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El ministro del Interior británico, acusado de favorecer a su amante

El primer ministro británico, Tony Blair, proclamó ayer sin ambigüedades su "absoluta confianza" en el ministro del Interior, David Blunkett, cuyo futuro político depende de una investigación que debe establecer si utilizó su cargo para hacerle un favor a una antigua amante. Blunkett se ha convertido desde hace días en protagonista de una auténtica telenovela sentimental, que el domingo entró en el terreno político: le acusan de tramitar con carácter de urgencia el permiso de residencia de la niñera filipina empleada por su amante.

La vida privada del poderoso ministro del Interior, divorciado y padre de tres hijos, empezó a convertirse en algo público el verano pasado, cuando se dijo que vivía un apasionado y largo romance con Kimberley Quinn, editora del semanario político conservador The Spectator y esposa del editor de Vogue Europa, Stephen Quinn. Ante esa publicidad, la señora Quinn decidió cortar su relación extramatrimonial después del verano. Blunkett reclamó entonces la paternidad del hijo de Kimberley, William, que ella, embarazada de siete meses, lleva en sus entrañas. Las pruebas de ADN practicadas habrían dado la razón al ministro, opina la prensa de manera unánime.

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En lo que parece una represalia de Kimberley Quinn, los dominicales publicaron una serie de acusaciones contra Blunkett, que en varias ocasiones habría confundido sus deberes públicos con sus intereses privados: utilizar el coche oficial para recoger a su amante (Blunkett asegura que sólo en viajes que estaban programados por asuntos oficiales, como llevar y traer documentos); enviar policías para proteger la casa londinense de ella en días de disturbios (tajantemente desmentido); revelar en la alcoba informaciones confidenciales del ministerio (todo era del dominio público cuando lo habló con ella, replica el ministerio); viajar a España con ella y sus guardaespaldas (los guardaespaldas estaban allí, dice el ministro), e incluso le habría hecho llegar un billete de tren de primera clase (el ministro creía que estaba en su derecho a ser acompañado con cargo al presupuesto público en aquella ocasión, subraya que ella estaba embarazada de ocho meses y se ofrece a devolver el dinero).

Pero por encima de todas esas acusaciones, una investigación independiente deberá dilucidar algo considerado mucho más grave desde el punto de vista político: si utilizó su cargo para acelerar la tramitación del permiso de residencia de Leoncia Casalme, la niñera filipina de los niños de los Quinn. Blunkett admite que Kimberley le dio los papeles de Leoncia y que él, invidente, se los hizo leer a dos altos funcionarios para comprobar que Leoncia había rellenado correctamente la solicitud. Y asegura que no dio orden alguna para acelerar dicha petición.

Las acusaciones, si se demuestran, pueden costarle la carrera a Blunkett. El ahora comisario europeo Peter Mandelson tuvo que abandonar el Gobierno laborista por segunda vez al ser acusado de haber intentado presionar al Ministerio del Interior para acelerar los visados de dos millonarios hindúes. La investigación le exoneró mucho tiempo después, pero Mandelson tuvo antes que dejar el Gabinete porque había perdido la confianza de Blair, del que era y sigue siendo amigo personal y aliado político.

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