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LA CRÓNICA
Columna
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Unidos como en una piña

Si al partido gobernante de la Comunidad hay que reconocerle un mérito, que por ende le corresponde a su líder Francisco Camps, es la unidad que se ha labrado. Concluidos los congresos provinciales, con los inevitables rifirrafes, la familia popular ha cerrado filas, aunque en no pocos casos haya tenido que hacer de tripas corazón. Hoy el PP valenciano es una piña, hasta el punto de que difícilmente podríamos señalarle en estos momentos un rasgo más definitorio. Ahora sería cuestión de preguntarnos para qué se quieren tan apiñados. Pero la respuesta nos vendrá dada sin duda en los próximos días, agotada como está la bullanga festera y encarado el último tramo de la legislatura. Escribimos al dictado de la intuición, pues no nos consta que se hayan madurado proyectos e iniciativas novedosas para ilustrar el año que empieza.

Abundan en este sentido dos hechos claramente constatados. De un lado, en algunos cenáculos del PP comienza a bullir el desasosiego por las reiteradas y crecientes críticas de parte del universo mediático, pues la otra parte mayoritaria les es afecta, como se describía en el viejo régimen. Lo llamativo, claro está, no consiste en que se señalen diferencias y discrepancias, sino que éstas sean razonables y acaben menguando el favor de la tropa conservadora. O sea, que son críticas que hacen más o menos mella. Sobre todo, ya decimos, entre gente cualificada de obediencia conservadora. Quizá convendría poner unos ejemplos aleccionadores y recientes a este respecto.

Tomemos en consideración, a propósito de lo dicho, el nombramiento y primeras declaraciones oficiales de Adela Pedrosa, secretaria general del partido, recibidos, uno y otras con generalizada perplejidad. Lo suyo, ya se sabe, es hacer profesión de fe carbonera y apoyar sin resquicio todo cuanto haga o deje de hacer su Gobierno. Pero esta adhesión hay que envolverla con un celofán retórico, con el fin de disimular el papel de loro o lorita que le incumbe. Nos tememos -y no somos los únicos- que esta señora está muy verde para la misión que le han endosado. Eso sí, suplirá las limitaciones mediante una lealtad inquebrantable. Ya lo ha dicho: "Aquí estamos", alude al partido, "para ser la voz del Consell". Y, más exactamente, la de su presidente.

Tomemos en consideración, además, la orla de cabezas lúcidas que el presidente Camps ha conseguido aunar para emprender su auténtica gestión política al frente de la Generalitat, hasta ahora prácticamente inédita. Yo presiento que, uno por uno, y en su papel, han ser eficientes, lo que delata que no nos anima ninguna reserva personal. Pero la verdad es que, a la vista de en qué manos está quedando el gobierno valenciano, o una buena porción del mismo, uno comparte las reticencias de ese electorado o militancia espabilada -que la hay- votante del PP. Fernando Giner, Alfonso Rus, Gema Amor, Milagrosa Martínez, Julio de España y etcétera no invitan precisamente al optimismo, y menos son garantía de que el equipo de gobierno pueda recuperar el tiempo político perdido. Pero a estas alturas no hay más cera que la que arde y el postzaplanismo, a falta de propuestas, se limita a apretarse codo con codo.

El colofón de esta crónica, en esta ocasión al menos, tiene un tinte jubiloso y hasta expresivo de que algo se mueve en el PP. Nos referimos al relevo previsto del alcalde de Castellón, José Luis Gimeno, después de 30 años en el machito consistorial. No obstante, y por lo que parece, el caballero no engrosará las nóminas del paro político. Los hay que se creen imprescindibles vitaliciamente. Aseguran que será destinado a regir lo que por ahora no es más que una entelequia, pues se describe como "Ciudad de las Lenguas". Nunca imaginamos que el veterano edil tuviese aptitudes políglotas, aunque también es posible que la mentada ciudad multicultural y adscrita -suponemos- al sector del ocio acabe siendo una versión con sello oficial de El Romaní valenciano, crisol de lenguas y voluptuosidades. Parece gratuito añadir que este trastrueque no es ajeno a los apaños del inefable Carlos Fabra, presidente de la Diputación, avalista del Molt Honorable y presunto de ni sabe ya cuántas imputaciones penales. Una joya.

CONTUMAZ

El alcalde La Vila Joiosa (Marina Baixa), José Miguel Llorca, del PP, es un tipo peligroso y contumaz en la perpetración de irregularidades urbanísticas. Se llamó a andana cuando un hotel -el Atrium Beach- edificó once plantas de más. Una nadería imperceptible que se deberá derribar y que él vio crecer mientras buscaba a los responsables por donde no estaban. Ahora acaba de suscitar la oposición de tres consejerías, tres nada manos, pues pretende amparar un hotel, campo de golf y 1.600 viviendas en zona rústica. Con ediles de este jaez no hay más solución que la mano dura, el trullo -si procede- y la inspección de sus patrimonios. Eso, además, de no votarles.

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