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Columna
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Lo que dicen de sus oponentes

Soledad Gallego-Díaz

Lo que es rechazable, lo que es peligroso de los extremistas no es que sean extremos, sino que son intolerantes. "Lo malo no es lo que dicen de su causa, sino lo que dicen de sus oponentes". La frase, de Robert F. Kennedy, describe muy precisamente lo que pasa con la extrema derecha en cualquier lugar del mundo, incluida España: el uso de la mentira y el descrédito del oponente son su principal arma, porque su proyecto político no tiene capacidad de convicción ni es atractivo. En eso consiste el trabajo fundamental de los defensores de la extrema derecha y en eso, extrañamente, consiste, quizás, su reclamo para sus seguidores.

Cada vez más, la extrema derecha renuncia a los antiguos símbolos fascistas para quedarse con la esencia de esa manera de ser y de actuar: el ataque personal y la mentira persistente, inmisericorde, contra el oponente. Un simple paseo por las páginas en Internet demuestra el éxito creciente que tiene ese camino entre sus filas y lo modernizados y ágiles que resultan sus nuevos canales de contacto y proselitismo.

Lo rechazable de gente como los integrantes de Gruporisa no es lo que dicen de su causa. Lo rechazable, como en otros ídolos de la extrema derecha, es su brutal capacidad de insulto (también contra Mariano Rajoy), demostrada "sin complejos", y sin el menor freno, en los montajes pornográficos que colgaron de la red con fotografías de las mujeres que son ministras en el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Y lo rechazable de todos los demás (de derecha o de izquierda) es que no reconozcamos inmediatamente de qué se trata y que no digamos en voz alta que eso, simplemente, es una muestra de fascismo clásico.

Sorprende que El Grupo Risa (integrado por Fernando Etxeverría, Óscar Blanco y David Miner), que trabaja a diario en el programa La Mañana de la Cope, y que proclamó esta semana que "no le une ningún vínculo con otras direcciones (electrónicas) que de modo equívoco juegan con su nombre", se lo haya tomado con tanta deportividad. Es como si hubieran puesto su nombre como firma de uno de los trabajos de pornografía infantil que circulan por la red y ellos se lamentaran "del equívoco" y renunciaran a presentar una denuncia. También es verdad que el equívoco fue tan grande que algún compañero, sin duda distraído, mantuvo durante algún tiempo un link (entrada directa) desde La Mañana con la página equivocada del Gruporisa.

La misma contención demostró la Conferencia Episcopal al explicar lo ocurrido. Ni una palabra de condena por la pornografía ni de solidaridad con las agredidas. Ni una palabra para salir al paso de esas técnicas o para animar a sus seguidores a que las denuncien.

Habrá que esperar que, sin embargo, los obispos, aunque sea en silencio y sin publicidad, estén afinando el olfato y el sentido para evitar que algunos de entre ellos vuelvan a caer en los errores del pasado, prestando cobijo a los extremistas, intolerantes personajes sin discurso político y con verbo encendido, que en otras ocasiones han caminado con ellos, arrimando la yesca a cualquier estopa cercana.

Habrá que esperar que estudien con cuidado quiénes son los que, entre bromas y en modernas webs, siguen siendo capaces de animar al empleo de la porra y la administración del ricino mientras rezan y se declaran defensores de su doctrina católica. Habrá que esperar que sepan que el Gruporisa es un claro ejemplo de las técnicas de la extrema derecha que circulan por Internet y que no sólo sus integrantes sino también sus defensores e impulsores han heredado el combativo espíritu de los fascistas de siempre.

Aclarado afortunadamente el equívoco, habrá también que recordar lo que escribió la filósofa Hanna Arendt: "Lo que hace tan fácil asumir que la hipocresía es el vicio de los vicios es que bajo la cobertura de cualquier otro puede existir la integridad. Es verdad que el crimen y el criminal nos enfrentan con la perplejidad del mal absoluto; pero sólo el hipócrita está verdaderamente podrido hasta el corazón". solg@elpais.es

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