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Reportaje:Universidad

Campus cuidados o con parches

Diferencias en el origen, la gestión y el respaldo institucional explican la distinta calidad de las infraestructuras de la UPV

Cuesta creer que el campus de Álava y el de Leioa pertenezcan a la misma universidad. El primero, impoluto, bien urbanizado, integrado en el entorno, con edificios sobrios, algunos de ellos antiguos cuarteles y hospitales rehabilitados, y bien cuidados. El segundo, aislado, inhóspito, con unas malas comunicaciones y una apariencia aún peor, lleno de remiendos -no en vano algunos lo conocen como el campus de los parches- y con instalaciones que padecen un deterioro preocupante, si no alarmante, y como ejemplo, el mismo Rectorado. Ambos campus se hallan en los extremos del más que irregular nivel de calidad de las infraestructuras académicas de la Universidad del País Vasco (UPV).

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Las causas que originan semejantes diferencias abarcan distintos ámbitos y responsabilidades que son magnificados o minimizados en función del centro al que se esté vinculado. En las razones históricas no existe controversia. El campus de Leioa nace como una muestra más del modelo de universidades autónomas planteado por el gobierno franquista en su última etapa: macrocentros con un diseño similar -elevados en una plataforma con el aparcamiento debajo- y alejados de centros urbanos para poder controlar, y reprimir, mejor a la creciente revuelta estudiantil contra el régimen.

Sólo se ejecuta la mitad del proyecto; su diseño, con amplios ventanales y zonas abiertas, no encaja en una ubicación en la que se halla a merced del viento y la lluvia; y la calidad de los materiales no es la óptima. Todo ello, junto a un mantenimiento deficiente, cuando no inexistente, explica la pésima vejez de un complejo que tiene poco más de 30 años. Pese a que varios de sus edificios supera con creces esa edad, el desarrollo de los campus de Álava y Guipúzcoa como tales es posterior y con una orientación urbana -ambos se sitúan dentro de San Sebastián y Vitoria- muy distinta al primero.

Los dos se benefician de la apuesta de la UPV por una universidad descentralizada que acalle cualquier crítica ante un posible acaparamiento de la institución por Vizcaya. Esta pretensión encuentra además eco y respaldo en las instituciones municipales y forales de ambos territorios, que colaboran con la cesión de terrenos y la inyección económica en la creación y consolidación de los campus. Tal y como recalca el anterior vicerrector de Álava, Antonio Rivera, la mitad de la inversión realizada en el campus durante los últimos siete años ha corrido a cargo de la Diputación de Álava y el Ayuntamiento de Vitoria. Este esfuerzo e implicación no han tenido, sin embargo, correspondencia en Vizcaya.

No obstante, ni las Diputaciones ni los ayuntamientos tienen competencia, y por tanto, obligación de aportar dinero o terreno a la universidad pública. Sí el Gobierno vasco, a través de su Departamento de Educación, Universidades e Investigación. El estado calamitoso de algunas instalaciones, según una opinión extendida entre la comunidad universitaria, es una consecuencia más de la precaria situación económica que atraviesa la UPV y del olvido al que se ha visto abocada por parte de los sucesivos Ejecutivos autonómicos.

Pero las responsabilidades no sólo se achacan a la dejadez de las instituciones. También la gestión universitaria de su propio patrimonio ha influido. La dependencia de los equipos rectorales del apoyo de los diferentes centros y grupos de presión, entre otros factores, ha impedido una política estratégica coordinada y general sobre infraestructuras, lo que ha favorecido la mejora de algunas facultades y el abandono de otras. Sólo así se puede entender, por ejemplo, la convivencia de la deplorable situación de buena parte del campus de Leioa con un flamante polideportivo en él, inaugurado hace menos de medio año.

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