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Columna
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Sexo de Navidad

Vicente Molina Foix

Por incongruente que parezca, las putas no paran de trabajar en estas fechas. Ni los putos. A mano no dispongo ahora mismo de estadísticas, pero me sobran ojos. He visto en una noche helada de esta semana a descomunales travestis, más desnudas y mucho más agraciadas de lo que vinieron al mundo, cortar la circulación de automóviles en la glorieta de Rubén Darío y el hipo a los peatones. He visto, desde un taxi que me traía de los estudios de grabación de Prado del Rey, a no menos hermosas mujeres africanas deambulando ateridas por la Casa de Campo, llena de coches con un conductor al volante en horas de la mañana en que hay que ser muy hombre para tener ganas. He visto algunas calles y ciertos bares de la zona de Chueca bullendo de muchachos austrohúngaros que venden sus apreciables encantos arios a los señores de por aquí. Todo esto con un fondo de villancicos, castañas asadas y luminotecnia vanguardista. Creo que entre las palabras encendidas que Eva Lootz ha puesto en el paseo de Recoletos no está "prostitución". Y podría.

Después de su grotesca campaña contra el ruido (más estridente cuanto más institucional: la sirena de los bomberos, los vehículos de limpieza y recogida de basuras...), el Ayuntamiento de Madrid pasa directamente a la agresión al ciudadano. "Porque tú pagas existe la prostitución", reza lo que Ana Botella, al frente de la Concejalía de Empleo y Servicios al Ciudadano, patrocinadora de los nuevos anuncios, ha mandado poner en los autobuses municipales. "No contribuyas a perpetuar la explotación de seres humanos", dice el mismo cartel en letra pequeña. Escribo estas líneas, pues, como acusado, algo que todos nosotros -en potencia- podemos ser para la concejala, apodada ya por muchos La Buttigliona.

Es característico de un pensamiento reaccionario inculpar a las víctimas y a los más inocuos y menores delincuentes de los delitos mayores que el sistema político inmovilista jamás desea corregir. En un mundo ideal, es cierto que ningún hombre ni ninguna mujer (y mucho menos un niño o una niña) debería exponer su carne al pago de un precio, ni pagar nadie cantidad alguna a cambio de tales actos sexuales. Pero ese mundo o estado de cosas no sólo está lejos de alcanzarse, sino que partidos representativos de la oligarquía como el PP son los más responsables de su perpetuación. De explotaciones y hurto de derechos a los integrantes de grandes minorías sociales saben la tira la citada concejala y sus correligionarios (por no hablar de lo que saben o prefieren ignorar acerca de la explotación de bombas ilegales en Irak y aviones-carraca en Turquía).

En la novela Estado fronterizo, del escritor de Tallin Emil Tode, se narra la historia de un joven estudiante que deja Estonia becado por el Gobierno francés y, a lo largo de sus peripecias europeas, bordea la condición de gigoló; en una de las páginas leemos lo siguiente: "Toda la Europa del Este se ha convertido en un enorme burdel. Todos, desde los gobernantes hasta los vendedores de diarios, pasando por los catedráticos universitarios, están dispuestos en todo momento a escuchar los más peregrinos discursos sobre la democracia y la igualdad, sobre cualquier cosa, hechos a la carta, al gusto del consumidor, con tal que éste pague religiosamente el servicio, ¡faltaría más!" (cito por la traducción de Alberto Lázaro y Ruth Lias, Tusquets Editores).

La mercancía humana que en los días de Navidad se pone también a la venta en nuestras calles está compuesta en su gran mayoría de inmigrantes: de Europa del Este y de los demás puntos cardinales de la pobreza. Mientras, la Europa rica confecciona su lista de pedidos y paga. Sobre esta campaña de culpabilización botellona del consumidor carnal se me ocurren dos cosas. Una tiene forma de recuerdo: el de los numerosos altos cargos municipales o autonómicos del PP pillados no sólo usando los servicios de las chicas de alterne aquí y en el extranjero, sino abusando de nosotros a la hora de pagarlos (con dinero público). La segunda es una especie de contra-eslógan que lanzo a la vez a los directivos de Telemadrid -después de haber estado siguiendo dos semanas los debates del 11-M y las noticias políticas de sus informativos- y a mis conciudadanos: "Porque tú pagas existe la televisión".

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