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Entrevista:IGNASI CARRERAS | PRESIDENTE DE INTERMÓN | ENTREVISTA

"Combatir el hambre es tan prioritario como la lucha antiterrorista"

Miquel Noguer

Llegó con el genocidio de Ruanda y se va con un sureste asiático devastado por el peor maremoto en 40 años. Ignasi Carreras (Barcelona, 1957) abandonará en julio la dirección de Intermón tras un mandato de 10 años, periodo en el que esta ONG, decana de la cooperación para el desarrollo en España y socia de la red Oxfam, ha alcanzado la cifra de 210.000 socios y colaboradores. Ingeniero industrial y diplomado superior en dirección y organización de empresas, Carreras ha impregnado Intermón de una constante búsqueda de eficiencia y resultados concretos.

Pregunta. Su paso por la dirección de Intermón ha coincidido con la eclosión de las ONG en todos los ámbitos de la sociedad. ¿Qué ha cambiado en estos años?

"Tenemos demasiadas promesas incumplidas. Ni se han remodelado las reglas injustas del comercio internacional ni se ha condonado la deuda externa"
"Estamos muy contentos con la ayuda recibida para las víctimas del maremoto. Ha habido días en los que Intermón ha recaudado hasta un millón de euros"

Respuesta. Las organizaciones no gubernamentales se han profesionalizado, y creo que nosotros lo hemos hecho en el buen sentido del término. La gente está entendiendo que una organización como la nuestra no puede basarse sólo en la buena voluntad. Nos debemos a unos socios y tenemos que trabajar eficientemente, con objetivos y planificación.

P. ¿Profesionalizar la cooperación no puede ir en detrimento de su espíritu original?

R. Si la profesionalización consigue que gente muy válida y muy preparada pueda dedicarse a tiempo completo a la cooperación, esto es positivo y necesario. Antes de dirigir Intermón pasé ocho años colaborando con varias ONG a tiempo parcial, pero vi que si quería hacer algo realmente serio, debía dedicarme a ello a tiempo completo. El problema llega si un equipo profesionalizado no tiene suficiente motivación para afrontar su trabajo. Lo importante es que los voluntarios apoyen a los profesionales, y así, todos juntos, mantener la motivación.

P. Afganistán, Irak, Palestina, Sudán... No parece que el mundo haya avanzado mucho en la resolución de viejos problemas.

R. En estos diez años ha habido aspectos positivos y aspectos en los que no salimos del agujero. La parte positiva es la capacidad que ha tenido la sociedad civil para movilizarse y defender causas globales para erradicar la pobreza, como las campañas de acceso a los medicamentos genéricos contra el sida o contra las minas antipersonas. Y esto puede verse cuando, por ejemplo, hay una sequía. En estas circunstancias, hoy muere mucha menos gente que hace diez años.

P. Sin embargo, hemos acabado el año con un maremoto en el sureste asiático que se recordará como uno de los mayores desastres del siglo.

R. Esta catástrofe tiene una magnitud impresionante. Sólo puedo decir que Intermón Oxfam mantiene un fuerte compromiso con estos países. Actualmente nos estamos centrando en hacer llegar el agua potable a los damnificados con el objetivo de evitar epidemias; más adelante nos dedicaremos en cuerpo y alma a la rehabilitación de viviendas.

P. ¿Cuáles son los principales problemas que se están encontrando?

R. Dos de los países más afectados, Indonesia y Sri Lanka, se encuentran en guerra, y ello no ayuda en absoluto a que las organizaciones no gubernamentales podamos hacer nuestro trabajo. Sin embargo, estamos dispuestos a continuar allí y hacer todo cuanto esté en nuestras manos.

