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Columna
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Cisma

La crisis citrícola continúa. Estos días hemos podido ver a los representantes de las organizaciones agrarias, Cristóbal Aguado (AVA), Joan Brusca (Unió de Llauradors) y Josep Torrent (Fecoav) manifestándose en protesta por las presuntas acciones de "dumping" protagonizadas por alguna gran superficie. Está bien quejarse, y sobre todo, hacerlo conjuntamente, pero resulta complicado poder probar que se comercializa por debajo del precio de coste. Sin embargo, la experiencia indica que no está ahí la causa del problema y que tampoco se solucionará destruyendo 250.000 toneladas de fruta. Las raíces de estas dificultades arrancan de antiguo. Fácilmente se puede llegar a la conclusión de que se trata de un enfrentamiento sectorial, mezclado con una fractura social y la necesidad de una directriz política. La superproducción, las plantaciones ubicadas en zonas no adecuadas para este cultivo y la competencia de países que disponen de costes más bajos, constituyen razones añadidas.

A lo largo de la historia de la comercialización naranjera han ocurrido episodios de intervencionismo de la Administración, de acuerdo con diferentes criterios políticos. El sector citrícola necesita libertad para desarrollarse. Pero la libertad no es equivalente a caos. Todo lo contrario. Las administraciones públicas (estatal y autonómica) deben aprestarse para mitigar y compensar los excesos y la falta de previsión de los sectores. Cada cual ha de tomar sus decisiones, pero el sector público tiene la responsabilidad de orientar, recomendar, primar, subvencionar y proteger los cultivos en las acciones que necesariamente no pueden ser privadas. Y un sector tan atomizado como el citrícola requiere atención y acciones colectivas que permitan defender los derechos particulares de los agricultores y del resto de subsectores que dependen de esta producción.

El momento clave en la evolución del sector citrícola hay que localizarlo en la ruptura que se produjo a partir de 1986, cuando se transformó el antiguo Comité de Gestión de la Exportación Frutos Cítricos donde coincidían, bajo el paraguas de la Administración Central, agricultores, cooperativas, empresas exportadoras y la industria. Más concretamente en el sector exportador se consumó un cisma entre cooperativas y exportadores privados que ha tenido consecuencias negativas para todos.

Y falta aclarar quién manda en este sector. Cuando repasamos los acontecimientos se observa una correlación entre las distintas fases de auge o declive y su influencia política, que va siempre acompañada de la que corresponde a las diferentes organizaciones representativas. La Administración, cuando se produce la convergencia, acaba respetando al sector, si permanece unido.

Habría que comenzar desde cero, con una decidida acción arbitral de la Administración, para salvar la ineficacia de una fórmula que no funciona con el esquema de Intercitrus. Cada día que pasa está más claro que, bien la citricultura española logra sus supervivencia conjunta, o el desastre puede ser general y en beneficio de muy pocos. La reducción del peso relativo de los cítricos en el conjunto de actividades productivas y la carencia de influencia política, explican el resto de una película a la que no se le ve un final feliz.

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