Raro, rarito
Un país raro: hay una asociación de víctimas del terrorismo que es de izquierdas y otra de derechas. La de derechas arremete al Gobierno (¡pobre Bono!, precisamente a él le van a agredir), que quiere adherirse a su marcha; la de izquierdas es insultada por la otra en el mismísimo Congreso, es devaluada por el partido de la oposición. Una asociación de víctimas está, creo yo, para reclamar la investigación a fondo de los crímenes y para reclamar la ayuda necesaria para sus vidas rotas. Aznar dijo una vez que tomarse la justicia por su mano es la peor receta: lo dijo en León sobre el racismo en El Ejido. El terrorismo se toma la justicia por su mano, y es una barbarie. Los islamistas de Madrid se cobraron vidas a ojo, por la espectacularidad del sitio y del número. Los vasquistas lo han hecho así. Las víctimas del terrorismo vasquista acudieron a protestar a PRISA, acusaron a este periódico y a la cadena SER. Son medios que se han distinguido por su odio al terrorismo: en sus editoriales y en las colaboraciones de vascos vehementes, periodistas o escritores de combate. Pero este grupo ha sido acusado de haber dicho la verdad en el caso del otro terrorismo: que no era de ETA. Hubiera convenido a las víctimas del vasquismo que sí lo fuera, le hubiera convenido al aznarismo. Sus gritos se mezclan.
Quieren tapar, unos y otros, que el desastre vasco se agudizó con Aznar, que se acrecentó el número de votantes nacionalistas desde que él, con su ministro trampa, Mayor, hicieron el desafío necio de las elecciones; y son los que ahora proponen la manera dura para cortar lo que ellos suponen que es una manera cautelosa y medida de buscar la paz. Han sido desafiantes y rudos: no sólo con los terroristas, sino con todos los que definen otra vez como cooperantes, condescendientes. Puede ser grave pensar como yo: toda solidaridad con las víctimas es justa y necesaria, pero sin convertirlas en un grupo de presión a favor de un partido que las ha utilizado, y que en sus últimos estertores políticos quiso cambiar la realidad por los votos. Sin dejar de pensar en las víctimas destrozadas, no hay que dejar de pensar en las víctimas futuras: en luchar para que no las haya. Una sola vida vale por todas las doctrinas de unos y otros, en todas sus entelequias de patria propia o ajena, de venganza o de mera estupidez asesina.
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