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Entrevista:Juan Antonio Martínez Camino | Secretario general de la Conferencia Episcopal

"El Gobierno no puede imponer su laicismo"

Tiene 51 años, ha pertenecido a la Comisión para la Doctrina de la Fe y se complace aún en su condición de vigilante de la ortodoxia. Habla con la rotunda seguridad de quien sabe que sus opiniones son las del Alto Mando de la Iglesia católica en España. No se anda por las ramas y el ardor le juega bazas peligrosas a la prudencia propia del eclesiástico que finalmente es, pese a haber sido teólogo y jesuita.

Pregunta. Es usted el encargado de difundir la opinión de la jerarquía de la Iglesia católica, sobre todo lo que se mueve en nuestra sociedad. Por eso, y más allá de las cuestiones puntuales, me gustaría conocer su opinión sobre las razones de fondo que enfrentan a la Iglesia con el Gobierno socialista.

"No habrá un choque de trenes mientras el Gobierno no ponga en juego la libertad de la Iglesia"
"Hay una petición clamorosa en la sociedad a favor de la enseñanza de la religión y de su nivel académico"
"El Gobierno se limita, hoy por hoy, a soportar la realidad del hecho religioso. Lo aguanta porque no le queda más remedio"
"Zapatero tendría muchos más votos si nos escuchara. (...) Prometo el apoyo pleno a este Gobierno si llegamos a un acuerdo de Estado"

Respuesta. Creo que las razones de fondo de la discrepancia -no quisiera calificarla de enfrentamiento-, entre la Iglesia y el Gobierno del señor Zapatero son fáciles de describir: los proyectos legislativos del Gobierno se basan en una filosofía que no coincide con elementos fundamentales de la visión cristiana de siempre de las cosas. Y se refieren a cuestiones trascendentales como el matrimonio, la familia, la libertad religiosa y tantas cosas. La posición socialista prescinde por completo de la perspectiva teológica. Nosotros creemos que los proyectos legislativos del Gobierno presentan una visión deficiente de la relación del hombre con Dios.

P. Pues no se me ocurre desde qué argumentación pueden ustedes exigir la obligación de proteger el hecho religioso a un Gobierno laico....

R. ¡Es que el hecho religioso, la identidad del hombre como ser religioso, está en la sociedad! El problema es que, respecto de este hecho incuestionable, el Gobierno manifiesta una abierta prevención, un prejuicio que lo impregna todo. Es ahí donde está el problema y en eso es en lo que pretendemos que el Gobierno cambie su actitud, porque lo cierto es que, hoy por hoy, digamos que se limita a soportar la realidad del hecho religioso, pero en negativo. Lo aguanta, simplemente, porque no le queda más remedio...

P. En cualquier caso, es difícil aceptar que un Gobierno, por muy radical que sea, persiga a la Iglesia católica, como ustedes denuncian. A lo mejor, es todo más sencillo y lo que pretende el Gobierno es responder a la demanda de una sociedad libre y plural...

R. Si usted me pregunta si este Gobierno está buscando un conflicto con la Iglesia, no sabría qué responderle, porque habría que estar en la mente de quien lo busque o no lo busque. Yo me inclino a pensar que no es que se busque, pero que, la verdad, es que lo consiguen. En buena lógica, cabría suponer que al Gobierno lo que debería interesarle es que hubiera un entendimiento y hasta una colaboración con la Iglesia porque le daría más votos, ¿no cree?

P. Lo que yo creo es que la Iglesia católica desearía que este Gobierno guardara su programa electoral en un cajón. Pero no sé cuál sería su opinión sobre la ética de un partido que no cumple lo que promete....

R. Yo creo que los partidos deben cumplir lo que prometen; es una cuestión elemental de ética política.

P. Pues se ha metido usted en un jardín muy complicado porque ésa es, precisamente, la argumentación más sólida que esgrime Zapatero para mantener su decisión de gobernar para satisfacer las demandas de una sociedad plural...

R. Ah... Es cierto que el Gobierno debe cumplir lo que promete porque, de lo contrario, quebraría la buena fe con la que le han apoyado sus votantes. Otra cosa es aclarar lo que ha prometido y, en todo caso, si lo que ha prometido es aceptable o no. El programa de un partido político se puede discutir porque, además, tampoco es la ley de Dios. Creo que la sociedad tiene derecho a pronunciarse en contra de un proyecto de un Gobierno, aunque haya ganado las elecciones, y la Iglesia se sitúa en...

