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CATÁSTROFE EN ASIA

El tren que nunca llegó a Galle

Eran las nueve de la mañana del último domingo de 2004 y apenas faltaban 25 kilómetros para que el tren procedente de Colombo, la capital de Sri Lanka, llegara a Galle abarrotado de domingueros que iban a pasar la jornada de asueto disfrutando con familiares y amigos en las terrazas y restaurantes del histórico puerto del sur ceilandés. De pronto, el tsunami inundó y reventó tres cuartas partes de la costa del país. La conmoción fue tremenda y en la confusión reinante en medio de la devastación muy pocos fueron los que se dieron cuenta de que el tren no había podido llegar a su destino.

La búsqueda oficial sólo comenzó dos días después. Cuando las aguas que habían anegado la aldea de Paralía comenzaron a descender, efectivos de la policía llegaron al lugar del siniestro. El mar de lodo dejaba ya entrever los restos destrozados del tren. A bordo viajaban unas 1.500 personas aproximadamente, y atrapadas en su interior estaban más de dos tercios de ellas, según las primeras informaciones. Ya se han recuperado mil cadáveres, pero ayer una unidad del Ejército que serraba hierros y troncos seguía sacando cuerpos, seis durante la mañana.

La masa aniquiladora de agua separó cada uno de los vagones, los revolcó como quiso, los machacó contra el suelo hasta arrancarles a varios de ellos las ruedas y, quizás como burla o para demostrar de lo que era capaz, volteó incluso la vía férrea.

Lo ocurrido en la localidad de Paralía no tiene nombre, la aldea quedó hecha un páramo en el que lo único que se levanta del suelo son coches, pegados a los cocoteros, un autobús lanzado 50 metros tierra adentro y los restos del ferrocarril.

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