No es culpa de la demanda
El INE confirmó el miércoles pasado el avance que había realizado dos semanas atrás sobre el crecimiento de nuestra economía. El PIB creció en el tercer trimestre un 0,6% sobre el trimestre precedente (2,4% en términos anualizados americanos) y un 2,6% respecto al mismo periodo del año anterior. Éste es un ritmo similar al que se viene observando, con pequeños altibajos, desde hace más de un año, lo que quiere decir que la velocidad de crucero de la economía española se encuentra estabilizada a una tasa que no está mal si se la compara con la media de nuestros socios monetarios (1,9% interanual creció el PIB en la zona del euro en el mismo periodo), pero que puede juzgarse como mediocre en función de dos consideraciones. La primera, que estamos en una fase cíclica ascendente, es decir, que cabría esperar que el ritmo de crecimiento fuese ganando intensidad, en vez de mantenerse estabilizado (en la UEM el PIB crecía al 0,4% hace un año y ahora lo hace al 1,9%). La segunda, que este ritmo es inferior al tendencial de largo plazo, que se sitúa en torno al 3%. La pregunta que surge, por tanto, es por qué la economía española no crece más.
El fuerte tirón de la demanda interna no se traduce en crecimiento del PIB, sino en importaciones
Desde luego, ello no es por falta de demanda -el típico argumento de corte keynesiano que conduciría a pedir y poner en marcha políticas monetarias y fiscales expansivas- ni por malas expectativas sobre el futuro que paralicen los proyectos y las decisiones de gasto -otro argumento explicativo de los ciclos, esta vez desde las filas opuestas al keynesianismo-, pues los agentes económicos siguen endeudándose a ritmos y niveles históricos, lo que es la mejor prueba de que éstos confían en el futuro. Vean el gráfico de la izquierda y se convencerán enseguida de que demanda no falta, al menos, demanda interna, que es la que puede estimularse a través de políticas expansivas. Es más, yo diría que hay un claro exceso de demanda, ya que ésta crece notablemente por encima del potencial productivo, lo que, unido a la tendencia creciente de la inflación -el deflactor del PIB alcanza ya el 4%, cuatro décimas más que a comienzos del año- me lleva a concluir que el sesgo de las políticas macroeconómicas debería ser restrictivo. El problema es que a los responsables de la política monetaria -el Banco Central Europeo- esto no les incumbe y a los responsables de la política fiscal (estatales, autonómicos o municipales, actuales y anteriores) les da grima oír hablar de reducir el gasto público o subir los impuestos para reducir la demanda agregada. ¡Con la de gasto social e infraestructuras que necesita este país! Así que la economía va a su aire, guiada por esa mano invisible que es el sino.
La economía española no crece más por dos razones fundamentales: la primera, que los países de su entorno, los europeos, con los que mantiene las relaciones comerciales más importantes, no acompañan; la segunda, porque hemos perdido competitividad, lo que es tanto como decir que ha disminuido nuestro potencial de crecimiento. En estas condiciones, el fuerte tirón de la demanda interna no se traduce en crecimiento del PIB (gráfico izquierdo), sino en importaciones (gráfico derecho). El único aspecto verdaderamente positivo de los datos proporcionados por el INE es que la inversión productiva en equipo está despegando con fuerza (gráfico central). Esperemos que no sea flor de un día.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).
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