El espíritu en el ventilador
Cuando Marcel Duchan metió el aire de París en una botella y lo firmó dio un paso adelante en la estrategia de desacralizar la obra de arte desacralizando un término hasta entonces asociado al arte: el espíritu. El arte considerado como alimento y manifestación del espíritu por una poderosa tradición teológica, articulada ejemplarmente por Hegel, se convertía de pronto en algo tan terrenal y prosaico como es el aire de la gran ciudad, recobrando de paso su raíz filológica: soplo. O aliento.
El mexicano de 42 años César Martínez, en esta exposición de nombre entre enigmático y disparado, da un paso adelante y trivializa todavía más el estatuto del espíritu, desinflándolo, para decirlo con una ironía nada ajena a las intenciones del artista. De hecho, la parte principal de las obras que expone está formada por un conjunto de figuras humanas de goma que se inflan y se desinflan al compás de los temporizadores que regulan las bombas de inflar correspondientes. Ante esta escena, cualquiera podría pensar que ha dado de bruces con una feria de atracciones, si no fuera porque las severas peanas sobre las que se alzan la mayoría de estos humanoides se encarga de recordar que no y que, tal como lo esperabas, has ingresado en las salas de un centro de arte. Y que esos muñecos están allí para decirte -entre otras cosas, supongo- que el soplo divino que convirtió en Adán a un muñeco de barro no es nada más finalmente que eso: un soplo. Un soplo de máquina, para más inri.
CÉSAR MARTÍNEZ
'Entre irse y quedarse:
el imperdurable mente presente'
Cuartel del Conde Duque
Conde Duque, 11. Madrid
Hasta el 2 de enero de 2005
Esta operación desmistificadora se intensifica y prolonga en la siguiente sala, cuyo cuerpo central Martínez ha dejado vacío y delimitado por telones de plástico que se mecen suavemente al impulso de los ventiladores ocultos detrás. Si hemos de creer a Peter Burger, el centro de arte contemporáneo no ha logrado aún desembarazarse del legado espiritual que le dejó en herencia el museo, su antepasado. La sala neumática Martínez viene a proponernos -con evidente redundancia, eso sí- que disipemos ese legado a golpes de ventilador.
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