De Seattle a Hong Kong...
El autor considera que globalización y democracia deben conjugarse en la resolución de los conflictos comerciales.
Pasando por Bruselas, en donde acaba de celebrarse la Conferencia Parlamentaria de la Organización Mundial de Comercio (OMC), organizada conjuntamente por el Parlamento Europeo y la Unión Interparlamentaria, más de 300 parlamentarios provenientes de 80 países han debatido durante tres días las cuestiones fundamentales del Programa de Trabajo de la Ronda de Doha de cara a la Conferencia Ministerial de Hong Kong de diciembre de 2005. El Acuerdo de Ginebra del pasado mes de julio, que desbloqueó el punto muerto en que se encontraban las negociaciones tras el fracaso de Cancún, ha hecho posible este avance en un gran tema para la humanidad. Como han puesto de manifiesto los movimientos de contestación activa surgidos desde Seattle, no pueden ser sólo resueltos a nivel gubernamental, sino que implican a todas nuestras sociedades en la era de la globalización. Por eso, tiene sentido la iniciativa de reunir a parlamentarios de todo el mundo para tratar de temas multilaterales que condicionan de modo decisivo nuestro futuro. En el mundo interdependiente, democracia debe rimar con globalización.
Tiene sentido reunir parlamentarios de todo el mundo para tratar de temas multilaterales
Aunque este tipo de temas no estén en la primera plana de la actualidad española, siguiendo nuestra inveterada tradición de enzarzarnos en nuestras cuitas domésticas, conviene recordar que nos jugamos mucho en esta ronda. Valgan los ejemplos del textil, el azúcar o los servicios públicos. Ante todo, conviene saber en qué campo nos situamos, que es el de la mayor potencia comercial del mundo: la Unión Europea, en la que el comisario responsable -antes, Lamy; ahora, Mandelsson- tiene la competencia exclusiva para representarnos y negociar en nombre de los 25 Estados miembros. Somos, pues, parte del Primer Mundo con la otra gran potencia, los EE UU. Desde la Ronda Kennedy de los sesenta del siglo pasado hasta la creación de la OMC, las sucesivas rondas fueron un mano a mano EE UU-UE. Cancún significó el fin de este modelo con la incorporación activa en términos de igualdad de la mayoría de los países, no sólo en términos formales como socios, sino sobre todo como fuerzas actuantes, que condujo a un impasse. Esta nueva realidad se manifiesta en la eclosión de formas asociativas por productos o intereses para tener peso, iniciada con el grupo de Cairns de exportadores agrícolas, continuada con el Grupo de los 20 (en donde confluyen las mayores potencias emergentes, China, India, Brasil, Suráfrica, México, entre otros ), el de los 90 y... El lema que mejor resume esta nueva realidad es seguramente el de "Trade, not aid" (comercio, no ayuda) que resume una actitud de autoafirmación por parte de la mayoría de los países. Por eso tienen cada vez más importancia expresiones aparantemente abstrusas como los acuerdos con "menos que reciprocidad" o "todo menos armas".
Dos grandes temas fueron el corazón del debate en Bruselas: la agricultura y los servicios. En la declaración final, el consenso fue general sobre el renovado impulso en el itinerario (road map) hacia Hong Kong y, a pesar de la existencia de numerosas zonas grises, el compromiso general a favor de la promoción del comercio libre y justo (expresión consagrada entre los objetivos de la Unión Europea) para beneficiar a todos los pueblos, reforzar el desarrollo sostenible y reducir la pobreza. Para ello, la implicación de todos los miembros con relaciones en términos de igualdad es necesaria, así como una atención especial a los menos desarrollados. Bajar las barreras arancelarias es importante, pero no lo es menos permitir el acceso a los mercados de los grandes bloques a los países menos desarrollados.
