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Un diputado 'tory', expulsado por mentir sobre un idilio extramarital

Boris Johnson es uno de los diputados más famosos del Partido Conservador, y quizás el más controvertido. El sábado fue expulsado de la dirección y cesado como vicepresidente -un cargo más bien menor- tras saberse que mantuvo un idilio extraconyugal. Los tabloides desvelaron la semana pasada que Boris, que simultanea su cargo de diputado con la dirección de la revista The Spectator, tuvo un idilio con Petronella Johnson, hija de un lord y compañera de fatigas en la redacción. Petronella quedó embarazada y acabó abortando, dijeron los tabloides.

El líder tory, Michael Howard, decidió el sábado cesarle de sus cargos, aunque hizo saber que no era una reprimenda moral a Boris, casado y padre de cuatro hijos, sino un castigo por el más capital de los pecados capitales de la política británica: mentir. La secuencia es ya tradicional: los tabloides desvelan algún secreto de la vida privada de un famoso o un político, éste lo desmiente, y al final se demuestra que era verdad. Es la técnica utilizada en su día contra Bill Clinton por su asunto con Mónica Lewinsky.

En este caso, mucho más modesto, Boris Johnson aseguró que no mintió al líder conservador, Michael Howard, cuando éste le preguntó acerca de sus devaneos extramaritales. El diputado Boris hizo esas manifestaciones ayer, de buena mañana, a la vuelta de su carrera matinal. Ataviado con un llamativo atuendo deportivo, el rechonchito Johnson dio muestras del sentido del humor que le lleva a menudo a la televisión y le ha convertido en uno de los rostros más conocidos del partido. "Hay cientos de personas muriendo en Irak. Id a escribir una buena historia", les aconsejó a los reporteros que le esperaban.

"Pasad un buen día"

"Os lo aconsejo con todas mis fuerzas: echad una carrera, haced algo de ejercicio y pasad un buen día". El diputado ha encontrado el respaldo de su circunscripción electoral, que le ha ratificado como candidato para las próximas elecciones.

La caída de Boris Johnson es un pequeño contratiempo para los tories, que no andan sobrados de diputados imaginativos y con carácter. Pero no ha sido una gran sorpresa. Johnson tenía plomo en las alas desde que, hace unas semanas, The Spectator publicó un editorial criticando lo que la revista consideraba excesivo duelo de la ciudad de Liverpool tras la ejecución en Irak del rehén Kenneth Bigley. Johnson fue obligado a viajar a Liverpool para disculparse. Sin perder su habitual desaliño, aceptó la humillación, pero se ratificó en la lectura de fondo de aquella crítica: que los británicos se están haciendo adictos del victimismo, de la cultura del sentimentalismo, y que eso está relacionado con el papel del Estado como gran solucionador de problemas, proveedor de lo que haga falta.

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Joven, desaliñado y ocurrente, pero el diputado Boris es un tory de pura cepa.

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