_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Pluralidad de lenguas: ¿problema o riqueza?

En el Tercer Congreso de la Lengua Española celebrado recientemente en Rosario, Argentina, bajo el patrocinio de las Academias de la Lengua Española y del Instituto Cervantes, se atendió también al tema de las lenguas que han convivido y hasta hoy conviven muy de cerca con la española. Se continuó así una tradición nacida en el Primer Congreso reunido en Zacatecas, México, y reforzada en el Segundo, en Valladolid, España.

Partiendo del reconocimiento de la existencia de esas lenguas, se planteó la cuestión referente a sus relaciones con el castellano. Ello abarcó las varias lenguas que se hablan en España: vascuence, catalán, valenciano y gallego, éste muy cercano al portugués. La mira se abrió paralelamente a los muchos idiomas indígenas hablados en los países hispanoamericanos.

Los participantes en un panel o mesa redonda, que tuve el honor de coordinar, fueron conocidos lingüistas de varios países hispanoamericanos y de España. Nuestras reflexiones y debates se concentraron en los siguientes temas: ¿cuál ha sido el pasado de esas lenguas y cuáles son sus distintas situaciones en el presente? ¿Qué influencia ha ejercido el castellano sobre ellas y qué aportaciones ha recibido de las mismas? ¿Qué formas de actuación son recomendables ante la realidad insoslayable de una gran pluralidad de lenguas en el ámbito de los pueblos y países en los que el español es lengua mayoritaria?

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Sobre el pasado de las lenguas en cuestión se reconoció que éste ha sido muy diferente en el caso de los distintos idiomas. Se hizo notar que algunos, como el vascuence y muchos de los vernáculos del Nuevo Mundo, se hablaron antes que el castellano. Éste, en su expansión, afectó inevitablemente a esas lenguas. Se admitió, en consecuencia, que los hablantes del castellano nombrado ahora español tienen una responsabilidad moral frente a los idiomas que en su penetración ha afectado esta lengua. En otras palabras, se reconoció que los gobiernos, las entidades dedicadas al cultivo y preservación de la lengua española y la sociedad civil deben tomar conciencia de la existencia de todos estos idiomas y asumir una postura frente a ellos.

Cuestión íntimamente relacionada con la anterior fue preguntarse si tal realidad constituye un problema o una riqueza. Se recordó que en el pasado ha habido gobernantes y otras entidades y personas que propugnaron por la imposición universal del español tanto en el Nuevo Mundo como en España. Consecuencia de esto fue que las otras lenguas quedaran muchas veces confinadas a regiones de refugio. En México, para dar un ejemplo, el arzobispo Lorenzana, más tarde cardenal en Toledo, ordenó a su clero que se abstuviera de emplear las lenguas indígenas en los oficios religiosos porque era falta de respeto dirigirse a Dios en ellas. De España bastará con recordar la actitud de Franco y su gobierno frente al vascuence y el catalán.

Todos los participantes coincidimos en que tales posturas han sido aberrantes y violatorias de los derechos humanos. No hay razón que justifique la prohibición de hablar una lengua ni la imposición de otra. Toda lengua integra un sistema simbólico de expresión del pensamiento. Si bien ello se produce en una gran variedad de formas, todas ponen en evidencia la enorme capacidad humana de enmarcar y significar la realidad. En resumen, no puede hablarse de lenguas más perfectas que otras. Todas disponen de los recursos que les son necesarios para nombrar al mundo.

Ante quienes en diversos tiempos han manifestado que la pluralidad lingüística entre los habitantes de un país es obstáculo para su integración, debe responderse que existen diversas formas que hacen posible la comunicación y colaboración entre quienes hablan idiomas diferentes. Un camino ha sido, desde tiempos antiguos, el empleo de una "lengua general" o lingua franca. En un tiempo ésta fue el griego; después el latín; hoy, nos guste o no nos guste, es el inglés. Es éste un idioma que llamaremos "ecuménico", y el español está en vías de serlo asimismo.