P. En la oposición, junto al Partido Popular, ¿no?

R. No, porque la Iglesia es una organización suprapartidista que no se ha identificado con ningún partido político concreto.

P. No me puede negar que ustedes han estado siempre más cómodos con la derecha, con el PP. Y les comprendo, porque estuvieron a punto de conseguir el último "regalo" de Aznar, el reconocimiento de la validez académica de la asignatura de religión...

R. ¡Hombre! Es que ese reconocimiento protegía el derecho de los padres a que se les garantizara la libertad de educar a sus hijos de acuerdo con sus convicciones morales y religiosas. Ahora, los socialistas quieren negar ese derecho, y eso nos parece un grave error, sin paliativos. Pero es que, además, la Iglesia tiene que salir al paso de una intoxicación muy malintencionada y que se está haciendo llegar a la sociedad afirmando que la Iglesia exige que la enseñanza de la religión sea obligatoria. ¡Eso es rotundamente falso, y así nosotros no podemos hablar! La Iglesia lo que propone es que, quienes piden la enseñanza de la religión, (¡y lo piden el 75% de los padres en un referéndum anual que ya es expresión de voluntad!) tengan un derecho reconocido por todas las cartas de derechos humanos como es que un Estado generoso y justo arbitre los medios necesarios para que se pueda ejercer ese derecho.

P. Pero no parece que la sociedad española esté muy sensibilizada a la hora de apoyar esta reivindicación de la Iglesia católica...

R. Se equivoca usted, porque la sociedad sí está sensibilizada, sí lo manifiesta como en pocas otras cosas. ¡El 75% de los padres! ¿Le parece a usted poco? Hay una petición clamorosa en la sociedad a favor de esa enseñanza y de su nivel académico.

P. Entonces habrá que esperar a ver esas manifestaciones clamorosas en las calles españolas de los sectores confesionales como siempre que han gobernado los socialistas, ¿no?

R. Lo que sí es cierto es que los padres y los niños desean la enseñanza de la religión en la escuela y que esa enseñanza tenga rango académico, y ellos lo piden respetuosamente. Otra cosa es que, al final, tengan que ir a la calle a manifestarse... que a lo mejor no. Los católicos no son muy dados a manifestarse, porque están más convencidos de la fuerza de la razón que de la fuerza de la calle, aunque puede que lo hagan, que como usted dice, no sería la primera vez. Hasta ahora hay dos millones y medio de firmas pidiendo el estatus académico de la religión. Si quiere mi opinión, le diré que el Gobierno tiene ahí un campo muy oportuno y adecuado para demostrar su sensibilidad hacia la voluntad de los ciudadanos. Y yo creo que el Gobierno sí que lo va a hacer, que va a tratar de buscar una solución, y le aseguro que Zapatero tendría muchos más votos si nos escuchara. Si llegamos a un acuerdo será un acuerdo histórico y yo no lo excluyo.

P. ¿Está prometiendo usted el voto de la Iglesia católica a Zapatero?

R. Estoy prometiendo el apoyo pleno a este Gobierno si, en este asunto del estatus académico de la enseñanza de la religión, llegamos a un acuerdo de Estado.

P. ¿Y si Zapatero no firma este acuerdo, qué puede pasar, qué hará la Iglesia?

R. Pues que seguirá arrastrando ese problema. Y la consecuencia será que tendremos una sociedad gobernada por unos políticos que no son capaces de responder a las necesidades de esta sociedad... Desde luego la Iglesia va a apoyar claramente a los padres en sus reivindicaciones por todos los medios legítimos a nuestro alcance.

P. O sea, que Zapatero haría bien en no provocar a la Iglesia católica.

R. ¡Por supuesto!, pero Zapatero y cualquier otro Gobierno sensato.

P. La cuestión de fondo es que donde ustedes denuncian el "laicismo", el Gobierno se limita a actuar para una sociedad que no se siente concernida por la moral de la Iglesia católica. No sé si ustedes esperaban que su influencia en esta sociedad iba a perderse por los siglos de los siglos...

