Tras los duendes del bosque
Una ruta por el occidente astur, entre naturaleza y tradiciones
Parece la entrada al mundo imaginario de la mitología asturiana. La sensación es tal que se podría esperar que en la puerta de la panera -que hace de recepción- apareciera el trasgo con sus bromas. Pero no sale el gnomo de manos agujereadas, sino Lola Pedrote y Chuso Pérez, que dan la bienvenida al Museo del Bosque, en la aldea de Muñalén, a tres kilómetros de Navelgas, en el concejo asturiano de Tineo. Es éste un museo vivo, en el que se recrea de forma didáctica la relación del hombre con el bosque, se explica la arquitectura típica, el uso de la panera para la conservación de alimentos, y su diferencia con el hórreo: la primera tiene planta rectangular, y el segundo, cuadrada. A la izquierda surge un sendero que se interna en la espesura. Es la entrada a un bosque de tres hectáreas con paneles que identifican las diferentes especies autóctonas, y donde se ven los usos, ingenios y construcciones tradicionales. Castaños, abedules y fresnos eran utilizados para hacer toda clase de objetos de uso doméstico y agrícola, como cestos, utensilios de cocina, cunas, yugos, batanes y las propias herramientas del carpintero. Asombra el cortín de piedra levantado a media ladera para resguardar la producción de miel de la voracidad de los osos; más adelante se encuentra una carbonera, que utilizaban para fabricar carbón vegetal; un horno de cal o caleiro, el molino...
A lo largo de un kilómetro surgen nuevos artilugios y explicaciones, se identifican las huellas de corzos, jabalíes, tejones y ardillas, o deslumbra el color de fresnos, abedules, castaños, hayas y robles. Es una riqueza celosamente guardada por la bruma, ese personaje omnipresente en el paisaje astur que se chorrea por las montañas hasta cubrir valles, bosques y brañas.
Vaqueiros de alzada
Muy cerca se encuentra la aldea de Naraval, con el único museo donde se recrea la cultura de los vaqueiros de alzada, que se dedicaron a la ganadería trashumante entre los siglos XVI y XX. Ya en Navelgas, los excursionistas se pueden frotar las manos: se encuentran en plena ruta del oro. Fueron los romanos quienes primero buscaron por estos intrincados parajes las laminillas de oro que arrastran sus ríos. Hoy, el bateo de oro se ha convertido en un deporte de naturaleza, y en pleno centro del pueblo, en meses más cálidos, se puede batear hasta encontrar diminutas pepitas. La Asociación Barciaecus, con Pedro Queipo a la cabeza, organiza esta actividad: en julio de 2005 se celebrará el Campeonato Europeo de Bateo, y está previsto inaugurar un museo del oro.
Saliendo de Navelgas, en dirección a Luarca, antes de llegar a una gasolinera hay que desviarse a la derecha y seguir la pista que lleva a la bolera, donde se han recuperado los bolos de Tineo, tradición que se remonta a los celtas y nada tiene que ver con el juego conocido. Al lado de la bolera aparece una ruta que lleva a una antigua explotación minera romana y en la que aún se pueden ver trincheras subterráneas, canales y lavaderos.
- Museo del Bosque (985 80 63 10). De 12.00 a 14.00 y de 16.15 al atardecer. Precio: adultos, 3,60 euros; niños, 2,40.
- Museo Vaqueiro (985 80 48 35). Sólo visitas concertadas. Precio: 1,50 euros por persona.
. Asociación de Bateadores (985 80 60 41).
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