P. Los españoles también se han volcado en la ayuda a las víctimas. ¿Se esperaba esta colaboración?

R. La verdad es que estamos muy contentos con la ayuda que estamos recibiendo. Esta semana ha habido días en los que Intermón ha recaudado hasta un millón de euros en una sola jornada a través de donaciones de particulares. Oxfam, la red internacional a la que pertenecemos, también está recibiendo un apoyo similar en el resto del mundo. Yo mismo viajaré a Sri Lanka para comprobar sobre el terreno el avance de nuestros proyectos e intentar que las muchas donaciones que estamos recibiendo beneficien también a proyectos de otras organizaciones que trabajan en la zona.

P. ¿Se podrá mantener durante mucho tiempo el actual ritmo de donaciones?

R. Es importante que la gente sepa que ahora nos encontramos en la fase de emergencia y que después vendrá la reconstrucción de las zonas devastadas. Se necesitará mucho tiempo, muchos recursos y mucho dinero. Sería bueno concienciarnos de ello.

P. ¿En qué problemas seguimos estando en el agujero?

R. Tenemos demasiadas promesas incumplidas. Cuando empecé, en 1995, además del genocidio de Ruanda tuvimos varias cumbres internacionales con unas promesas que no se cumplieron. Ni se han remodelado las reglas injustas del comercio internacional ni se ha condonado la deuda externa. Tampoco hemos mejorado en la cuestión de la violencia. Ésta se encuentra muy presente en el día a día y se ve como la única forma de luchar por demasiadas causas.

P. ¿Qué ha causado tal incremento de la violencia? ¿Cree que la búsqueda de seguridad a cualquier precio la ha retroalimentado?

R. Los Gobiernos han sido incapaces de tener una verdadera actitud preventiva de conflictos internacionales. La estrategia militar de lucha contra el terrorismo es equivocada, y no lo digo yo, sino el 70% de los europeos y el 50% de los americanos, según una reciente encuesta de Global Scan. Tampoco hemos avanzado en la resolución del conflicto entre Israel y Palestina, que aumenta la sensación de agravio del mundo árabe. Pero en algo estamos mejorando: hace sólo dos años, las voces críticas en estos aspectos eran muy minoritarias, y ahora ya no lo son.

P. ¿Qué papel tienen las organizaciones no gubernamentales en este nuevo panorama internacional?

R. Nuestro reto es conseguir que los Gobiernos vean que combatir el hambre es tan importante como la lucha antiterrorista, y que sólo en un mundo con más justicia social conseguiremos reducir el número de personas que ven en el terrorismo una forma de salir de la marginación.

P. Antes hablaba de síntomas de cambio en la sociedad. ¿Los ve también en los Gobiernos?

R. Hay países que están pactando en sus parlamentos incrementar de forma notable las partidas presupuestarias para cooperación internacional. Son compromisos a medio y largo plazo, pero son promesas hechas en el seno de sus parlamentos. Hablo del Reino Unido, Bélgica, Irlanda, y espero poder hablar de España a partir de 2005.

P. Tienen algún elemento objetivo que les permita ver si el Gobierno va en esta dirección?

R. Me consta que el presidente Zapatero se ha tomado como algo personal el compromiso de incrementar la ayuda al desarrollo. Ha prometido que del 0,23% del PIB que se destinaba a este ámbito en 2003 se pasará al 0,5% en 2008, para alcanzar el 0,7% en 2012 si continúa al frente del Gobierno. Si cumple lo prometido, los actuales 2.000 millones de euros anuales invertidos por España en esta materia pasarían a ser 5.000 en 2008. Por suerte, ya estamos hablando de cifras muy importantes, y esto no se improvisa en cuatro días. También nos consta que el Gobierno español tiene voluntad de condonar parte de la deuda externa de algunos países invirtiendo en proyectos educativos. Lo que le pedimos es que no focalice toda esta actuación en Latinoamérica y piense también en África, donde los problemas educativos son todavía más importantes.