R. No se crea... La Iglesia es consciente de que las cosas han cambiado mucho, pero mucho, mucho, en este país. Pero no podemos aceptar que el "laicismo" que pretende imponer el Gobierno en la sociedad signifique que la religión sea algo que esté limitado al ámbito privado de las personas porque eso supondría la imposición de un grave recorte de la libertad. Nosotros no pretendemos un estado confesional, pero el Gobierno tampoco puede imponer a la sociedad su visión laicista.

P. El problema que tienen ustedes es que no acaban de digerir que esa visión "laicista" ha impregnado también a los suyos, a los millones de católicos que se divorcian, abortan y practican la libertad sexual.

R. La verdad es que no podemos negar que hay un proceso de apartamiento de la vida religiosa en la sociedad española. Pero también es cierto que la impronta católica sigue siendo muy alta, que la autoidentificación de los españoles como católicos es muy elevada, aunque luego la práctica religiosa se reduce y baja hasta el 30%... Y es verdad que muchos que se dicen católicos abortan, se divorcian, aceptan una moral sexual desviada. Pero eso tiene una explicación muy clara: que somos pecadores.

P. Pero entonces, es que tienen ustedes en sus filas a millones de pecadores, que además, no parecen dispuestos ni al propósito de la enmienda, ni al dolor de corazón, ni nada de nada. Me parece "algo" interesado por parte de la Iglesia que los contabilicen como suyos.

R. ¡En absoluto! Si ellos, a pesar de su incoherencia y su infidelidad, se consideran católicos, no vamos a ser nosotros los que los apartemos de la vida de la fe. Y, por otra parte, le diré que esos comportamientos desordenados de los católicos que se sienten arrastrados por la moral imperante, no les produce más que dolor y sufrimiento, mientras que otros viven dentro de la Iglesia, convencidos de que ser católico es lo bueno, lo que da la felicidad, lo mejor. En todo caso, la Iglesia no va a renunciar a denunciar el error y el pecado en todos los ámbitos de la vida social. Sería renunciar a nuestra obligación, a nuestra responsabilidad, sería...

P. Sería algo sorprendente, que la Iglesia tuviera actitudes y palabras de misericordia y comprensión con la gente que vive en este mundo. Me pregunto qué pasaría si lo intentaran, si usted, por ejemplo, saliera un día en la televisión, sin levantar ese dedo acusador que le define.

R. La Iglesia sí que tiene muchas veces palabras de misericordia, ¡sí que las tiene!... Pero vivimos unos tiempos complicados en los que la jerarquía de la Iglesia se ve abocada, obligada a pronunciarse con la claridad necesaria, sobre todo aquello que no podemos aceptar, y le diré que no aceptaremos leyes que no protegen la estabilidad de la vida matrimonial, que no favorecen que los jóvenes puedan formar familias abiertas a la vida, que introducen falsas monedas de matrimonio que no lo son porque, además, van a provocar graves problemas que ya están emergiendo y que nos sitúan ante un país en recesión biológica, donde no hay hijos, donde los homosexuales disfrutan de la dignidad de ejercer, plenamente, sus derechos.

P. Siempre me pregunto, por qué les obsesiona tanto el tema de los homosexuales: parece como si quisieran conjurar algún demonio familiar...

R. Mire, la Iglesia no tiene necesidad de conjurar demonio alguno, ni sé a qué quiere usted referirse... Pero como ya le he dicho claramente, la Iglesia tiene la obligación de posicionarse sobre lo que hacen los Gobiernos en los temas en los que se siente afectada. Nosotros no hemos declarado la guerra a los homosexuales, sino que, al contrario, defendemos sus derechos como personas; lo que no podemos es reconocerles derechos que simplemente no existen.

P. Pero, ¿qué poder tiene la Iglesia para decidir quién tiene o no derechos en una sociedad democrática?

R. ¡Ah!, pero ¿alguien tiene ese poder? ¿El Parlamento? Pues entonces, el Parlamento sería la razón humana o sería el Monte Sinaí... El Parlamento es una institución muy importante pero no define quién tiene derechos.

P. Entonces, en su opinión, ¿quién crea y define esos derechos?

R. Los derechos los crea y los define la naturaleza y la razón humana; y está claro que los Parlamentos no son, no pueden ser, la instancia última de la legitimación de esos derechos que, para la Iglesia, solo en Dios está esa instancia última. Y, mire usted, estos gobernantes que dicen que los homosexuales tienen este derecho a contraer matrimonio son los que me tienen que demostrar que existe ese derecho. O sea, que me digan por qué Felipe González estaba ciego y Zapatero ha visto la luz. ¿Por qué nadie propuso antes que se reconociese ese derecho?

