El héroe, bajo la mirada de tres mitos
Los finalistas de 1965 y 1967, contra Australia, ensalzan "la madurez y la fuerza mental" de Nadal
Jugaron juntos, convirtieron el tenis en un fenómeno deportivo y social y mantuvieron siempre la amistad. Hace 39 años, en 1965, disputaron en Melbourne la final de la Copa Davis, un momento imborrable del deporte español. Manolo Santana, Joan Gisbert y Josep Lluis Arilla, junto a Juan Manuel Couder, ya fallecido, perdieron aquel duelo frente a Roy Emerson, Fred Stolle, John Newcombe y Tony Roche, pero su legado está en la pista, en los jugadores que ahora defienden el pabellón frente a Estados Unidos. Por primera vez se han reunido para presenciar en las gradas una final del equipo español. En la cancha, Rafael Nadal se enfrenta a Andy Roddick.
PRIMER SET "Parece mentira
que sólo tenga 18 años"
Manolo Santana: "Moyà me habló de Nadal hace tres años: 'Tienes que verle'. Lo que veo me gusta cada vez más"
Joan Gisbert: "Nadal tiene algo, aparte de su facilidad para jugar". "Sí, transmite", corrobora Arilla
Josep Lluís Arilla: "Si algo le caracteriza es el temperamento. Se recupera muy bien de los momentos difíciles"
Manolo Santana, de 66 años de edad, tiene un aspecto espléndido. Bronceado, apenas alguna arruga, disfruta en Marbella de su pasión por el tenis. Juega habitualmente, con la naturalidad que caracterizaba su estilo. Sus incursiones en el golf no le han resultado tan atractivas. "Dicen que engancha, pero a mí me aburre un poco". En la pista, Nadal comienza su partido contra Roddick, una de las grandes estrellas del circuito mundial, representante de una manera simple de entender el juego: saque y volea. Ese saque es temible en las superficies rápidas, pero en la tierra encuentra respuesta. Se la da un muchacho de 18 años, Rafael Nadal, que comienza una gloriosa aventura de tres horas. Los primeros juegos se desarrollan a una velocidad vertiginosa. Roddick parece mejor adaptado a la pista de lo que se presumía. Saca duro, responde fuerte y no sale muy dañado en el intercambio de golpes. "Está jugando demasiado bien", apunta Santana, que no quita el ojo de los movimientos de Nadal. Habla con entusiasmo de sus cualidades: "Mira cómo se mueve. Es como los boxeadores".
El duelo es vibrante y hermoso. Los dos tenistas cruzan pelotazos que buscan las esquinas y las rayas. "¡Qué maravilla!", exclama Santana; "este chico lo tiene todo. A nada que mejore en el saque, tendremos un gran campeón". Es cierto, Nadal flaquea en los saques. Puede colocarlos, pero no logra añadirles potencia. Su media de velocidad en los primeros servicios ronda los 160 kilómetros por hora. Enfrente, Roddick produce unos estacazos soberbios que alcanzan los 235 kilómetros por hora. Ahí tiene que buscar su ventaja. En el puro juego, no tiene nada que hacer frente al joven español. "Nadal mejorará a medida que avance el partido y creo que Roddick empeorará. No puede mantener este nivel". Santana hace un breve comentario a Arilla: "Moyà me habló de Nadal hace tres años: 'tienes que verle'. Lo que veo cada vez me gusta más".
A Santana, cuyo mito está probablemente más asociado a sus partidos en la Copa Davis que a sus victorias en Wimbledon o Roland Garros, le impresiona el carácter del joven: "La Copa Davis les pesa a muchos jugadores. A Nadal le motiva". La crecida del duelo atrapa al público, cada vez más entregado. Santana tampoco se resiste. Hay tensión y gran juego. "¡Toma!", exclama tras una gran devolución de Nadal; "el norteamericano está muy bien, pero le encuentro algo nervioso. Aquí le devuelven los saques". El partido se mantiene igualado entre voleas eléctricas, restos imposibles y largos golpes geométricos. Casi ninguno se escapa. De repente, Nadal tira un globo y Roddick se eleva como si tuviera muelles para atacar a la pelota con fiereza. "Eso no ha sido un golpe, ha sido un mate". Santana se ha impresionado tanto como los espectadores. Un murmullo de admiración se escucha en el estadio.
Ninguno de los dos consigue doblar al rival. El juego es una perfecta sucesión de jugadas. En medio, prevalece el vértigo. Roddick y Nadal parecen en trance. La muerta súbita es inminente. No hay otra manera de acabar el set. Por un instante, desaparecen el bullicio, los gritos, los silbidos, los abucheos a tal o cual decisión del árbitro... Se impone una especie de silencio solemne, casi cristalino. Se acerca el momento cumbre. "Parece mentira que tan sólo tenga 18 años. Es muy listo. De vez en cuando, va a por la toalla para tomar aire y relajarse un poco. Tiene una madurez que no es normal", dice Santana mientras mira al pequeño palco en el que se encuentran los demás jugadores del equipo español. Con gesto impasible, Juan Carlos Ferrero atiende al partido.
Nadal consigue una ventaja que se antoja decisiva en la muerte súbita: 5-2. Pero Roddick saca lo mejor de su juego. Tras un cruce impresionante de golpes, el estadounidense se recupera: 5-3, 5-4, 5-5, 5-6... Cuatro puntos seguidos. Santana vuelve a dirigir la mirada a Arilla, su viejo compañero de equipo. Sus temores se confirman. Roddick gana el set: "Una pena porque Nadal ha jugado maravillosamente. Todavía creo que puede ganar al yanqui".