P. En materia de ayuda al desarrollo ha hablado de promesas incumplidas. ¿Cuáles son las más flagrantes?

R. Más que entrar a evaluar estos incumplimientos, hemos de mirar lo que se nos viene encima. Acabamos de entrar en un año crucial para la lucha contra la pobreza, con dos cumbres internacionales muy importantes que, de fracasar, comportarán continuar con la misma tendencia durante varios años más. Me refiero a la cumbre de Nueva York, en septiembre, y a la de Hong Kong, en diciembre.

P. ¿Qué espera de estas cumbres?

R. En Nueva York se evaluará el grado de cumplimiento de los objetivos de la Cumbre del Milenio del año 2000, en la que el conjunto de países se comprometieron a reducir la pobreza a la mitad en 2015 y a tener a todos los niños de hasta 12 años escolarizados en aquella misma fecha. La primera evaluación de los cinco años transcurridos desde la toma de estos compromisos es negativa, ya que el conjunto de países de la OCDE no sólo no ha incrementado sus aportaciones para la ayuda al desarrollo, sino que además la ha reducido desde el 0,35% de su PIB hasta el actual 0,23%. La cumbre de septiembre en Nueva York será un buen pretexto para ver si los países ricos están dispuestos a cambiar algo. Si no lo hacen arrastraremos los mismos problemas durante mucho más tiempo.

P. ¿Cree usted que la comunidad internacional estará a la altura?

R. Si bien hemos tenido un decenio muy negativo, en los últimos dos años hemos observado una ligera mejora en lo que a aportaciones económicas se refiere. Sin embargo, ni Estados Unidos, ni Japón, ni Alemania se han sumado a esta nueva tendencia, y necesitamos que lo hagan para lograr el objetivo de doblar la suma total destinada a cooperación para el desarrollo, que actualmente se encuentra alrededor de los 50.000 millones de dólares. Si no se logra llegar a esta cantidad, difícilmente podremos dar cumplimiento a los objetivos de 2015. Si no incrementamos las actuales aportaciones tardaremos cien años en escolarizar a todos los niños.

P. ¿Y qué espera de la cumbre de Hong Kong?

R. Esta cumbre es de vital importancia para resolver o mantener el problema de las injustas normas del comercio internacional, las mismas que provocan que por cada euro que reciben los países pobres en materia de ayuda al desarrollo, éstos deban devolver un euro y medio para pagar su deuda externa. Instaurar unas normas justas para que los países pobres puedan colocar sus productos en el mercado internacional es de vital importancia para que los países pobres salgan del subdesarrollo. Esto debe implicar que los países ricos, sobre todo Estados Unidos y Europa, interrumpan las ayudas a la exportación de productos agrícolas como el algodón o el azúcar. Estas primas hacen que los países ricos inunden el mercado internacional con productos cuya producción no es rentable por sí sola. Con ello hunden las economías de aquellos países donde su producción si sería rentable y necesaria para sus habitantes.

P. No parece muy realista esperar grandes cambios en este sentido.

R. Comienza a serlo. Recientemente Estados Unidos ya ha perdido un litigio que le enfrentaba con Brasil sobre este mismo tema, y le seguirán otros. Lo que no puede permitirse es que un país como Malaui, en el sur de África, pierda, por la prohibición de vender su azúcar, el doble del equivalente a su presupuesto para salud. Hemos obligado a los países pobres a abrir sus puertas al libre comercio mientras los países ricos blindábamos nuestras fronteras a sus productos. Cambiar esta situación injusta debe ser el gran reto de 2005.

P. ¿Qué papel han tenido organizaciones como la suya en este cambio de tendencia que se está observando?

R. Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, buena parte de los Gobiernos europeos no tuvieron tiempo de plantear una alternativa a la estrategia americana de lucha contra el terrorismo. Fue la sociedad civil la que tomó la avanzadilla en este tema, superando, incluso, a los partidos de izquierda. En todos los grandes cambios, la sociedad civil suele ir por delante de sus Gobiernos, y es tarea de las organizaciones no gubernamentales hacer llegar este impulso adonde corresponda para que sea escuchado.

