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Turquía acepta las condiciones para negociar

El Gobierno de Ankara se compromete a reconocer a Chipre antes del 3 de octubre

Carlos Yárnoz

La UE y Turquía sellaron ayer en Bruselas el arranque de una nueva etapa de enorme trascendencia para la paz y estabilidad de Europa y del mundo porque alumbra la probable inclusión del gran país musulmán en el proyecto común de construcción europea. El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, aceptó las estrictas condiciones sin precedentes que le impuso la Unión y se comprometió a reconocer a Chipre.

El acuerdo final entre Erdogan y los 25 sólo fue posible después de unas tensas horas
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Con la mirada puesta en el 3 de octubre, día en que se iniciarán las negociaciones de adhesión, Erdogan se comprometió a dar un primer paso para reconocer a Chipre, aunque sólo sea de facto, antes de esa fecha. "Turquía ha aceptado la mano que se le tendía. Hoy todos hemos escrito historia", declaró el presidente de la UE, el holandés Jan Peter Balkenende.

"Lo ocurrido ayer demuestra que quienes creen en un choque de civilizaciones están equivocados, porque podemos trabajar juntos", destacó el primer ministro británico, Tony Blair, el principal valedor europeo de Ankara. "Turquía ha tomado su futuro en sus manos", señaló el presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso. "Con la ayuda de todos, el viaje será un éxito y al final entrarán en la Unión", comentó el secretario general del Consejo, Javier Solana. "Habrá matrimonio", auguró el presidente francés, Jacques Chirac.

"El Consejo [los 25 jefes de Estado y Gobierno de la Unión] ha decidido que Turquía cumple suficientemente los criterios de Copenhague

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[democracia, derechos humanos, respeto a las minorías y Estado de derecho] para entablar las negociaciones de adhesión". Así consta en el principal punto de las conclusiones de la cumbre que terminó a media tarde, aunque condiciona tal decisión a que Turquía aplique seis reformas, relativas sobre todo a la modernización de los códigos Penal y Civil.

Los Veinticinco expresaron su pleno apoyo al secretario general de la ONU, Kofi Annan, en momentos de acoso en Estados Unidos. El presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, negoció con su homólogo polaco la incorporación en el texto final de la cumbre de que el reparto del coste de la ampliación debe ser "equitativo", una exigencia de Madrid ante el riesgo de que todos los fondos vayan a los nuevos socios.

El acuerdo final sólo fue posible después de unas tensas horas en las que Erdogan se resistió a aceptar la fórmula elegida por los Veinticinco para que Ankara se comprometiera a ese reconocimiento de Chipre antes de que el primer ministro turco abandonara Bruselas. La fórmula consistía en que Erdogan y la Comisión "rubricaran" el protocolo para actualizar el acuerdo aduanero de Turquía con la UE (Acuerdo de Ankara de 1963) con el fin de extenderlo a los Veinticinco y, por tanto, también a Chipre, lo que suponía un primer paso para el reconocimiento de este país.

Erdogan no aceptó esos términos. Se desplazó a las 8.30 de la mañana al lugar de la cumbre, la sede del Consejo de la Unión, y lo comunicó al presidente de la UE, el holandés Jan Peter Balkenende. Enseguida tomaron cartas en el asunto el británico Blair y el canciller alemán, Gerhard Schröder. Pasadas las tres de la tarde, trascendió que había acuerdo.

El pacto final incluyó algunas concesiones a Ankara. La primera y más importante: el anexo ya no obligaba a los turcos a rubricar ayer mismo el mencionado texto, sino que se comprometen a suscribir el Acuerdo de Ankara con todos los socios de la UE antes del 3 de octubre de 2005. "Esa firma no es un reconocimiento formal, legal, pero sí supone un paso importante", admitió Balkenende. No lo es "en absoluto", dijo Erdogan.

Logró así Erdogan una baza más en una jornada que le ha convertido en uno de los grandes líderes de la historia de Turquía por su habilidad y arrojo para conseguir que su país quede anclado con Europa, que marca así sus potenciales últimas fronteras en el Este y acrecienta su influencia geoestratégica en pleno Oriente Próximo.

Aun así, Turquía aceptó unas condiciones para negociar que no sólo no tienen precedentes en las cinco anteriores ampliaciones de la UE, sino que han acabado siendo las más duras de todas las versiones manejadas en estos tres pasados meses. Sobre todo porque la inicial cláusula de salvaguardia permanente para limitar el libre establecimiento de trabajadores turcos en toda la UE se extendió también a las ayudas agrícolas y a los fondos europeos.

A tan leoninas reservas se sumó en las conclusiones la afirmación de que "las negociaciones son un proceso abierto cuyo resultado no puede garantizarse de antemano" porque, además, las conversaciones pueden quedar suspendidas si Turquía incumple principios democráticos básicos. O sea, que no hay garantía de adhesión al final del túnel, cuyo recorrido se prolongará, como mínimo, hasta 2014.

El proyecto de conclusiones añadía que, si las negociaciones se rompen definitivamente, "deberá garantizarse que dicho candidato esté asentado por entero en las estructuras europeas a un vínculo lo más fuerte posible". No era el Plan B de la "asociación privilegiada" que acabó defendiendo en solitario el canciller austriaco, Wolfgang Schüssel, pero se le parecía bastante para disgusto de Erdogan. Segunda concesión al líder turco: ese anclaje a las estructuras europeas, a sus políticas o a sus proyectos, dependerá de la voluntad turca, y no sólo de la Unión.

Al aceptar Turquía las condiciones, aunque ligeramente suavizadas, se cerró una escena perfectamente programada por los Veinticinco y Erdogan. En la noche del jueves, la UE anunció los dos hechos irrenunciables para Ankara: una fecha concreta para iniciar las negociaciones y el compromiso de que esas conversaciones tienen "el objetivo compartido de la adhesión". Con semejante baza en la mano, Erdogan pudo escenificar durante unas horas que se hacía de rogar y arrancaba alguna ventaja, con lo que transmitió a sus ciudadanos que vendía caro el primer gesto para reconocer a Chipre.

En la sede del Consejo todo eran sonrisas, parabienes y felicitaciones, champaña incluido en copas suministradas por representantes de los cuatro actuales candidatos (Turquía, Bulgaria, Rumania y Croacia). Y abrazos de Erdogan a los Veinticinco. Incluso agarró breves instantes del brazo al primer ministro chipriota, Tassos Papadopoulos.

Pero lo duro viene ahora. Frente al amplio rechazo actual de muchos europeos a la posible entrada de Turquía, serán las autoridades y los ciudadanos turcos los que tengan que demostrar en estos próximos años que asumen y respetan los principios y valores democráticos de la UE. Y serán también los ciudadanos europeos los que tengan que demostrar su capacidad de convivencia con otra cultura y un pueblo que practica mayoritariamente una religión distinta al cristianismo. Conscientes del reto, los líderes europeos se comprometieron ayer a lanzar un diálogo "político y cultural" entre ambas partes en el que participe la sociedad civil.

Silvio Berlusconi, Tony Blair y Recep Tayyip Erdogan (de izquierda a derecha) charlan durante una reunión ayer en Bruselas.
Silvio Berlusconi, Tony Blair y Recep Tayyip Erdogan (de izquierda a derecha) charlan durante una reunión ayer en Bruselas.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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