Asociaciones vecinales muy arraigadas

Casi diez años después de su llegada a Madrid, el paquistaní Nafem Ramzan (36 años) por fin parece haber enfocado su vida laboral. Después de trabajos sin contrato, de idas y venidas, lo consiguió gracias a un curso de formación ofrecido por el Proyecto San Fermín (asociación sin ánimo de lucro que gestiona un albergue juvenil y una gran variedad de iniciativas sociales). El año pasado, él fue una de las ocho personas que asistieron al programa, dirigido a la población inmigrante, en el que aprenden mantenimiento de edificios, trabajando en el propio albergue, y cobran un sueldo que paga la Consejería de Empleo de la Comunidad de Madrid. Lo terminó el pasado 3 de noviembre, y esta semana firmó un contrato con una empresa de fontanería. Nafem, que tiene dos hijos de tres años y seis meses con su pareja, de origen boliviano, parece representar un éxito de los recursos ofrecidos por las asociaciones de Usera.
El tejido asociativo del distrito está muy arraigado, con una larga tradición de reivindicaciones vecinales, que a partir de 1999 tuvieron que hacer frente también a la nueva realidad que se presentaba en forma de una enorme y creciente población inmigrante. Esto lo explica María Díaz, miembro del Proyecto San Fermín. Esta asociación, aparte de otros muchos recursos, ofrece tres programas a los inmigrantes. Además del de formación al que accedió Nafem, otro de ayuda social y laboral a partir de un estudio hecho en el año 2000, y la actividad Isla Babel para la sensibilización en los colegios e institutos del barrio hacia la integración de los inmigrantes.
Las asociaciones de vecinos como La Cornisa o Zofío también tienen una oferta específica para este colectivo. Una oferta que completan las parroquias del distrito y el centro de atención social a inmigrantes (CASI) del Ayuntamiento. Muchos de ellos se reúnen en la plataforma Sentido-Sur, que organiza jornadas interculturales de acercamiento entre la población inmigrante y la autóctona.
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