P. Durante su periodo de gestión al frente de Intermón Oxfam, su organización ha mantenido una verdadera cruzada contra ciertas empresas textiles que venden ropa a bajo precio a cambio de explotar su mano de obra en el Tercer Mundo. ¿En qué ha quedado la campaña?

R. Comenzamos la campaña al darnos cuenta de que buena parte de las empresas textiles españolas carecían de códigos de conducta que las obligaran a rechazar el trabajo infantil o la explotación laboral de las personas que trabajan para ellas o para sus proveedores en sus fábricas situadas en países pobres. En el caso de Inditex, Mango o Cortefiel, han acabado por redactar un código de conducta para evitar estas malas prácticas; ahora les pedimos que demuestren que lo cumplen.

P. ¿Es factible esta demanda?

R. Sí, lo es, porque no sólo las ONG estamos presionando a estas empresas. Cada vez más son los propios consumidores los que piden que la ropa que compran no esté manchada por el trabajo infantil o la explotación de las mujeres que suelen producirla. Las empresas son muy sensibles a la imagen que de ellas tienen sus propios clientes. Hasta ahora el balance es negativo, pero veo un horizonte positivo por esta razón: los consumidores son cada vez más exigentes en este aspecto, y las empresas que no demuestren que trabajan respetando los derechos humanos no sobrevivirán.

P. Otra punta de lanza de Intermón Oxfam ha sido su campaña permanente para prohibir la venta de armas a países en conflicto. ¿En qué hemos avanzado?

R. En los últimos años, Canadá ha abanderado el movimiento para prohibir la fabricación y venta de minas antipersonales; ha sido un éxito. Ahora es el momento de dar un nuevo paso para impedir que países como Angola, recién salidos de un conflicto armado, gasten en defensa un 30% de su presupuesto y apenas un 3% en educación. Prohibir la venta de armas a este tipo de países debe ser la próxima gran reivindicación. Para ello necesitamos que algún país se ponga al frente de esta reivindicación y comience a sumar apoyos.

P. ¿Piensa que este país podría ser España?

R. Efectivamente, España puede y debe abanderar este movimiento para acabar con la venta de armas a países en conflicto. Por tamaño, peso internacional y condicionantes políticos internos se encuentra en una buena posición para buscar complicidades y lograr acuerdos con otros Gobiernos. Una acción de este tipo sólo la pueden hacer países no excesivamente alineados, como Canadá, Nueva Zelanda, Noruega o, ahora, España.

P. ¿Cree que el Gobierno de Zapatero tiene suficiente cintura para lograr un acuerdo internacional en este ámbito?

R. En un reciente encuentro con el presidente se lo he solicitado formalmente, pues creo firmemente que un Gobierno que está dando los pasos que antes he comentado en materia de ayuda al desarrollo o de condonación de la deuda externa está legitimado para abordar este tema. Eso sí, no podemos olvidar que España se encuentra, todavía hoy, entre los diez mayores productores de armas del mundo.

P. En el mundo de la solidaridad, usted comenzó trabajando para mejorar las condiciones de vida de los niños del barrio del Raval de Barcelona. La pobreza vuelve a crecer en nuestras ciudades. Tras dejar su actual cargo en Intermón, ¿no será momento de dedicarse de nuevo al Cuarto Mundo?

R. A lo mejor sí, y no lo descarto. En la última década se ha hablado mucho de cooperación internacional, y quizá las ONG que trabajamos con este tipo de problemáticas nos hemos llevado todo el protagonismo. Esto debe cambiar y debemos hacer ver a todo el mundo la pobreza que tenemos en nuestras calles o medio escondida en nuestros barrios.

Ignasi Carreras, director de Intermón, en la tienda que tiene esta ONG en Barcelona.
Ignasi Carreras, director de Intermón, en la tienda que tiene esta ONG en Barcelona.SUSANNA SÁEZ

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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