La agricultura es el primer gran tema, en el que los acuerdos de Ginebra han permitido dar un paso adelante al asentar los tres pilares de la negociación: la eliminación de las subvenciones a la exportación, la reducción sustancial de medidas de apoyo distorsionadoras internas y el acceso a los mercados. En cada paso de las negociaciones habrá que tener presentes las preocupaciones de los países en vías de desarrollo en la reducción de la pobreza, la seguridad alimentaria y el conseguir una agricultura sostenible, con atención especial a los casos de monocultivo. En este marco, el plan de lucha contra el hambre lanzado por el presidente Lula y apoyado por Zapatero, Chirac, Lagos y otros dirigentes adquiere toda su dimensión, teniendo en cuenta la sabia observación de Amartya Sen de que en las democracias no hay hambrunas.
También tendrán que adaptarse las organizaciones regionales, reconociendo la legitimidad de "las implicaciones no comerciales" de la agricultura, eufemismo para designar lo que los europeos denominamos como multidimensionalidad de la política agrícola común y los americanos (EE UU, Canadá y varios países latinoamericanos) consideran como una expresión inaceptable. Sin embargo, si se entra en su contenido, el concepto incluye seguridad alimentaria, revitalización de la sociedad rural y empleo, conservación de la tierra, así como una política forestal y pesquera sostenibles. Cuando se ve la dimensión del proceso de emigración, despoblamiento del campo y concentración de la población en megaurbes inhabitables no se acaba de comprender la hostilidad de mexicanos y brasileños al concepto, si se puede entender la posición estadounidense por la potencia de su agricultura y sus multinacionales, aunque a la hora de la verdad la multidimensionalidad se refleje en medidas como la Farm Bill de Bush al duplicar los precios de garantía. Con la reforma de su política agrícola, la Unión Europea ya no está la primera en el banquillo de los acusados y puede argumentar a favor de una visión más global que precisamente relaciona agricultura, base de la cultura, con la cohesión de las sociedades y, por tanto, con la democracia.
El tema de los servicios tiene la importancia de ser un requisito previo para la eficacia empresarial y el desarrollo. Difícilmente se puede exportar sin servicios de calidad, en particular telecomunicaciones, transportes y servicios financieros. En el caso de la UE, la mayor exportadora mundial, representan dos tercios del producto y del empleo conjunto. Cuando se plantea poder proporcionarlos sin barreras fronterizas se suscita igualmente la gran cuestión del libre movimiento de las personas, así como las precauciones a adoptar en su liberalización en relación con los derechos y necesidades fundamentales, tales como la salud pública, la educación, la cultura y los servicios sociales. Tema que también ha sido polémico en el debate sobre la Constitución europea, con reservas en algunos sectores como la cultura y con la exigencia final de una directiva sobre los servicios de interés general. Si las condiciones de prestación de servicios públicos esenciales, como la energía o el agua, son motivo de preocupación para los alcaldes europeos, se puede imaginar lo que ocurre en países latinoamericanos donde las empresas españolas u otras europeas tienen una presencia dominante.
Un tema muy importante en relación especialmente con China y otros países emergentes son los avances en materia de TRIPS, respeto de la propiedad industrial y lucha contra las falsificaciones y la piratería. Hay que prestar una política de asistencia técnica activa, con especial atención a la protección de la biodiversidad y los medicamentos genéricos de bajo costo.
Es innegable que muchos de los temas apuntados tienen una presentación muy técnica, pero que se puede convertir en muy polémica en casos como las deslocalizaciones e inlocalizaciones, que son dos caras de la misma moneda. Pero si recordamos que en el caso de la agricultura se trata de la base de la cultura, se comprende mejor que el proceso de negociaciones sobre el futuro marco del comercio mundial que se desarrolla en la OMC implica muchos otros aspectos fundamentales de la vida política y social de todos y cada uno de los Estados, por lo que es más que conveniente incorporar activamente a los legisladores. En la UE y en los EE UU los parlamentarios son parte de las delegaciones ministeriales, práctica que se va extendiendo.
En todo caso, la experiencia europea es ilustrativa. Se comenzó por un Mercado Común, la denostada Europa de los mercaderes, que fue reemplazando a la guerra permanente y se ha llegado a la Constitución europea. ¿Por qué no favorecer un proceso en el que globalización y democracia puedan conjugarse?
Enrique Barón Crespo es presidente de la Comisión de Comercio Internacional del Parlamento Europeo.
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