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Reportaje:ANÁLISIS

Álava: la Euskadi que Ibarretxe puede perder

El lehendakari tiene en su propia tierra, Álava, la representación más clara, pese a la mayoría obtenida en el Parlamento por su proyecto, de esa Euskadi que se le resiste, y que existe también en el resto de la comunidad, aunque no está institucionalizada ni ocupa poder.

Sólo 10 de los 25 diputados que Álava aporta al Parlamento vasco son nacionalistas, y únicamente lo es uno de los cuatro que envía al Congreso de los Diputados. El PNV fue desalojado del gobierno provincial justo cuando se internó en el sendero de Lizarra, y el electorado puso sus principales instituciones (la Diputación Foral y el Ayuntamiento de Vitoria) en otras manos. La única provincia vasca que había aprobado la Constitución con una participación del 60% (43% en Vizcaya y Guipúzcoa) se sumó decidida, sólo un año después, al proyecto estatutario de Gernika, y también coincidió en confiar durante 20 años sus gobiernos locales a los nacionalistas. Pero en 1998 pareció empezar a tomar distancia, o precauciones, como si hubiera olfateado lo que vendría detrás. En el mejor momento del Pacto de Lizarra, con ETA en tregua y el nacionalismo exultante, el PNV y EA perdieron en 1999 las elecciones municipales.

Para Cuerda, "lo digno" habría sido retirar el plan al anunciar Batasuna su voto, y reprocha al PNV que saque adelante los Presupuestos por un error electrónico
La Diputación, que gobierna el popular Ramón Rabanera desde 1999, se ha convertido en el ejemplo de una alternancia modélica, tranquila, totalmente institucional

Nada hace pensar que esa sociología vaya a invertirse de la noche a la mañana para dar un sí al plan Ibarretxe.

Profético

Profético resultó el comportamiento del PSE alavés, que abandonó sus pactos con el PNV en el ayuntamiento de Vitoria y en la diputación alavesa un año antes de romper con él en el Gobierno vasco. El ex diputado general alavés y ex vicelehendakari Fernando Buesa, al que ETA asesinó en 2000 acusándole de "españolizar Álava", acusó a sus ex socios en 1999: "Ustedes nos han engañado". Y anunció que, en lo que dependiera de su partido, el territorio no sería del nacionalismo. Así lo hizo apoyando al PP, y le costó la vida.

Paradójicamente, aquella primera ruptura la sufrieron nacionalistas moderados como José Ángel Cuerda, cuando estaba en vísperas de dejar voluntariamente la política tras 20 años como alcalde de Vitoria. Cuerda es hoy un indisimulado crítico del plan Ibarretxe. Aún dentro del PNV, cuyo carné -"y los amigos", añade- conserva, no oculta su preocupación y la que detecta en la calle desde la aprobación del proyecto en el Parlamento. "Hasta ahora era algo que estaba por ahí, entre los políticos, pero con su aprobación se ha producido un impacto y la gente pregunta ya qué es esto, qué es este plan, si nos vamos a separar de España, qué nos va a pasar, qué nos va a suponer, cómo nos va a influir. A mí me lo preguntan: 'Tú qué crees que va a pasar'. Veo desconcierto y preocupación", dice.

Cuerda opina que "lo digno" por parte de Ibarretxe habría sido retirar el proyecto cuando Batasuna anunció su voto, al igual que le reprocha que acepte sacar adelante los Presupuestos por un error electrónico. "Estamos en una regresión democrática que veo muy preocupante. ¿Y qué va a pasar si en Álava el plan no sale adelante? ¿Vamos a dividir el país? Me parece demencial y no acabo de entender lo que ocurre con ese fundamentalismo y estos gobernantes que no están a la altura de las circunstancias. ¿Cómo puede decir Ibarretxe que ahora es la etapa de la negociación? Haber empezado por ahí hace tres años. Yo nunca tuve mayoría y goberné Vitoria 20 años, negociando, perdiendo, volviendo a negociar, convenciendo", añade el veterano político.

¿Es Álava más conservadora que el resto de Euskadi como herencia de aquella derecha tradicionalista trabada por José María de Oriol? "No, aquí ya no hay curas ni monjas ni militares. Lo conservador está en la provincia, no en la ciudad, y es votar al PNV, que tiene el voto sujeto con subvenciones", dice Javier Ugarte, profesor de la Universidad del País Vasco. Desde esa escasa población rural (de los 280.000 habitantes de la provincia, 220.000 están en la capital) espera el PNV recuperar la poderosa Diputación Foral, con la ayuda de una reforma de la ley electoral provincial con la que ha amagado varias veces en el Parlamento para primar la representación de los núcleos menos poblados.

