Gibson reivindica el género de la biografía literaria para conocer el alma

El novelista cordobés Antonio Álamo, el poeta bilbaíno José Fernández de la Sota y el escritor e historiador madrileño César Vidal recibieron la noche del viernes los Premios Literarios Jaén de Caja Granada. El acto de entrega de estos galardones, a los que han optado más de 1.000 trabajos en su vigésima edición, estuvo precedido de una conferencia del hispanista irlandés Ian Gibson, quien disertó sobre La biografía literaria en España.

Gibson profundizó sobre el mundo interior de Machado y reivindicó el género de la biografía literaria "para conocer mejor el alma humana". El escritor arrancó su conferencia desvelando los orígenes de su vinculación con Jaén. Fue en 1966 cuando puso un anuncio en la prensa local ante su estado de desesperación para encontrar la colección de la revista granadina Renovación, donde aparecía el primer poema publicado por Federico García Lorca, Crisantemos blancos. "Fue mi primera frustración como futuro biógrafo de Lorca", señaló el hispanista, tras lamentar que Crisantemos blancos -cuyo manuscrito falta en el archivo del poeta- todavía no se ha hallado.

Gibson coincidió con su compatriota Gerald Brenan en la importancia de la biografía literaria, un género, dijo, que "en España ha sido de muy difícil acceso", en parte, por el fenómeno de la "discontinuidad de la cultura española" que identificara Manuel Azaña.

Gibson defendió las biografías frente a las autobiografías, y puso como ejemplo a Salvador Dalí quien, según recalcó, "escribió su autobiografía, por lo menos en parte, para despistar a sus futuros biógrafos". Más tarde se acercó a García Lorca, de quien concluyó que "era un niño que erróneamente se había creído abandonado, en los primeros meses de su vida, por una madre incapaz de amamantar a sus hijos y que los entregaba a una nodriza".

Finalmente se detuvo en el mundo interior de Antonio Machado, que centra actualmente sus investigaciones biográficas. Lo hizo para señalar que el abuelo del poeta Antonio Machado Núñez "influyó profundamente en la sensibilidad" poética que más tarde demostraría su nieto. Y no menos importante fue la huella que dejó en él su padre, Antonio Machado Álvarez, uno de los iniciadores de los estudios folclóricos en este país, o su hermano Manuel, decisivo "en los años tempranos en los que se estaba moldeando la personalidad lírica" del poeta.

Tras la conferencia de Gisbon se procedió a la entrega de los Premios Literarios Jaén. En el apartado de novela el ganador fue Antonio Álamo, por El incendio del paraíso, donde destaca la complejidad de la descripción de una relación sentimental y su análisis casi clínico del proceso de deterioro de la mente de la pareja protagonista. Álamo nació en Córdoba, aunque está afincado en Sevilla, donde dirige el Teatro Lope de Vega. En cuanto a la modalidad de poesía -que fue el que más trabajos recibió, con 712 originales-, el premio fue para el José Fernández de la Sota (Bilbao, 1960), por Material de construcción, caracterizada por su profundidad existencial y su condición reflexiva, evocadora y autobiográfica, unida a una sobria intensidad en su expresión formal. Es el séptimo libro de poemas de Fernández de la Sota, quien en 1997 ya ganó el Premio Antonio Machado de Baeza y el Premio Euskadi de Literatura por su obra Todos los santos, es autor también de varias novelas y ensayos, es director de la revista Ancia, de la Fundación Blas de Otero, y columnista de El PAÍS en su edición del País Vasco. En la modalidad de narrativa infantil y juvenil el premio fue para el escritor e historiador César Vidal Manzanares (Madrid, 1958), por Adiós a Viena, un texto que se ambienta en los primeros días de la anexión de Austria a la Alemania nazi. La novela, destacó el jurado, es un canto a valores como la solidaridad, la amistad, la lealtad y el internacionalismo, que se desprenden de las dos historias de amor que se fragua entre los jóvenes protagonistas.