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El uso de las minas antipersona cae en picado en todo el mundo

El uso de minas antipersona está en caída libre en todo el mundo a los cinco años de la entrada en vigor del tratado que las prohibía. La producción se ha paralizado, el comercio ha desaparecido y su empleo se ha convertido en un estigma. Aun así, todavía siguen produciéndose más de 8.000 víctimas anuales reconocidas y 42 países, entre ellos Estados Unidos, China y Rusia, siguen sin suscribir el tratado. Jody Williams, ganadora del Nobel de la Paz en 1997 por su campaña contra las minas, era ayer optimista: "Al final, todo el mundo será miembro del tratado".

El Tratado de Prohibición de Minas de 1999 se va imponiendo lentamente y ya son 152 los países que han acordado acabar con ellas. "Su uso ha caído de forma espectacular" en estos cinco años, según reconocía ayer Stephen Goose, responsable del Informe de Seguimiento de las Minas de 2004, en el que se pasa revista a lo ocurrido en el lustro. "De los 15 países que usaban minas antes de 1999 sólo cuatro las usaron en el último año: Rusia, Birmania, Georgia y Nepal, y sólo hay dos Gobiernos, Rusia y Birmania que las han empleado sistemáticamente desde 1999".

Hay una congelación de hecho en el comercio de las minas, ha aumentado la dotación económica para los programas de limpieza de territorios minados y se ha reducido el número de víctimas, pero todavía siguen siendo más de 8.000 las reconocidas oficialmente, si bien Goose estima que la cifra real podría oscilar entre 15.000 y 20.000.

Entre los problemas pendientes para el próximo lustro está el de conseguir el limpiado total previsto por el tratado para 2009, algo prácticamente imposible de lograr, y el reducir el número de los 42 países no signatarios, entre ellos tres miembros del Consejo de Seguridad (Estados Unidos, China y Rusia), tres miembros de la UE (Finlandia, Letonia y Polonia), la mayoría de los países de Oriente Próximo y buena parte de la antiguas repúblicas soviéticas y de Asia. En el terreno humanitario se ha detectado una caída en la ayuda prestada por la comunidad internacional a los supervivientes.

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