¿Es menos vasca? Tampoco. Si acaso, de otra manera vasca. La que aporta el 50% de su población, llegada de fuera, con su "entraña vasca anclada en Extremadura", en imagen de Ugarte, o su amplia frontera con otras comunidades, que la hace algo semimesetaria, tierra de tránsito nacional e internacional, sin reclamos turísticos especiales, creciendo silenciosa más que Guipuzcoa y Vizcaya, rica pero no ostentosa. Pero vasca. Hasta puede presumir de haber tenido la primera ikastola (escuela en euskera) pública y gratuita: promovida y mantenida en 1973 por la Diputación, aún franquista, y hoy bajo titularidad del Gobierno vasco, es uno de los centros alaveses donde se educa en euskera o en modelo bilingüe el 80% del alumnado de educación infantil.

La diferencia alavesa parece llamada siempre a empresas especiales. Su incorporación al proceso estatutario de 1979 era básica para la constitución de la comunidad política vasca, y por eso se le dieron concesiones como la capitalidad o la representación paritaria en el Parlamento, pese a su menor población. Ahora se vuelve a ver interpelada para, desde su realidad mayoritariamente constitucional-estatutista, frenar el plan Ibarretxe. Por ser el único territorio del que el PNV ha sido desplazado del poder en 25 años, alienta también la esperanza de los no nacionalistas de Vizcaya y Guipúzcoa de que la imbatibilidad del nacionalismo no tiene por qué ser tal. Así se lo propuso el hoy presidente del Senado, Javier Rojo, cuando durante la campaña de las elecciones generales planteó "hacer de Álava una plataforma de salida bajo liderazgo socialista, para el proyecto de Zapatero para Euskadi".

Alternancia modélica

La Diputación Foral alavesa, que gobierna el popular Ramón Rabanera sin aspavientos ni terremotos desde 1999 -primero con apoyo socialista y ahora en precaria minoría-, se ha convertido en el ejemplo de una alternancia modélica, tranquila, totalmente institucional, incluido el mantenimiento de nacionalistas en carteras del Ejecutivo y puestos de confianza. "Aquí no ha habido caza de brujas", admitió en su momento el nacionalista Emilio Guevara, ex diputado general. Ni la ingobernabilidad, ni la eliminación del euskera, ni la desestabilización que vaticinaron los nacionalistas han llegado.

Ahora sostiene que hay que decir la verdad a la ciudadanía y ponerle delante, con claridad, las consecuencias de todo orden que puede acarrear el plan Ibarretxe. "Incluida la perspectiva de que la Diputación Foral quede reducida a una especie agencia tributaria encargada de recoger su dinero y traspasárselo al Gobierno vasco", alerta. Guevara no se guarda una opinión muy negativa sobre Ibarretxe, cuyos primeros pasos políticos auspició en los ochenta. Compara al lehendakari con el Biscúter, aquel minicoche que se hizo conocido durante la autarquía franquista, porque "también él parece fabricado sin marcha atrás".

Doble trabajo

DE ÁLAVA HA SALIDO también el autor del controvertido proyecto, el lehendakari Juan José Ibarretxe. De Llodio, concretamente, una localidad de 20.000 habitantes, de la que fue alcalde entre 1983 y 1987, más volcada al cercano Bilbao que a Vitoria, y feudo tradicional de Batasuna. Se ha señalado más de una vez que en la larga marcha emprendida por Ibarretxe para hacer un País Vasco de siete territorios podría quedarse con sólo dos, y es justamente Álava esa Euskadi que el lehendakari puede perder en el camino, 25 años después de que fuera por primera vez una realidad política. Así se lo advirtió solemnemente la Diputación el día de Nochevieja, tras aprobar la víspera su proyecto la Cámara vasca.

A Antonio Rivera, historiador y perspicaz analista de la evolución social de la provincia, no le cabe duda de que Álava se mostrará "radicalmente reacia" al plan, ni de que "la mayoría no nacionalista se manifestará en términos políticos, electorales e institucionales en rechazo del proyecto". Vicerrector hasta hace poco del campus alavés de la UPV, Rivera añade que, "si Ibarretxe aprieta demasiado", no descarta que empiece a cuajar "la idea de marcharnos", de que Álava salga de la comunidad autónoma. "Hasta ahora se está hablando con mucho tacto, las declaraciones institucionales no dicen ni una palabra más de lo que por ahora hay que decir, pero ésa es una proclama que puede ir calando en la medida que lo otro avance". Él es pesimista y no cree que todo pueda terminar con una vuelta a la casilla de partida, tras ocho años perdidos. "Lo más dramático es que Ibarretxe está haciendo un doble trabajo, radicalizando a su propia base y asumiendo directamente los postulados en los que ETA ha justificado la violencia: Madrid no nos entiende, Madrid no nos respeta. Por eso podemos encontrarnos con que la vuelta no sea al punto cero, sino al menos veinte", advierte.

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