"Por las portadas de los discos pop entró la modernidad en España"
Con el paso del tiempo, empezó a mirar de otro modo determinados objetos que le han acompañado a lo largo de su vida. Por ejemplo: la portada de un antiguo disco, disperso por la casa. La relación con ese disco había cambiado. Ya no le recordaba tanto una relación extinguida o un guateque de difusos contornos. Adquirió otro valor, y no sólo el "valor popular que tenían en su momento", comenta Lluís Fernández.
El escritor y periodista valenciano se detuvo en las portadas de los EP o LP a las que apenas nadie prestaba atención. Ahora las ha ordenado y ha escrito un libro: Guateques, tocatas y discos. Una historia de la música pop de 1954 a 1970 (editorial Aguilar)
Eran discos destinados a una gran público. Se desenfundaban y se escuchaban en fiestas de los años cincuenta y sesenta y las portadas quedaban por cualquier sitio. Discos populares que no compartían con los de jazz el cuidado en las formas, el diseño, la portada. "Sellos de jazz como Blue Note cuidaron desde el principio sus diseños. Iban destinados a un público más elitista", relata el autor, para quien no hay distingos entre la llamada alta y baja cultura "sobre todo a partir de la posmodernidad" Pero los diseños de los discos pop editados en España también tienen interés y ocultan auténticas sorpresas, señala.
El autor no distingue entre alta y baja cultura "sobre todo a partir de la posmodernidad"
Sorpresas que Fernández ha recogido en el libro tras revisar miles de discos de su colección y de las guardadas en la Biblioteca Valenciana y en la Cadena Cope. El ex director de la Mostra de València ha elegido 730 portadas para ilustrar su personal repaso a la historia de la música pop a través de sus portadas.
En España no sólo se hacían copias de los discos americanos, británicos, franceses o italianos. También había buenos diseñadores. La extensión de la técnica del microsurco que "permitía incisiones sobre el plástico" permitió nuevos diseños y más modernos. "Mira, mira, éste es un mondrian", indica Fernández, apuntando la influencia del artista en la portada de Mantovani, de 1957. "No estábamos tan alejados de la modernidad, de las vanguardias. Al menos por las portadas de los discos pop en España entró la modernidad, como se puede comprobar analizándolas", explica. "Fíjate en éste de Conchita Piquer, qué popero; o éste daliniano de Ana María González, de 1956", apostilla.
Hay numerosas curiosidades, como uno de los primeros discos en catalán, el de las hermanas Serrano, de 1958, "que cantan en catalán los éxitos internacionales", dice la portada.
Fernández dedica un capítulo al éxito de la chanson francesa en España -con rotundas fotografías de una espléndida Dalida-; analiza la época ye-yé o la importancia de los niños prodigio. También merece especial atención la Nova Cançó, que eligió el modelo de la chanson para distinguirse del folclore andaluz antes de seguir la estela de la canción protesta de Dylan. Las similitudes que reflejan sus portadas obedecen a la búsqueda de "un sentido de pertenencia" a este grupo.
Fenómenos como Raphael, "un auténtico ídolo aquí y en Moscú" en plena etapa Jruschov, por ejemplo, no podía pasar desapercibido, así como tampoco la música de cine o el estallido del rock and roll, con el que concluye el libro.
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