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Columna
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Paco Damas, Lorca, el amor

El actual arzobispo de Granada, Javier Martínez, sigue muy de cerca la línea fundamentalista de su antecesor en el puesto, aquel arisco Antonio Cañizares, hoy encumbrado en Toledo. O sea, abajo los matrimonios homosexuales y arriba Isabel I, ejemplar esposa, ejemplar madre, "llena de encanto cristiano". La reina hasta tuvo la virtud, nos asegura el prelado, de creer que los indios poseían tanta "alma inmortal" como sus vencedores. ¡Qué grandeza! Don Javier, como es natural, espera ver pronto a Isabel en los altares para que los fieles puedan "venerarla públicamente". Así que aquella catedral que detestaba Lorca (menos, por supuesto, la Capilla Real) sigue encarnando a una Iglesia que a él nunca le habría permitido casarse y que, en su momento, no levantó un dedo para salvarle de sus asesinos.

Entretanto se ha cometido otro bárbaro atentado contra la memoria del poeta, esta vez en las afueras de su pueblo de Valderrubio (antes Asquerosa). Allí hay un lugar sagrado para quienes amamos su obra, la Fuente de la Teja, donde, a orillas del pequeño (si a veces tumultuoso) río Cubillas -afluente del Genil- el Lorca joven se guarecía del calor veraniego y compuso no pocos versos. El modesto camino que conducía al sitio ya se ha ensanchado y cubierto de asfalto. Se ha cargado, de golpe, un paraje preñado de lirisimo y de recuerdos y que hoy se encuentra en el más completo de los abandonos. ¿No es para llorar?

Menos mal que hay otros granadinos. Entre ellos el cantautor Paco Damas, nacido a dos pasos de la tumba de Lorca en Alfacar, cuyo reciente compacto, Once canciones de amor y una reina, es de una hermosura sobrecogedora. Homenaje a los poetas amorosos medievales, desde los anónimos del cancionero hasta Jorge Manrique, Garcí Sánchez de Badajoz, Juan del Encina o Gil Vicente, el disco, entre sus otros muchos méritos, tiene el de hacer plenamente actuales, para un gran público, versos que de otra manera seguirían poco conocidos. Además Paco Damas y su productora han tenido el detalle de proporcionarnos, en el librito que acompaña el compact, las letras de las canciones, lo cual -dada a veces la complejidad de alguna frase, la extrañeza de alguna palabra- aumenta grandemente el placer de quien lo escucha.

Paco Damas ha podido contar con profesionales de primera fila en la elaboración de este trabajo cuyo protagonista es el Amor Soberano, empezando con la del maestro Benjamín Torrijo (arreglos, piano, programación de cuerdas y teclados). En Llanto en Guadalupe, de Nicolás Guevara, la voz de Marina Rossell estremece por su belleza. En la Glosa de Garcí Sánchez de Badajoz a un romance anónimo, a la cual Damas ha prestado una nota "jonda", es Clara Montes quien, como señala Caballero Bonald en su presentación, pone "eficaz contrapunto" al cantante. En la espléndida versión de Tres morillas me enamoran en Jaén" -muy distinta, con las guitarras de Daniel López y Lázaro Hernández, a la de Lorca-, así como en Las mañas del amor, los coros están a cargo de Elena Bugedo, estrella ascendente en el firmamento de la canción española. El disco es una delicia. Y un consuelo.

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