Pulseras contra el racismo
Después de la moda amarilla, los futbolistas las lucirán blanquinegras
Thierry Henry, el futbolista francés del Arsenal a quien el seleccionador español Luis Aragonés llamó "negro de mierda", se presentó hace una semana a la gala en la que la FIFA entregó a Ronaldinho el premio al mejor futbolista del año con una camiseta roja con una imagen en negro del Che Guevara. "Estoy leyendo el diario que escribió en Bolivia", dijo. "Es un hombre al que admiro".
Poco después de la primera sesión fotográfica, Henry cambió la camiseta chillona y llamativa por un traje más formal, pero mantuvo en su muñeca una doble pulsera de plástico blanca y negra. "Forma parte de una campaña contra el racismo", dijo el goleador francés. "Quizás así podamos ayudar al público a hacer algo. Quizás podamos conseguir que durante hora y media a la semana los aficionados se manifiesten así contra el racismo. Eso puede ser una victoria".
Henry, Ronaldinho, Roberto Carlos y Puyol impulsarán la campaña, puesta en marcha por Nike
Y quizá así Nike, la empresa organizadora de la campaña, pueda repetir el éxito que en 2004 han supuesto las pulseras amarillas de Lance Armstrong.
El objeto de culto del año que termina ha sido una tirita de goma sintética, de apenas medio centímetro de ancho, con los extremos pegados para formar una pulserita. Amarilla. En el reverso, en relieve, unas palabras, made in China. En el anverso, ahuecadas, unas letras. Livestrong. Sé fuerte. Vive fuerte. Es el mantra de Armstrong, un superviviente del cáncer. Es también el nombre de una rama de la fundación contra el cáncer del ciclista estadounidense, un programa dirigido a los supervivientes del cáncer, que se ha financiado con la venta de más de 20 millones de esas pulseritas, cada una a un dólar, o a un euro si se compraba en Europa.
Nike regaló un millón de pulseras a la fundación de Armstrong y movilizó a sus estrellas con el proyecto. El futbolista Henry, los tenistas Agassi y Moyà, empezaron a portarla, discretamente, en Roland Garros y la Eurocopa. Armstrong y todo su equipo la lucieron en el Tour, las estrellas olímpicas, como El Guerruj, la llevaron en Atenas. Y a imitación de los deportistas, millones de personas decidieron comprarlas.
Las compraron adultos conscientes de su valor representativo. La lució el demócrata John Kerry en su fallida campaña electoral a la Casa Blanca. Un anónimo ciudadano, contaba Armstrong, compró 500 pulseras y se las entregó a todos los asistentes al entierro de su padre, fallecido de cáncer. El futbolista del Barça Puyol es uno de los grandes consumidores españoles. Aparte de lucirla como un talismán en su muñeca derecha, Puyol las compra por centenares para atender múltiples compromisos. Las compraron también jovencitos convencidos de su carácter de icono moderno al mismo nivel que los colgantes para el móvil o las llaves. Chavalillos que asaltaron las tiendas de Nike en busca del objeto deseado. Hasta en el top manta se pueden encontrar pulseritas falsificadas.
"Nosotros pusimos en marcha el proyecto, pero después marchó solo", cuentan en Nike. "Y lo mismo haremos con las pulseras contra el racismo. Aparte de Henry participarán en la primera campaña Ronaldinho y Puyol, del Barça; Roberto Carlos, del Real Madrid, y Adriano, del Inter de Milán". Las pulseritas empezarán a venderse en los mismos estadios en los que se escuchan cánticos e insultos a los jugadores negros, y lo recaudado se destinará a diversas ONGs europeas que luchen contra el racismo. "Es obvio que no se puede acabar con una minoría con una sola acción, pero sí se puede alentar a una mayoría a que se manifieste claramente en contra", esperan en Nike.
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