El Escorial de La Mancha
El monasterio, que fue cabeza de la orden de Santiago, se yergue colosal en las soledades del oeste de Cuenca
Año 1108. Alfonso VI, viejo y cansado de luchar, envía a su hijo Sancho a romper el cerco que los almorávides han puesto a la fortaleza de Uclés. El infante, que sólo tiene 11 abriles, cae malherido a las primeras de cambio. Su ayo, García Ordóñez, nada puede hacer por el niño, si no es protegerle de la morisma bajo su escudo para morir él primero.
El rey, en su palacio de Toledo, recibe a los condes y ricos hombres que han logrado huir: "¿Dónde es mi fijo, alegría de mi vida e solaz de mi vegedad? ¡Un mi heredero solo!".
Grande, como la pena del anciano rey, era la fortaleza de Uclés: un recinto amurallado de un kilómetro cuadrado, erizado de torres de más de 30 metros de altura. Grande como la orden de Santiago, que en 1174 se estableció en ella, convirtiéndola en cabeza de un señorío tan descomunal que (era fama) los caballeros podían viajar de Uclés a Portugal sin pisar fuera de él.
A un par de kilómetros de la villa está la fuente Redonda, donde nace el río Badiel
Pero, aun así, se quedó pequeña y hubo que añadirle, en la zona más alta y norteña del cerro sobre el que aún descuellan sus restos, un nuevo monasterio. Tras ser incorporada la orden a la corona (1493), y hasta bien entrado el siglo XVIII, el monasterio siguió creciendo en manos de los monarcas, señaladamente de Felipe II. Reinando éste se erigió la iglesia que proyecta su alargada sombra -65 metros mide la nave- sobre el pueblecito de Uclés, un rincón de 300 almas en las infinitudes agrarias del oeste de Cuenca. Es la sombra asombrosa de algo muy aparatoso en un lugar muy vacío, como un faro en un escollo o una pirámide en el desierto. Es El Escorial de La Mancha.
Monumental, lo que más, la portada principal del monasterio, auténtico retablo de piedra construido en 1735 por Pedro de Ribera. Dentro hay un patio con doble claustro, 36 arcos de medio punto, aljibe y grande brocal barroco. Y hay un silencio que podría cortarse con la espada gladiforme, emblema de los santiaguistas, que aparece labrada en la tapa del pozo. Un silencio, todo hay que decirlo, muy adecuado para los dos últimos usos que ha tenido el lugar: cárcel de presos políticos y seminario menor del obispado de Cuenca.
A mano derecha queda el refectorio, o comedor monacal, que está cubierto por un artesonado de madera de 1548 en cuyos casetones vense los bustos tallados de 33 caballeros, más una calavera coronada con esta advertencia: "No perdono a nadie". Y de frente, la iglesia trazada por Francisco de Mora, una mole herreriana presidida por el famoso lienzo de Ricci Santiago caballero.
Sus capillas laterales albergan un museo sobre la historia de Uclés, donde no falta la referencia al maestre don Rodrigo y su hijo Jorge Manrique, cuyas sepulturas se perdieron en una de tantas reformas, confirmando "de cuán poco valor son las cosas... en este mundo traidor". Merece la pena rodear a pie el cerro en que se asienta el monasterio, para ver de cerca las murallas de la fortaleza medieval y sus tres torres supervivientes -de la Plata, Albarrana y del Homenaje-, así como los restos de la calzada que unía el castrum de Uclés con la vecina ciudad romana de Segóbriga.
A tiro de piedra de la calzada, sobre el río Badiel, las ruinas de un molino hidráulico señalan el paraje de la Defensa, donde se perdió la batalla de marras. El paseo se completa yendo río arriba, en busca de la fuente de los Cinco Caños, para entrar por la puerta del Agua (siglo XIV) en una villa que, comparada con el monasterio, es pequeña, pero aún conserva la memoria de pasadas grandezas en sus casas señoriales. A un par de kilómetros de Uclés, por la carretera de Rozalén, se encuentra la fuente Redonda, una poza de unos 15 metros de diámetro, bordada de añosísimos chopos, donde nace el río Badiel. Un ara romana, hallada aquí en el siglo XIX, relaciona este paraje con el culto al dios Airón.
Pero el viajero, viendo lagrimear este ojo verde, no puede dejar de relacionarlo, y es fácil adivinar por qué, con la dulce mirada de un infante y el llanto de un viejo rey.
Alojarse en una casa palacio
- Cómo ir. Uclés (Cuenca) dista 99 kilómetros de Madrid, yendo por la A-3 y desviándose en el kilómetro 90, tras pasar Tarancón.
- Qué ver. Monasterio de Uclés (teléfono, 969 13 50 58): abierto todos los días, de 9.00 a 18.00; entrada, 3 euros. Además, murallas y torres de la fortaleza, calzada romana, fuente de los Cinco Caños, puerta del Agua, casas señoriales de la villa y paraje de la fuente Redonda.
- Alrededores. En Saelices (a 13 km): ruinas romanas de Segóbriga. En Tarancón (a 16 km): barrio del Castillejo. En Huete (a 27 km): ciudad monumental, rebosante de casas palacio e iglesias.
- Comer. Villa de Uclés (tel. 969 13 54 12): bacalao confitado con puré de cebolla, manitas de cerdo crujientes rellenas de ajoarriero y bizcocho fluido de chocolate; 30 euros. El Vasco (Villarrubio; teléfono, 969 13 53 70): judías con perdiz, sopas de ajo, chuletillas de lechal asadas al sarmiento y natillas de la abuela; 28 euros. Las Termas (Saelices; tel. 969 13 43 97): tostadas con anchoas, cocochas, magré de pato y platos típicos manchegos; 35 euros.
- Dormir. Casa Palacio (tel. 969 13 50 65): junto a la plaza Mayor, una joya del siglo XVI con comodidades del XXI; 99 euros. Casas de Luján (Saelices; tel. 680 99 09 51): alojamiento rural en una chopera a orillas del Cigüela, junto al yacimiento de Se-góbriga, con actividades de aire libre y restaurante de cocina mediterránea; 75 euros. Palacio Conde de Garcinarro (Huete; teléfono, 969 37 21 50): casa palacio en la que pernoctó Felipe III, con soberbio patio, selvático jardincillo y 14 habitaciones enormes; 65 euros.
- Compras. Vinos, en la Asociación Vinícola de Uclés (Angustias, 1).
- Actividades. Existe una ruta de senderismo, señalada con estacas verdes, que permite recorrer en dos horas la villa y su entorno.
- Más información. En el Ayuntamiento de Uclés (tel. 969 13 50 51): sólo en días laborables. En Internet: www.monasteriodeucles.com
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