"Somos una generación quemada por el nazismo"
Turrini es el autor dramático de mayor presencia en los escenarios de Austria. Muchas de sus obras fueron traducidas a otros idiomas. En España, en Madrid y Barcelona, se han representado El día más loco en 1977, Caza de ratas en 1985 y Fulgor alpino en 1996. Turrini, de padre italiano, dice que su objetivo es sacudir al público mediante sus "tragedias vestidas de comedia, influenciadas por la commedia dell'arte". En enero de 2006 estrenará su próxima obra, Anbruch der Dunkelheit (Al oscurecer), que se centra precisamente en aquel ambiente provinciano de los años cincuenta y sesenta del que surgió su generación, a la que también pertenece Elfriede Jelinek, muy amiga suya.
PREGUNTA. ¿Cuál es su opinión sobre la obra de Elfriede Jelinek y su impacto social?
RESPUESTA. Me causó una enorme alegría que el Premio Nobel fuera para Elfriede, desde hace 35 años somos buenos amigos. Es muy delicada, suave y paciente con uno. También susceptible y frágil, por eso se protege con su lenguaje arisco. Su obra me fascina, pero no sin problemas porque soy hombre y me siento afectado. Su visión del género masculino, tan radical, resulta desveladora, y hace daño reconocerse en ella. Me fue casi imposible leer su novela Placer. Arrojé el libro con rabia muchas veces, pero lo volví a abrir. La literatura tiene que servir para el conocimiento, para la revelación, que es un proceso doloroso. Y Jelinek usa un escalpelo muy afilado. Además hace uso del lenguaje público para mostrar lo horripilante que puede llegar a ser. Toma ese tipo de lenguaje como si fuera un tarro de basura y lo vuelca sobre sus lectores. Es la impresión que me dio su obra de teatro Sportstück (Obra deportiva). Siempre admiré la valentía de Jelinek. Su obra no se puede leer sin tener en cuenta el aspecto político.
P. ¿Considera que existen características determinadas que diferencian la literatura austriaca de la literatura de Alemania o de Suiza?
R. Claro que existe una literatura austriaca muy diferente de la de Alemania. Karl Kraus dijo. "Lo que nos separa es el idioma en común". La literatura austriaca es más anárquica, se centra en el trasfondo y bajofondo de la realidad. A diferencia de los alemanes, que dicen lo que piensan, los austriacos fundalmentalmente mienten. El personaje emblemático de la posguerra es el Señor Karl, creado por el cabaretista Helmut Qualtinger: enseña que el austriaco es un ser miserable con apariencia de persona "como Dios manda". El 99% de los austriacos se entusiasmó con el nazismo. Eran una mezcla de naciones de toda Centroeuropa que paradójicamente ansiaban la "pureza de raza". Después de la guerra, Austria tapó su culpa con mentiras y con turismo. Yo crecí en Carintia, rodeado de nazis camuflados de amables hoteleros. Somos una generación quemada por el nazismo. Y como muchos escritores, hice lo posible para escapar de la provincia hasta llegar a los cafés de Viena a reinventar el lenguaje. Así se explica el nacimiento de una literatura rabiosa, agresiva, incluso perversa.
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