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Reportaje:

Coches de nadie

El Ayuntamiento de Sevilla ha retirado desde el pasado enero 401 automóviles abandonados en la ciudad

Reyes Rincón

Los vecinos de la calle Progreso de Sevilla, en el barrio del Porvenir, llevan casi cuatro meses pendientes de la metamorfosis de un coche. Un Renault Laguna blanco con no más de seis años que está aparcado en el mismo sitio desde agosto. Y de ser un vehículo seminuevo, bien conservado y al que cualquiera le echaría el ojo en una feria de coches de ocasión, ha pasado a convertirse en más de 1.000 kilos de chatarra quemada que ocupan plaza de aparcamiento.

En una calle de un barrio residencial de casas y bloques bajos, casi todos saben quién suele aparcar en cada sitio. Por eso, cuando el Renault Laguna llevaba días sin moverse del lugar, los vecinos empezaron a interesarse por él. "Parece que era de alguien que vivía alquilado por aquí cerca", cuenta Alejandro Piñero, que regenta con su padre una frutería ubicada justo delante de donde está el coche. "Creen que se mudó y no volvió a por el coche".

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Al cabo de unos días, alguien le rompió los cristales y, desde entonces, empezó a servir de techo a indigentes y de casa de repuestos a dueños de otros coches, que le han ido quitando los retrovisores, el volante y piezas útiles. "Quién tenga un modelo igual ha hecho el negocio", bromea Piñero. Fue entonces cuando algunos vecinos alertaron a la Policía Local. A partir de entonces, arranca un protocolo vigente desde hace dos años en Sevilla.

Una vez que la policía recibe el aviso, está obligada a comprobar que el vehículo está abandonado. La prueba determinante es que le falten las dos matrículas, alguna rueda o "cualquier anomalía grave que impida su movilidad", explican fuentes municipales. Como el coche del Porvenir estaba en perfecto estado, la policía advirtió de que no lo podía considerar abandonado. Así que el propio Piñero y un compañero le quitaron las matrículas y volvieron a denunciar el caso. "Es un procedimiento de picaresca habitual de los vecinos", reconocen desde el Ayuntamiento.La policía debe entonces comunicarle la situación al propietario.

Si al cabo de un mes no lo ha retirado, el caso se publica en el Boletín Oficial de la Provincia y le colocan en un cristal una pegatina amarilla que indica que está abandonado. Desde ese momento, el coche pasa a ser considerado un residuo sólido urbano y la situación se remite a la empresa municipal de limpieza, Lipasam, que tiene adjudicada a dos empresas la gestión de estos residuos. "Le colocaron la pegatina en septiembre, pero como había gente que se metía dentro, se la quitaron", señalan vecinos.

Fuentes municipales explican que desde que se da el primer aviso hasta que el coche se retira pueden transcurrir entre cuatro y seis meses. Una vez retirado de la vía, las empresas están obligadas a descontaminarlo, es decir, quitarle la batería, la gasolina, el aceite y todo lo que suponga un peligro medioambiental. Apenas dejan el esqueleto convertido en chatarra que después se vende o recicla para otros usos.

El procedimiento vigente en el Ayuntamiento de Sevilla nació hace algo más de dos años, cuando la Policía Municipal tenía 300 denuncias de coches abandonados y ninguna forma de resolverlas. El Ayuntamiento encontró un paraguas legal para retirarlos conjugando el Plan Director de Andalucía, la Ley de Seguridad Vial y la Ley de Residuos Sólidos Urbanos de 1998. En 2003, se retiraron 292 coches y, desde enero pasado, se han retirado 401.

Muchos de ellos se han resuelto mediante un procedimiento express, que se aplica, según las mismas fuentes, cuando el vehículo supone un "riesgo físico", como el hecho de que ocupe la calzada o esté quemado. En estos casos, la retirada se supone "inmediata". En la madrugada del pasado 27 de noviembre los bomberos tuvieron que desplazarse a apagar las llamas que salían del Renault Laguna de la calle Progreso. Sin embargo, una semana después, sigue en el mismo sitio.

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Sobre la firma

Reyes Rincón
Redactora que cubre la información del Tribunal Supremo, el CGPJ y otras áreas de la justicia. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora de información local en Sevilla, corresponsal en Granada y se ha ocupado de diversas carteras sociales. Es licenciada en Periodismo y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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