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Berlusconi refuerza su coalición al reclutar a dos líderes democristianos

Follini será vicepresidente, y Baccini, ministro de la Función Pública

Enric González

Silvio Berlusconi unció ayer a los rebeldes democristianos al yugo del Gobierno. El líder de la UDC, Marco Follini, dijo al fin a la enésima oferta de ingreso en el Gabinete y fue nombrado vicepresidente. Otro dirigente del partido, Mario Baccini, hasta ahora subsecretario de Exteriores, fue ascendido a ministro de la Función Pública. Berlusconi estaba exultante y dijo que la rebaja de los impuestos le aseguraría la reelección en 2006.

El nombramiento de Follini respondió a una norma política que los estadounidenses definen con una frase rotunda: "Mejor tenerle dentro de la tienda orinando hacia fuera que tenerle fuera orinando hacia dentro". El dirigente democristiano se había distinguido en los últimos meses por ser la voz disonante de la coalición conservadora. En julio, reforzado por unos buenos resultados en las elecciones europeas, que contrastaban con los de Forza Italia, impuso la destitución del ministro de Economía, Giulio Tremonti, un hombre fiel a Berlusconi y a la Liga Norte. Después se opuso a la reducción de impuestos, alegando que favorecía a los ricos; criticó los presupuestos porque no fomentaban el desarrollo del sur, y se mostró tibio ante la reforma de la justicia.

Su nuevo puesto de vicepresidente debería obligar a Follini a corresponsabilizarse de las decisiones gubernamentales. Y, sobre todo, debería alejar su sueño, compartido por todos los democristianos, de reconstruir un partido de centro que actuara como bisagra y como parte imprescindible de cualquier coalición de Gobierno, de derechas o de izquierdas.

"Con la entrada de Follini y de Baccini", dijo Berlusconi, "reforzamos un Gobierno que durará hasta el final de la legislatura y se presentará a las elecciones de 2006 con todas las promesas cumplidas". El presidente del Gobierno italiano añadió que los sondeos mostraban ya la ventaja de la coalición conservadora, con un 46%, frente a la oposición, con una intención de voto del 45%. "Los italianos han apreciado la reducción de impuestos", dijo. "Los impuestos elevados son inmorales. El Estado no debe desangrar a los trabajadores honestos", añadió.

Berlusconi declaró que la huelga general del martes había sido un fracaso, que la izquierda no tenía "ni líder ni programa" y que el moderado Romano Prodi jamás sería capaz de establecer una política económica aceptable para sus aliados comunistas.

Todo parecía sonreír a Berlusconi, una vez aprobada por el Parlamento la ley de reforma de la justicia y con la reducción de impuestos a punto de tramitarse.

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Se dibujaba, sin embargo, una nube oscura en el cielo azul de Il Cavaliere. El presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, que hizo notar su inquietud por la falta de diálogo con la oposición y los magistrados mientras se preparaba la reforma, emitió ayer más señales negativas. Algunos de los asesores jurídicos de la presidencia consideraron que la ley de reforma, que separaba las carreras de juez y de fiscal y que imponía a los fiscales una estructura jerárquica dominada por el Gobierno, podía vulnerar el principio de la independencia judicial y, por tanto, la Constitución. Anoche no estaba claro si Ciampi firmaría la ley o, como hizo con la ley de televisiones, la devolvería al Parlamento.

Marco Follini (izquierda) y Mario Baccini.
Marco Follini (izquierda) y Mario Baccini.AP

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