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Columna
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Fiscal jefa

No la conozco, pero prometo intentarlo. Dicen de ella que es amable y de sonrisa fácil, con gran sensibilidad social y muy trabajadora y tiene ideas claras sobre la necesidad de aumentar medios, personas y servicios para mejorar los resultados del trabajo. Es la nueva fiscal jefa de la Audiencia de Sevilla. Una mujer y como todavía son pocas en tan alta responsabilidad, el dato es relevante. Es verdad que no era fácil decidir la sucesión del anterior fiscal, Alfredo Flores, por cierto en coincidencia con la nueva fiscal en su atención a la protección de los menores, y es igualmente cierto que hay motivos para pensar que el fiscal general ha acertado en la designación. Nos acostumbraremos a llamar al fiscal jefe María José, es decir a llamarla fiscal jefa y a ver en ella a la autoridad que representa sin más alusiones a su género, porque así como es y como será cada vez más, si seguimos andando el camino de la racionalidad. María José Segarra es la primera en Sevilla, la tercera en el mismo cargo en España, lo que quiere decir que todavía estamos precisamente en el principio del futuro, que no será perfecto hasta que no haya que seguir destacando el género de las personas que ocupen los cargos. Todavía estamos en ello y por eso, por lo que tiene de antecedente de la futura y urgente normalidad, celebramos el que una mujer, en este caso esa mujer concreta, María José Segarra haya sido designada para un cargo que la convierte en la segunda más joven de los fiscales de España, tras el de Badajoz. La nueva fiscal de Sevilla dice que está contenta y feliz y dice de ella el fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido, que tiene una gran capacidad de organización y un muy interesante espíritu de renovación. Todo son buenos augurios ante ese nombramiento que pone otro elemento importante en los cimientos de la nueva sociedad que ha de nacer, de este llegar, más lentamente a veces de lo deseado, pero también cada vez más seguro y sin pausa, de mujeres a la responsabilidad de la vida pública en este país en el que, por cierto y a pesar de todo, según ha publicado esta misma semana el Instituto Nacional de Estadística, el salario medio de las mujeres es un 28,8% inferior al de los hombres. Es un dato oficial, contrastable e incontestable. La evidencia de la injusticia evita todo comentario.

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