Ejemplo de mutua comprensión lo ofrece Suiza. En ella muchos de sus ciudadanos hablan más de una de las cuatro lenguas nacionales, alemán, francés, italiano y romanche. Conocer más de un idioma es riqueza invaluable. Puede decirse que da mayor agilidad al pensamiento que aprende a encauzarse de diversas formas a través de sistemas fonéticos distintos, con léxicos y estructuras lingüísticas diferentes.

El léxico de una lengua constituye el inventario de una cultura. Así, por ejemplo, muchos de los indígenas americanos poseen en sus lenguas vocablos que no tienen correspondencia en español, tales como los que designan especies vegetales propias y exclusivas de las regiones en que viven. Y si esos mismos indígenas son bilingües, y en un elevado porcentaje hoy lo son, encuentran a su vez en el léxico del español palabras para referirse a objetos que antes eran desconocidos en el Nuevo Mundo. Atinadas palabras expresó el escritor náhuatl Natalio Hernández cuando declaró, en el XI Congreso de las Academias de la Lengua, que si su habla nativa es patrimonio indígena, "el español también es nuestro".

Por otra parte, las lenguas vernáculas del Nuevo Mundo han enriquecido el léxico del español. Entre los muchos vocablos indígenas, hoy de uso universal entre los hispanoparlantes, se hallan: cancha, puma, jaguar, quina, coca, caimán, canoa, tiburón, hamaca, carey, cacique, barbacoa, maíz, bejuco, caoba, manglar, huracán, chaquiras, papas o patatas, mandioca, cacao, chocolate, tomate, hule, tiza, cacahuate, chicle, papaya, aguacate, tequila, petaca, petate y centenares más. Además, el estudio de la gran variedad de rasgos y elementos propios de estas lenguas ha contribuido al enriquecimiento de la lingüística universal.

Tras reconocer esto, los participantes en la mesa redonda nos abocamos al tema de las formas de actuación recomendables ante la realidad de la pluralidad lingüística. En dos puntos principales coincidimos. Uno fue en la necesidad de diseñar cuidadosamente los programas y métodos de educación bilingüe, de suerte que todos puedan acceder al conocimiento de la que es hoy por hoy lingua franca o general en nuestros países e incluso en algún otro como en los Estados Unidos, donde hay cerca de cuarenta millones depersonas que tienen al español como lengua materna.

El propósito de esa educación bilingüe debe abarcar además el fortalecimiento de las lenguas nativas, hacer posible su conocimiento gramatical y fomentar la creación literaria en ellas. Las literaturas que en esos idiomas existen constituyen otros tantos capítulos en el conjunto de las creaciones literarias de sus respectivos países. Así, las literaturas en catalán, valenciano, vascuence y gallego enriquecen a la literatura de España, y las que hay en lenguas indígenas, a las de los países hispanoamericanos. Y es verdad que hay obras maestras en estas lenguas. Además de los tesoros literarios en las otras lenguas de España, cabe mencionar al menos al Popol Vuh, Libro del pueblo, en maya quiché, los Libros de los Chilam Balam de Yucatán y la rica poesía en náhuatl de México. En suma, estas literaturas, antiguas y modernas, enriquecen a la literatura de los pueblos hispanohablantes.

El otro punto de coincidencia fue lograr en todos nuestros países el reconocimiento a nivel constitucional y en los diversos ordenamientos jurídicos de la existencia de las otras lenguas. Éstas son y deben tenerse como nacionales: el vascuence, catalán, valenciano y gallego en España, y todas las indígenas del Nuevo Mundo en los ámbitos en que se hablan. Complemento de estos reconocimientos debe ser promover entre las poblaciones mayoritarias respeto y aprecio por las lenguas y culturas diferentes. Hacer ver cómo, al igual que la biodiversidad en la flora y la fauna, también la diversidad lingüística y cultural es riqueza de inmenso valor. Frente a las embestidas de una rampante globalización cultural que parecería dirigida a homogeneizar a la humanidad, el mejor baluarte lo ofrece la realidad viviente de las diferencias lingüísticas y culturales.

Miguel León-Portilla, antropólogo e historiador mexicano, es gran cruz de la orden de Alfonso X el Sabio.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_