las cortapisas legales que condicionan a la Agencia Central de Inteligencia, de las que carece el llamado Departamento de Apoyo Estratégico por su carácter prácticamente clandestino. Estas unidades de espionaje militar habrían intervenido en Afganistán, Irak y otros países, y su existencia, financiación y circunstancias operativas han suscitado cierta confusión en el Congreso estadounidense, hasta el punto de que el senador John McCain, el más independiente de entre los republicanos, se propone llevar el caso ante el Comité de las Fuerzas Armadas.

El Pentágono niega la existencia de una unidad secreta responsable directa y exclusivamente ante Rumsfeld. Y señala que, en cualquier caso, sus propios servicios de información no pretenden sustituir a la CIA, que tradicionalmente ha tenido la última palabra en operaciones en el extranjero. La cuestión clave, sin embargo, es si el acaparador ministro de Defensa está reinterpretando la legislación estadounidense en búsqueda de una suprema e irrestricta autoridad sobre un oscuro brazo del espionaje de gran alcance operativo. Quizá lo más significativo de este organismo, que sale a la luz tras dos años de actividad, sea su capacidad para actuar no sólo en países enemigos, sino en otros bajo el nombre eufemístico de blancos emergentes e incluso en naciones amigas, lo que podría colocar a Washington en una delicada situación.

El currículo de Donald Rumsfeld, prácticamente el único miembro del círculo íntimo de Bush reconfirmado en el cargo tras la reelección presidencial, no aconseja precisamente más poder para el titular de Defensa. Si algo caracteriza a la democracia estadounidense es la manera estricta en que los responsables políticos deben responder de sus actos ante los ciudadanos. Después del 11-S, Washington ha sucumbido con facilidad a la tentación de tirar por la calle del medio en cuestiones decisivas como los derechos humanos, las libertades ciudadanas o la misma entrada en guerra. En este contexto, y ante un segundo mandato de Bush proclamado como el de la defensa de la libertad universal, los poderes de Rumsfeld deben ser transparentes y rigurosamente vigilados.

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