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Columna
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Anestesia

El PP habría enviado un documento cerrado de las reformas del Estatuto de Autonomía que apoya a las Cortes Valencianas, mientras que PSPV-PSOE y Entesa deseaban no sólo una agenda abierta para la reforma sino la apertura institucional de un proceso de participación de la sociedad civil en ésta. Si a ello unimos que el Consell quiere cerrar el trato con premura, de modo que la reforma llegue la primera al Congreso, podríamos encontrarnos, o bien ante una sagaz manera de apostar por una discreta -pero segura- reforma, o bien ante el propósito de evitar a toda costa que las reivindicaciones de los catalanes para con su Estatuto acaben creando falsas expectativas en un país como el nuestro, donde ninguno de los dos grandes partidos querría verse como responsable de no haber propiciado ir más allá.

Mientras el PP parece apostar por una reforma de mínimos, con algunos puntos de toda manera imprescindibles para la ocasión, la oposición parlamentaria, y también la extraparlamentaria ya han organizado sus propios procesos de debate y están invitando a la sociedad civil a sumarse a la discusión, dando por sentado que si se abre la veda es para realizar un balance crítico de la idoneidad de mantener las deficiencias o bien de enmendarlas en los ámbitos del diseño institucional de nuestro autogobierno, del régimen lingüístico, del alcance de las competencias, del modelo de financiación, de la articulación territorial, de las relaciones con Europa, del régimen electoral, de los derechos de tercera generación, etcétera, etcétera.

Los partidos de la oposición, pues, parten de la base de aprovechar el clima abierto por el nuevo gobierno de España en materia de reforma de los Estatutos de Autonomía, y puede que, quizás también, de lo que entienden es una reivindicación mayoritaria entre los valencianos.

Pues bien, lo primero es obvio, pero lo segundo, si de verdad están pensando en eso, no puede estar más alejado de la realidad, por duro que resulte admitirlo; porque los valencianos, en materia de reforma del EACV, estamos muy verdes, es decir, poco motivados, y aún menos interesados. Encuestas realizadas para el ámbito valenciano con antelación a que se empezase a hablar del asunto (en realidad sólo de septiembre hacia aquí) arrojaban datos bastante claros del interés que la reforma suscita, pues si bien ya sorprende que ocho de cada diez valencianos declaren que no tienen una idea clara de lo que es el EACV, no es menos decepcionante que sólo dos de cada diez se muestren de acuerdo, de modo genérico, con la reforma, mientras que más de tres de cada diez se muestren contrarios a la misma, y más de cuatro de cada diez no sepan qué contestar ante la pregunta.

Que estos datos básicos pongan de manifiesto que el tema específico de la reforma es algo que preocupa más bien poco al conjunto de los valencianos no significa que no se valore lo que nuestra autonomía ha supuesto para nuestro progreso, o que no estemos satisfechos en cómo se ha desarrollado nuestro autogobierno; pero la satisfacción con lo que tenemos tiene que ver con la opinión relativamente mayoritaria contraria a la reforma.

Que las fuerzas mayoritarias se adhieran con entusiasmo al proceso no oculta que ese correlato popular que le habría de dar impulso está, o muy diluido, o en manifiesta minoría, quizás porque a nuestro pueblo lo tuvieron deliberadamente bajo el signo de una cómoda y estudiada anestesia política.

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