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La insurgencia redobla su campaña de terror contra la mayoría chií de Irak

El primer ministro Alaui reconoce que su plan de seguridad para las elecciones es insuficiente

Ángeles Espinosa

Al menos 15 personas resultaron muertas ayer y otras 40 heridos en un atentado suicida contra una mezquita chií del suroeste de Bagdad. Por la tarde, al sur de la capital, se produjo otro ataque en el que cinco asistentes a una boda perdieron la vida y una veintena resultaron heridas. Justo el día anterior, una grabación atribuida a Abu Musab al Zarqaui, vinculado a Al Qaeda y supuesto cerebro del sector más violento de la insurgencia, arremetió contra los chiíes por su apoyo al Ejército de EE UU en la toma de Faluya el pasado noviembre. El primer ministro iraquí, Ayad Alaui, reconoció que su plan de seguridad para las elecciones es insuficiente ante la brutalidad de los ataques.

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Un conductor suicida lanzó su carga mortal de explosivos contra la mezquita de Al Taz, en el suroeste de Bagdad, justo en el momento en que los fieles abandonaban el templo. La asistencia era especialmente numerosa por la celebración de la Fiesta del Sacrificio. Entre los 15 cadáveres que recibió el depósito del hospital Yarmuk, había dos mujeres y dos niñas, según declaró a la agencia France Presse el responsable de ese departamento, Nagi Tchachan. Otras 39 personas seguían ingresadas al final del día. En un segundo atentado, al menos cinco personas murieron y casi 20 resultaron heridas al explotar una ambulancia cargada de explosivos, manejada también por un supuesto suicida, frente a un inmueble de la localidad de Yusufiya, donde una tribu chií del sur de Bagdad celebraba una boda.

El ensañamiento de los rebeldes con los chiíes, que constituyen alrededor del 60% de la población, parece confirmar su intención de provocar un conflicto interconfesional. A excepción de la revuelta liderada por el clérigo Múqtada al Sáder, el grueso de la insurgencia procede de la comunidad suní. Aunque apenas supone un quinto de la población, ha controlado el Gobierno desde la creación del país en 1932 y no ve ninguna ventaja en el sistema electoral que dará el poder a la mayoría chií (60%).

Sin cohesión ni programa, los rebeldes no ofrecen alternativa política alguna, pero han sabido capitalizar el malestar de sus correligionarios con los ocupantes y su desencanto por la falta de servicios. Allí donde no encuentran simpatías, sus métodos, cada vez más brutales, garantizan el silencio. De ahí la dificultad que EE UU y el Gobierno provisional encuentran para reclutar fuerzas de seguridad en las regiones suníes, al norte y oeste de Bagdad. Temen ser tachados de colaboracionistas.

Ayer mismo, uno de los grupos que se asocian con Al Zarqaui difundió un vídeo en el que sus militantes degüellan a dos iraquíes que trabajaban en una base de EE UU. Con anterioridad, apareció el cuerpo decapitado de un soldado iraquí en Ramadi, la capital de Al Anbar, con una nota advirtiendo a militares, guardias nacionales y policías que dejen sus uniformes si no quieren correr la misma suerte.

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Sin embargo, los secuestradores de los ocho ciudadanos chinos que amenazaban con matarles (también próximos a Al Zarqaui) difundieron ayer un nuevo vídeo en el que prometen tratarles "con compasión" si el Gobierno de Pekín prohíbe a sus nacionales viajar a Irak, algo que ya desaconsejaba antes de este incidente. Ansar al Suna volvió a reiterar en una página web que ha "sacrificado" a un británico y a un sueco, pero no han aparecido sus cuerpos.

Por otra parte, otros seis soldados iraquíes murieron en diversos incidentes en Dhiluiya, Samarra y Tus (cerca de Tikrit), y dos civiles fueron víctimas de un soldado iraquí en Samarra, según fuentes policiales citadas por las agencias de prensa. En Dhiluiya también perdió la vida un soldado estadounidense, lo que eleva a 1.362 el número de militares de esa nacionalidad muertos desde la invasión, según el Pentágono. Un suboficial italiano murió al recibir un tiro cuando patrullaba en helicóptero cerca de Nasiriya, al sur de Bagdad. Además, tres empresarios iraquíes fueron asesinados en Majlul.

En un incidente menos sangriento, pero no menos preocupante, una docena de insurgentes asaltaron la comisaría de Hit, una ciudad situada a unos 170 kilómetros al noroeste de Bagdad, en la provincia de Al Anbar, según informó Reuters. Como es habitual en este tipo de acciones, los policías abandonaron el recinto sin oponer resistencia. Los rebeldes lograron hacerse con sus rifles de asalto, pistolas y munición. Más suerte hubo al suroeste de Kerbala, donde el Ejército iraquí localizó en un descampado 65 cohetes Katiuska listos para ser disparados. Según fuentes policiales citadas por France Presse, los proyectiles iban a utilizarse el día de las elecciones.

El primer ministro iraquí admitió a la cadena estatal de televisión, Iraquiya, que su draconiano plan de seguridad para ese día no garantiza que vayan a impedirse los atentados. Alaui, que se hizo cargo del Gobierno el pasado junio cuando EE UU devolvió formalmente la soberanía a los iraquíes, no ha logrado contener la violencia a pesar de su política de palo y zanahoria. "Los iraquíes también tienen una parte en el plan informando de las actividades de los terroristas y participando en las elecciones", dijo.

Mujeres iraquíes lloran junto a los cuerpos de algunas víctimas del atentado contra la mezquita de Al Taz.
Mujeres iraquíes lloran junto a los cuerpos de algunas víctimas del atentado contra la mezquita de Al Taz.AP

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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