Balas perdidas hace dos siglos
La Sociedad Wellington recuerda el asedio de la capital por las tropas de Napoleón
El excursionista que se ha acercado a Talavera de la Reina (Toledo), a poco más de 100 kilómetros de Madrid, puede encontrarse en su paseo por el campo con alguna esfera de plomo de un dedo de diámetro. Ante su extrañeza pronto encuentra otra similar, de diámetro menor. La Sociedad Wellington de Madrid tiene las respuestas a sus interrogantes sobre las bolitas. Su presidente, Stephen Drake-Jones, un profundo conocedor de la época napoleónica, se encargaría de explicarle la batalla que se libró aquí en 1809, cuando por primera vez durante la guerra de la Independencia (1808-1814) los ejércitos español e inglés se unieron para luchar contra los franceses.
Drake-Jones, para darle color, sacaría una antigua edición de las memorias de algún oficial británico que estuvo allí: "Los franceses nos bombardearon con metralla y balas hasta la hora del té, cuando el viento levantó una polvareda...".
Madrid se rindió al emperador hace justo 196 años, el 4 de diciembre de 1808
Todavía se pueden encontrar, a simple vista, muchas balas en este campo. Son balas de mosquete, las hay francesas y británicas; el calibre francés es un poco menor. Realmente muy poco, y, de encontrar sólo una bala, sería difícil decir de qué tipo era sin el asesoramiento de Stephen, para quien una bala de mosquete francesa es tan diferente de una británica como lo es un conejo de una liebre.
De mucho mayor calibre son las balas de cañón, de siete kilos, como la que aparece en la foto. Balas similares a ésta impactaron contra la Puerta de Alcalá el 2 de diciembre de 1808 para anunciar la llegada de Napoleón a las puertas de Madrid. Fueron disparadas desde una batería colocada donde ahora se yergue la Torre de Valencia, bajo la supervisión personal del Gran Corso. Madrid se rindió justamente hace 196 años, el 4 de diciembre, un contratiempo para el emperador, quien tenía ilusión porque lo hiciera el día 2, fecha del aniversario de su coronación.
Las actividades de la Sociedad Wellington se extienden, además, a otras épocas. Una vez Drake-Jones guió por las calles de Madrid a un grupo americano, cuya curiosidad por la historia se limitaba, esencialmente, a seguir los pasos de Ernest Hemingway. Se trataba de socios de un club hemingwaiano de Florida. Todos eran dobles de Hemingway, siete robustos norteamericanos de mediana edad, todos con idéntica barba canosa, gafas de sol, gorra de béisbol y ropa de safari. "La gente se volvió en la Gran Vía para vernos pasar", recuerda Drake-Jones. Y añade, citando a Mark Twain: "Yo, no es que quiera llamar la atención, pero sí que me gusta que la gente repare un poco en mí".
Un logro de la Sociedad Wellington de Madrid ha sido el monumento para rememorar la batalla de Talavera. Un día en los años ochenta, Stephen Drake-Jones llegó allí y se encontró las obras de la construcción de una autovía a través de lo que había sido el campo de batalla. Entonces, con el respaldo del diplomático español Leopoldo Stampa, montó una campaña para que se erigiera un monumento en el lugar. Algún modesto cenotafio, pensaba; pero el proyecto final fue algo más aparatoso.
La inauguración fue todo un acontecimiento, con presencia de dignatarios y militares de los tres países implicados. Hubo alguna fricción protocolaria acerca de la guardia de honor que escoltaba la bandera francesa: los franceses defendían su postura de que los fusiles de asalto que llevaban tenían que ir cargados. Al final del acto, Drake-Jones repartió balas de mosquete como recuerdo.
El acto tuvo poca repercusión en la prensa, recuerda Stephen Drake-Jones. "Las dos Alemanias se reunificaban ese mismo día y eso acaparó los periódicos. El monumento no salió apenas en la prensa, y mi cara, mucho menos. ¿Cree que es justo?".
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