Grande y pequeño
Aprovechamos mi amiga Clara y yo el puente de la Constitución para pasarlo en Francia. Y estábamos cenando en un restaurante, riéndonos mucho con las laminillas transparentes que nos habían servido como queso, sin advertir la proximidad del camarero que se dirigió a nosotras en la lengua de Montaigne: -"Otras siete bombas en España".
No sé bien lo que pasó por mi cabeza. Quizás me sentí gaditana de las que se hacían tirabuzones con las bombas que tiraban "los fanfarrones". O es que, después de años de conmoción por las víctimas de atentados, lo de estos días me parezca una nimiedad. El caso es que le respondí muy chula: "Siete bombas... muy pequeñas". Él replicó cortante: -"Siete bombas".
Me encontré pillada. Con vergüenza de parecer una vasca que restaba importancia a un acto terrorista porque hubiera sido ejecutado por "los nuestros".
Entendí que lo que aquel hombre afirmaba es que el terrorismo, de grande, o baja intensidad, es desmesura. Aunque no tenga consecuencias para la vida humana, poner bombas es una falta de urbanidad imperdonable. Porque siempre supone un menosprecio de nuestra común humanidad.
En cuestión de intensidad, Barrio Sésamo enseñó a los españoles la diferencia entre mayor y menor; y el resto lo hemos resuelto con aumentativos y diminutivos. En Francia, sin embargo, los escolares trabajaron más la diferencia entre "grande" y "pequeño"; y cuándo es aplicable y cuándo no. Por ejemplo, en un salón de té nos habíamos llegado a ilusionar con un letrero que anunciaba Grand-chocolat: lo grande era el espacio ocupado por la taza y no la cantidad de cacao que se mezcla con agua blanquecina. Al salir pedimos un taxi por teléfono y nos respondieron que llegaría en un petit quart d'heure que resultó ser una gran media hora. Misterios de la grandeur para la que no estamos preparados, porque, antes de Barrio Sésamo, ni siquiera tuvimos a De Gaulle.
Los vascos no llegamos a entender la diferencia entre "dentro" y "fuera", demasiado ocupados con el "ser" y el "no ser". Por eso nuestro gobierno anda siempre con un pie dentro y otro fuera, sin lograr aclararse y sin dejarnos tiempo a los demás para pensar en otras cosas.
Este fin de semana he aprendido que las bombas depositadas en los espacios públicos no se clasifican en grandes y pequeñas; sino en que se coloquen o no. Atrapados entre la imposible competencia con los islamistas y el marcharse definitivamente a casa andan los etarras, un problema excesivo para ellos.
Y volviendo al camarero que me había dado la lección de actitud cívica, finalmente nos descubrió que él en realidad era polaco, que estaba muy a gusto en Francia, porque "también" es Europa. Terminamos la velada brindando por la Constitución. Sea, europea, española o polaca. Sin olvidar la francesa, la de la Grande Révolution.
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