P. Por la misma razón que antes no había una ley que protegiera a las mujeres contra la violencia de sus parejas y la Iglesia les recomendaba la resignación cristiana. Me pregunto si usted en el fondo piensa, la Iglesia piensa, que los homosexuales simplemente son unos viciosos.

R. Creo que estamos hablando de cosas muy distintas, usted y yo. Pero usted no puede afirmar que la Iglesia no tenga actitudes de comprensión y misericordia frente a los homosexuales, porque están ahí sus documentos. Mire, la cuestión es que con la invención de este derecho al matrimonio de los homosexuales, se violenta la razón humana y puede tener consecuencias para la vida social... En cuanto a si los homosexuales son viciosos... pues depende... porque los hay de todo tipo y, desde luego, lo que no está claro, es que el origen de la homosexualidad sea biológico, no está nada claro eso...

P. Lo que sí parece claro, aunque en política nunca se sabe, es que Zapatero está decidido a llevar a cabo sus planes legislativos. ¿Está la Iglesia católica preparada para un choque de trenes?

R. Bueno. Si nos atenemos a lo que oímos de los que hablan en nombre de Zapatero, hay que creer que el Gobierno está dispuesto a mantener los acuerdos con la Iglesia, los acuerdos por los que se rige la libertad de la Iglesia en España. En ese sentido, no habrá un choque de trenes, mientras el Gobierno no ponga en juego la libertad de la Iglesia. Y la Iglesia no tiene por qué pensar que esto se va a poner en juego. Pero no nos engañemos. Las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno son correctas, pero son difíciles, porque en estos momentos hay grandes discrepancias en cuestiones que, para nosotros, son muy importantes. Sin embargo y pese a todo, la Iglesia católica no pretende cambiar las reglas del juego. No pretende volver al estado confesional, en contra de lo que se está diciendo para desprestigiarnos. En cualquier caso, queda claro que la Iglesia va a mantener siempre la paz social; no va a promover la guerra civil, ni a romper las relaciones con el Gobierno.

P. Es que estaba pensando en el plan de movilizaciones que están ustedes promoviendo contra el Gobierno, aunque pongan de pantalla a las organizaciones sociales, en esa práctica tan conocida de "tirar la piedra y esconder la mano"...

R. ¿Usted cree que la Iglesia tiene esa práctica en España? Le diré que la Iglesia no está detrás de esas movilizaciones, aunque las comprende y alienta, porque son derechos democráticos que el Gobierno no puede negar. En cualquier caso, esos ciudadanos son responsables de lo que hacen porque nadie les presiona para que se movilicen aunque, desde luego, sus razones son nuestras razones. La Iglesia no se oculta, sino que tiene otra forma de actuar, como son los intentos de diálogo, de acuerdos... Pero tengo interés en que quede muy claro que la Iglesia no va a alterar la paz social ni se plantea ningún tipo de ruptura.

P. La Iglesia se siente perseguida, dicen ustedes. La verdad es que se beneficia de una cuantiosa aportación económica, que les llega desde hace muchos años, de las arcas del Estado. Es una forma muy singular de persecución, ¿no le parece? Imagínese que Zapatero decide suspender la subvención y pasarles la factura de lo que no han devuelto.

R. ¡Imagínese usted que la Iglesia decide pasarle la factura al Gobierno del valor de su aportación en concepto de ayuda social! Le aseguro que sería incalculable, que no estaría muy claro quién debe más a quién. Pero que estén tranquilos, que la Iglesia no va a pasar factura al Gobierno, porque somos gente seria y actuamos por principios. No sé cómo hay que llamarle a lo que está pasando, si no se quiere llamar persecución; pero le aseguro que, para nosotros, las diferencias que estamos sufriendo en cuanto a la enseñanza de la religión es algo mucho más importante que los 30 millones de euros que nos dan al año, que tampoco es una cantidad desorbitada. Yo le digo y le repito que nosotros no entendemos por qué se nos impide organizar la enseñanza de la religión católica tal y como queremos. Solo un prejuicio antirreligioso puede explicarlo.

El portavoz de los obispos, Juan Antonio Martínez Camino.
El portavoz de los obispos, Juan Antonio Martínez Camino.LUIS MAGÁN

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