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Reportaje:

Goya despierta en la Real Fábrica

La factoría de tapices informatiza sus fondos y digitaliza sus 2.500 diseños para permitir el acceso desde la Red

La Real Fábrica de Tapices, una de las pocas instituciones madrileñas con 250 años de solera, acomete un enjundioso proceso de actualización de sus archivos. Bajo la supervisión de María Dolores Asensi, directora-gerente de la entidad, un equipo formado por Antonio Sama y Carmen Esteban, con varios especialistas más, despliega desde hace dos años un programa de informatización y digitalización de sus riquísimos fondos históricos y gráficos. El objetivo es ponerlos al servicio de clientes, estudiosos e internautas de todo el mundo.

Con financiación de la Fundación de la Real Fábrica, la Comunidad de Madrid, el Ministerio de Cultura, la Fundación Cajamadrid y el Ayuntamiento, han digitalizado dos siglos de correspondencia, reales órdenes, contratos, albaranes y facturas de pintores, tapiceros y proveedores. También han catalogado los bocetos y cartones para los miles de tapices y alfombras que la Real Fábrica confeccionó desde que fuera fundada en 1721.

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La factoría artesana se halla en la calle de Fuenterrabía, 2. Ocupa una espaciosa manzana edificada en 1888 y situada en las inmediaciones de la Basílica de Nuestra Señora de Atocha, entre las calles de Julián Gayarre y Van der Goten, apellido éste de los propietarios fundadores de la fábrica. Se encuentra rodeada de muros y tapiales de mapostería, sobre los que destaca una chimenea de alto porte.

A la luz de 520 legajos, 2.000 expedientes y 200 libros de cuentas, más 2.500 diseños trazados por manos maestras para elaborar alfombras, tapices y reposteros y que el archivo contiene, puede retejerse buena parte de la historia de Madrid: en su seno permanecen testimonios únicos de la trama de relaciones personales, artísticas y económicas que ha trenzado la vida madrileña desde el siglo XVIII hasta hoy, en que la Real Fábrica sigue funcionando a pleno rendimiento, con 90 noventa empleados, 40 alumnos de su escuela-taller y ocho profesores.

Arquitectos como Juan de Villanueva o Sabatini; validos como Manuel Godoy; ministros como Esquilache, Ensenada o Floridablanca; militares como el general Palafox, dejaron su impronta en la casa: sus encargos domésticos o su correspondencia con los directores de la Real Fábrica -pertenecientes a la saga de los Van der Goten-Stuyck- se atesoran en el archivo que el equipo estudia, clasifica y vacía para informatizarlos a buen ritmo. Hay tajo aún para año y medio más, pero el avance es sustancial. "Todo el siglo XVIII y una parte muy importante del XIX ya han sido catalogados y el archivo gráfico casi al completo digitalizado" dice con satisfacción Antonio Sama, historiador del Arte, responsable de restauración y profesor de los talleres.

Sólo los pequeños bocetos rectangulares para alfombras tejidas durante el siglo XIX superan los dos mil y los correspondientes a tapices, son más de dos centenares.

Sobre casi todos ellos existen desarrollos documentales, con rúbricas de artistas de la talla de Antonio Rafael Mengs, Francisco Bayeu, Salvador Maella, entre los del siglo XVIII, donde deslumbran los cartones que representan dos columnas salomónicas, obra de Andrés Procaccini, que sirvieron para enmarcar las escenas de una serie de tapices sobre El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha. Felipe V, fundador e impulsor de la Real Fábrica en 1721, fue un avezado quijotista: en su adolescencia escribió una versión propia sobre el hidalgo, que iba a dar con sus huesos hasta América. Entre las sorpresas halladas en los archivos se encuentra una carta autógrafa cuya contemplación despierta una emoción muy especial en la directora de la Real Fábrica, María Dolores Asensi. El texto, escrito con enérgicos trazos diagonales, dice así:

"Señor don Cornelio Bandegoten, de orden del señor don Francisco Sabatini se servirá usted entregarme el cuadro pintado por mi mano que representa el ciego tocando la guitarra y barias gentes oyéndole, para el fin que usted sabe. Quedo de usted su serbidor. Francisco Goya Madrid 26 de septiembre 1778".

Tal es la misiva rubricada por el pintor de Fuendetodos y hallada en buen estado de conservación; al trasluz, el pliego sobre el que fue escrita muestra un contraste con una corona y las letras A y F, que podría pertenecer a la cartería de la Real Academia de San Fernando, de la cual Goya fue miembro. Iba dirigida al artesano tapicero Cornelio van der Goten, miembro de la familia oriunda de Amberes, cuyo antepasado, Jacobo, tuvo que atravesar una Europa en llamas para satisfacer el deseo de Felipe V de erigir en Madrid una fábrica de tapices.

El centro de España contó antes con talleres de tapicería en Cuenca y Alcaraz. Madrid poseía cierta tradición tapicera, como muestra el cuadro Las Hilanderas, pintado por Velázquez en 1657. Su escenario fue la factoría real de Santa Isabel, cerca de Atocha, y la regentaba, al parecer, el artesano Pedro Gutiérrez.

Durante tres siglos, la Real Fábrica de Tapices decoró los Reales Sitios de la Corte y generó regalos de Estado y ornamentos para mansiones acaudaladas. Paradójicamente y gracias a Manuel Azaña, la Real Fábrica sobrevivió a la crisis de los años treintas del siglo XX, según muestran los albaranes de los encargos estatales de la Presidencia de la República Española.

Reproducción de la carta de Francisco de Goya al tapicero Van der Goten.

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