SEGUNDO SET "Han jugado a una velocidad que quizá no mantengan"
Joan Gisbert ha viajado desde Florida, donde reside, para presenciar la final. "No me he perdido ninguna de las que ha jugado España: ni como jugador ni como aficionado", comenta. Tiene 63 años, conservados en el benevolente clima de la península norteamericana y entre partidos de dobles: "Juego con mi médico. Va con el botiquín, por si acaso. No se olvida nunca del desfibrilador, no me vaya a pasar algo". Gisbert era el jugador impredecible y genial que acompañó a Santana en aquella etapa inolvidable. Estudiaba para abogado: "Pero no había manera de montar un bufete porque no aparecían jugadores. Así que estuve doce años en el equipo de la Davis".
A Gisbert le preocupa la respuesta de Nadal a la derrota en el primer set. "Han jugado a una velocidad que probablemente no podrán mantener", apunta. Observa con atención al joven tenista. Habla con Arilla: "Nadal tiene algo, aparte de su facilidad para jugar". Arilla está de acuerdo: "Sí, transmite". Es cierto. Nadal conecta con la gente. Eso se tiene o no se tiene. El público lo sabe. De la incertidumbre se pasa a la agitación cuando el chico comienza a ganar los puntos con una facilidad inesperada. Lejos de arrugarse por la derrota en el anterior set, Nadal se impone a Roddick en casi todas las jugadas. Es el norteamericano quien sufre el efecto de descompresión tras el vértigo del primer set. No funciona bien en la normalidad del juego en la tierra batida. Gisbert pronostica una sencilla victoria de Nadal. Y así sucede: el español vence por 6-2.
TERCER SET "Roddik no está habituado
a luchar tanto los puntos"
Josep Lluís Arilla, de 62 años, jugaba siempre el doble. Era un especialista consumado en una suerte que no siempre ha funcionado bien en el equipo español. Vive en Barcelona. Consejero de la empresa de ropa deportiva Sergio Tacchini, colabora habitualmente con Televisión Española. Está claro que también se siente impresionado por el juego de Nadal. "Si algo le caracteriza es el temperamento. Se recupera muy bien de los momentos difíciles. Es un signo de madurez y fortaleza mental", advierte. Hace un pronóstico favorable al joven jugador español: "Roddick no está habituado a luchar tanto los puntos. En algún momento comenzará a desfallecer".
El set arranca con la ventaja de Nadal en el primer juego. Sin embargo, Arilla se preocupa. El fisioterapeuta se acerca al español en el breve intervalo de descanso. Puede que tenga problemas musculares, quizá algún calambre. Sería una pésima señal. "Ha estado cuatro meses lesionado en un tobillo. Todos esos frenazos sobrecargan los escafoides", indica. El set tiene un aire decisivo en el desenlace del partido. Se observa en el juego de los dos tenistas, que ejecutan sus golpe con una intensidad impresionante. "Cuando está apurado, mete el saque", observa Arilla. Roddick tiene un salvavidas en sus saques. Son batazos imponentes. Han pasado más de dos horas de juego. En un punto crucial, suena una trompeta justamente en el momento en que Roddick falla el golpe. Protesta y el árbitro ordena que se repita la jugada. El público estalla con escándalo: la trompeta ha sonado en el pequeño sector de aficionados norteamericanos. Ese momento es el comienzo de lo mejor del encuentro, un fragoroso set que Arilla vive entre exclamaciones. "¡Ufff! ¡Ufff¡", suspira ante un golpe milagroso de Nadal. Pero Roddick sigue entregado a su causa: acude a la red y golpea con violencia. Nadal responde a todo: "Otro los dejaría pasar. Él los salva como sea. Eso dice mucho de su personalidad".
"Precisamente por su carácter, debería ser un gran jugador en los tie-break", señala Arilla; "es un sprint largo. Me extraña que haya desaprovechado su ventaja en el primer set". No se equivoca. Nadal se impone al sorprendido Roddick en la muerte súbita si se puede aplicar tal término a doce minutos devastadores. El tercer set es suyo.
CUARTO SET "El norteamericano
está 'kaput!"
El veredicto de Santana es inapelable. Acaba de comenzar el cuarto set y no tiene dudas: "Roddick está desesperado. Se va a hundir". Justamente en ese instante, Roddick se bota la pelota en el pie, toda una señal de fatiga física y mental: "Todo lo que intenta se lo resta Nadal. El norteamericano no puede más. Esto va a ser un 6-1". El set sólo es un rápido epílogo del partido. Todo lo que Roddick tenía que decir, lo había dicho en los tres anteriores. El lance se convierte en una autopista para Nadal, que encadena toda clase de golpes ganadores frente a un rival abatido. "¡Kaput!", exclama Arilla tras un error de Roddick. "Éstos no van a venir aquí a vencernos en una pista de tierra", añade Santana. El set es un ejercicio virtuoso de Nadal. Juega de manera imparable, empujado por la proximidad de la hazaña. Ferrero observa lo que sucede con gesto impasible. En las gradas se alcanza el punto de ebullición. Roddick levanta la bandera blanca en la tercera devolución en una jugada aparentemente sencilla. Es su derrota. Es la victoria de Nadal, que se arroja de espaldas sobre la pista. Ha ganado al mejor de los norteamericanos, al segundo tenista del mundo, en la final de la Copa Davis, ante 26.000 espectadores y tres jugadores que hicieron leyenda en el tenis español. Ellos fueron ídolos. Acaba de nacer otro.
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