Pocas piscinas y caras
Esta mañana, señor alcalde Gallardón, has ocupado un buen espacio en mis pensamientos.
Te cuento: he querido ir a nadar, actividad que por prescripción facultativa estoy obligado para que mi severa lesión de rodilla no me deje cojo y, como ya conoces, los que vivimos en el centro, calle de Fuencarral (tú eres vecino, votamos en el mismo colegio electoral), no tenemos derecho al disfrute de un polideportivo -obligación de pagar impuestos sí tenemos-. Entonces me dispongo a coger el metro y ahí en la taquilla apareces tú y tu subida, que para mí quisiera en mi trabajo, hago mi trayecto hasta el polideportivo de Pacífico y reapareces al informarme de que mi abono -que no está agotado- se ha quedado obsoleto y hay que actualizarlo con nuevas y duras tarifas.
Te informo de que en mis desplazamientos laborales visito otras piscinas municipales españolas y todavía no he encontrado ninguna tan cara como las de Madrid.
Una vez bien bañado y un poco emocionado al evocar los trágicos sucesos acaecidos en este ya histórico polideportivo de Daoíz y Velarde, me dispongo a no dejarte ir de mis pensamientos y acudo otra vez en metro a mi Junta Municipal en la plaza Mayor para ver si tú o alguno de tus funcionarios me explica porqué en los 25 años que llevo viviendo en la misma casa no se me ha ofrecido una plaza de parking de residente.
Me has hecho envidiosillo cuando me he enterado de que los de la acera de los pares tienen una plaza en el parking de Vázquez de Mella, y los que viven unos metros más para allá disfrutan del superparking de Barceló.
Gallardón, ¿por qué a los de nuestra acera nos marginas?
¿Quizás porque estamos a la izquierda.
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