_
_
_
_
_
Reportaje:

Una rendija en el tiempo

La sede de Gas Natural culmina sus 20 pisos en la Barceloneta con la Torre de las Aguas como testigo

Si 100 años pudieran resumirse en un instante, la fotografía que ilustra esta página, captada ayer, lo reflejaría admirablemente. En primer plano, la nueva sede que Gas Natural levanta en un edificio de 20 plantas en la Barceloneta. Y al fondo, erguida entre el hueco que forman las moles de cristal, como una rendija en el tiempo, la Torre de las Aguas modernista, construida en 1905 en la vieja fábrica de gas, cerrada poco antes de los Juegos Olímpicos, en 1988.

No es corriente que una empresa regrese al lugar donde nació. Gas Natural, la vieja Catalana de Gas, no sólo ha sobrevivido 163 años, sino que su sede volverá el próximo otoño al lugar donde levantó su fábrica. La empresa dejará su histórica sede del Portal de l'Àngel y cerca de un millar de empleados trabajarán donde los prohombres del gas en Barcelona, el francés Charles Lebon y el tarraconense Pedro Gil, levantaron la fábrica que dio la primera luz de gas a la ciudad.

La empresa levanta su 'cuartel general' junto al lugar donde Lebon y Gil la crearon en 1841
Más información
La torre del gas toca techo

La nueva sede de la empresa ha sido diseñada por los arquitectos Enric Miralles y Benedetta Tagliabue. Ya está totalmente levantada y casi acristalada junto a la vieja reliquia modernista del arquitecto Josep Domènec Estapà. La torre modernista se levantó para guardar las aguas amoniacales derivadas de la fabricación del gas con carbón de hulla inglés. El diseñador Quim Larrea define la Torre de las Aguas como ejemplo de "la arquitectura industrial catalana de primeros de siglo". A su lado se encuentra uno de los cinco gasómetros que tuvo la vieja fábrica de gas y cerca el edificio de oficinas de Catalana de Gas, que será un centro dedicado a las nuevas energías, precisamente en la que fue una de las zonas más contaminadas de la ciudad.

La verdadera historia del gas arranca en las calles de Barcelona en 1842. El alumbrado público por gas terminó con la estampa callejera de 60 empleados municipales que portaban una caja de candilejas, una escalera de mano y un farolillo para encender los faroles de aceite, según narraba en un amplio informe, en abril de 1934, la revista mensual de la Sociedad de Atracción de Forasteros, dedicada ya entonces al noble fin de promover el turismo en la ciudad.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

La producción de gas había arrancado en 1841, cuando el Ayuntamiento otorgó un contrato por 15 años a Lebon para iluminar las calles por gas, que entonces sólo se alumbraban en algunas zonas en las noches sin luna. Lebon era el socio industrial que atesoraba los conocimientos técnicos para obtener gas a partir del carbón de hulla. Buscó un socio capitalista y lo encontró en Pedro Gil, un potente empresario que era dueño de un terreno junto a la playa de la Barceloneta donde se acabó instalando la planta de gas, explica Mercedes Arroyo en su tesis doctoral La industria del gas en Barcelona 1841-1933. El lugar elegido, junto a la playa, era el óptimo: cerca del mar, por donde llegaba el carbón de hulla desde Newcastle, y al borde de la vía del ferrocarril hacia Mataró, el primero de España, inaugurado pocos años después, en 1848. Ambos socios formaron la Sociedad Catalana para el Alumbrado por Gas y allí funcionó la fábrica entre 1841 y 1988.

Lebon y Gil no se entendieron. Sus disputas fueron largísimas. De ellas es reflejo el archivo histórico de Gas Natural, a cargo de Anna Bragulat. Allí se guardan documentos sobre las discrepancias de ambos empresarios, que no impidieron que la empresa siguiera su camino sin Lebon a partir de la década de 1870, cuando el francés se convirtió en un pertinaz competidor de La Catalana.

Las primeras calles alumbradas por gas estaban junto a la plaza del Palau. El tubo salía de la fábrica de la Barceloneta, cruzaba lo que ahora es la Ronda Litoral y saltaba hasta las calles Sant Miquel, Sant Joan y Sant Ferran, explica Bragulat. En una segunda fase se canalizaron el paseo de Isabel II y las plazas de Santa Maria, de Sant Jaume y del Àngel, entre otras. Después les tocó el turno a la parte baja de La Rambla y las calles de Avinyó, Ferran, Cignàs, Regomir, Nou de la Rambla y Hospital, entre otras. Más tarde empezó el consumo de gas doméstico y en cuatro décadas la red se extendió por el Eixample.

La fábrica creció y compró terrenos adyacentes. Ni los intensos bombardeos que cayeron sobre ella en la Guerra Civil lograron parar su actividad. Josep Orts, que ha estudiado los bombardeos en la Barcelona durante esta etapa, dice que "la fábrica de Catalana de Gas sufrió al menos siete bombardeos durante la contienda". El primero, el 29 de mayo de 1937, y el último, el 24 de enero de 1939, dos días antes de la entrada de las tropas franquistas en Barcelona.

En un año tan reciente como 1960 la empresa cambió el sistema de producción: prescindió del carbón de hulla inglés y lo sustituyó por las naftas para producir el gas.

A partir de la década de 1960 los tiempos corrieron deprisa. El ingeniero Pere Duran Farell fue nombrado director general en 1960 y en 1969 logró la primera importación de gas natural de Argelia. No lo tuvo fácil el perseverante ingeniero, que durante años fue a contracorriente. Su rival era Luis Valero Bermejo, entonces poderoso presidente de Butano y de Campsa, en la órbita del sector público. En 1996 se inauguró el gasoducto de Argelia y hoy el gas llega por él o por barco. Vida larga la de esta empresa, hoy multinacional, que nació con una concesión por 15 años.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_