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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El reto de la pobreza

Los líderes del mundo se comprometieron solemnemente en el año 2000 a recortar a la mitad el número de pobres para 2015, con los llamados Objetivos del Milenio. Cuatro años después, no han hecho nada al respecto. El informe impulsado por la ONU y dirigido por el economista Jeffrey Sachs aboga por que los países ricos doblen la ayuda a los atrasados para llegar a unos 100.000 millones de euros en 2006, y doblar de nuevo en los siguientes 10 años. Ha sido un toque de alerta ante un mundo globalizado que no puede aguantar las crecientes desigualdades que hacen que 1.000 millones de personas cuenten con menos de un euro al día para sobrevivir. Como el informe de los sabios sobre la reforma de la ONU, éste debería ser discutido por los líderes mundiales en septiembre. Pero falta liderazgo para que cuaje este debate y necesita del empuje y compromiso esencial de unos Estados Unidos fríos ante estos retos.

El informe, el más amplio y omnicomprensivo de los últimos lustros sobre el desarrollo, pide una ayuda masiva, pero que en su máxima dimensión no llegaría al antiguo compromiso de un 0,7% del PIB de los ricos. Más allá de las medidas de urgencia, como la desinfección de los focos de malaria donde habitan niños, los donantes deben identificar mejor las inversiones eficaces, esenciales en infraestructuras. Pero los países receptores deben colaborar mucho más en el cálculo de los costes y necesidades, y en conseguir un buen Gobierno. Sachs tiene razón al considerar que el desarrollo no depende sólo de lo que aporten los ricos, sino también de la disposición y esfuerzo de los países pobres, aunque incide poco en la necesidad de abrir los mercados, como propone Mandelson desde la Comisión Europea o Blair desde la presidencia del G 8.

La pobreza y el fracaso de los Estados son probablemente los factores más desestabilizadores en el mundo actual. Desde luego, por moralidad, pero aunque sólo fuera por egoísmo, los ricos deberían intentar lograr reducir la miseria mundial. Sobre todo, porque si se cumplen las recomendaciones del informe, los países pobres podrían sostener su propio desarrollo en una o dos décadas.

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