Para ponerse a pensar
La historia española de los últimos tres decenios no hubiera sido la misma sin la presencia de EL PAÍS, diario matutino independiente. Hubiera sido peor. No faltará quien suponga que, de no haber salido a la calle en mayo de 1976, tras haberse fraguado desde 1971, habría sido sustituido por otro u otros. Tal vez, pero lo más probable es que, de no haberse lanzado como se hizo, hubiera habido que inventarlo.
En todo caso: ahí está. Y ahí estuvo desde el principio, con su presencia decisiva y hegemónica en la vida del país, crucial hasta para quienes no lo suelen leer, así como para el resto de la prensa, tanto la contrincante como la hostil. Un hecho sin precedentes, puesto que ni el que le es más afín en Europa -The Guardian- ni Le Monde ni el Frankfurter Allgemeine son comparables en sus respectivos lugares. Quizá lo sea algo La Repubblica, aunque ni ella lo es, pues no hay aquí un Corriere della Sera, un Milán frente a Roma, dada la naturaleza peculiar de quien hubiera podido haber encarnado esa fértil dualidad de la que gozan los italianos, La Vanguardia barcelonesa. Semejanzas con el Neue Zürcher Zeitung las hay, pero de su severa y tediosa autoridad está libre el vivaz EL PAÍS.
UNA HISTORIA DE EL PAÍS Y DEL GRUPO PRISA. De una aventura incierta a una gran industria cultural
María Cruz Seoane y Susana Sueiro
Plaza & Janés
Barcelona, 2004
703 páginas. 21 euros
La buena estrella que parece guiar a este periódico sigue aún en el cénit, puesto que la crónica que ya hacía falta que se confeccionara de su vida y milagros ha caído en las mejores manos. María Cruz Seoane, la más descollante historiadora de la prensa española y su hija Susana Sueiro -profesora de historia contemporánea- la han compuesto, con un vasto trabajo de erudición y ponderado juicio.
La Historia que han confeccionado las autoras se ordena a través de un criterio que podríamos llamar "empresarial". Su hilo conductor, su foco principal, es PRISA, su constitución, su expansión, los diversos grupos de interés presentes en él, los diversos combates consecutivos entre ellos (a cada batalla la llaman, sin rodeos, "guerra"), su progresiva transformación en holding, su entrada en la SER, su peso específico nacional e internacional, y así sucesivamente. Ello les permite una perspectiva distinta a la de quien, al hacer historia de la prensa, hubiera partido de un análisis de contenido publicado para entrar luego en los entresijos del poder, la influencia y las estrategias de las gentes detrás de la palabra.
EL PAÍS no ha dejado nunca
indiferente a nadie. Parece imposible hacer una crónica del todo satisfactoria, cuando prácticamente todos sus protagonistas y detractores, sus amigos de ayer -algunos de ellos, enemigos de hoy- e incluso el mismo público que se convirtió en lector suyo en su primer y decisivo lustro se halla vivo y en ejercicio. La única respuesta viable se encuentra en la fría pasión que llena las 700 páginas de este volumen. Cada aseveración posee su base documental. Cualquiera que no la tenga del todo aparece como hipótesis probable, en un estilo directo y sin retranca. (El malogrado Daniel Sueiro, de cuyo espléndido arte literario hay ecos en este libro, tiene que estar bien orgulloso en su republicano y celestial descanso, de sus dos amores).
Por ello las autoras son muy sensibles a los estragos que el mal decir y peor escribir causa. Así, recogen abundantes perlas de la prensa hostil (con el Abc a la cabeza) contra EL PAÍS, que causan notable regocijo. ¿Merecemos tan agrestes reaccionarios?
Una historia de El PAÍS cuenta también la de la democracia y sus avatares. La formación, ascensión y desarrollo del Grupo PRISA, con la presencia cada vez más dominante de Jesús de Polanco en él y las sucesivas direcciones de Juan Luis Cebrián, Joaquín Estefanía y Jesús Ceberio, se presentan en ese contexto, y también la persecución del prevaricador juez Gómez de Liaño contra el primero o la aventura de Sogecable. Permanece abierta la cuestión de si la concentración accionarial (el control hegemónico) por el núcleo de Polanco obedeció a su estrategia de vencer en cada batalla, dejando que atacaran primero los otros, o si en el fondo hay en PRISA una lógica paulatina de desarrollo corporativo, más anónima y potente, propia de los medios en los países avanzados.
Lo decisivo no es que lo recordemos cada cual a su manera, sino que María Cruz Seoane y Susana Sueiro lo pongan todo en una perspectiva de imparcialidad tan considerable. Así, ponen siempre a disposición del lector todas las pruebas posibles para que él mismo pueda decidir si el juicio que emiten es justo. (Para "ponerse a pensar", como decía la consigna de salida de EL PAÍS). Baste un botón de muestra: la noción, durante la era socialista, de que EL PAÍS era el órgano del Gobierno o "el periódico gubernamental" es analizada exhaustivamente por delante y por detrás, de arriba abajo. Las duras críticas del periódico al Gobierno y sus ataques a la corrupción política son reproducidas implacablemente, para confusión de confundidores.
Las autoras no ignoran, sino
al contrario, la compleja relación de este extraño diario matutino con su sociedad. Heredero de la alta aspiración cultural que otrora inspirara a El Sol consiguió sin embargo, desde el primer día, no arrinconarse en esa esfera y acercarse, unas veces con desenfado y otras con estilo aparentemente cínico -la noticia presentada sin adjetivos condenatorios ni laudatorios-, a la cultura mayoritaria y también al sentimiento ciudadano, a esa mayoría suavemente progresista que predomina en el en otros sentidos muy conservador pueblo español.
La fórmula resultó mágica desde el primer día, y hasta dio al final sus frutos con un cuerpo de redacción cuya elevada autonomía para sí querrían las direcciones y redacciones de otros diarios. El relato sobre la génesis del Estatuto de Redacción del periódico debería ser de lectura prescrita en las escuelas de periodismo.
La magia de la fórmula lo fue también en el extranjero, donde nuestra cultura ha tenido, a través de EL PAÍS, su Libro de estilo, su edición internacional y la digital un influjo digno de ella. El alcance internacional del periódico merece alguna atención en esta historia, pero queda aún por sopesar el alcance del periódico como fuente de conocimiento internacional del castellano y el conocimiento foráneo de nuestras cosas.
¿Podría haber sido aún mejor Una historia de EL PAÍS? Sin duda, como confiesan las autoras. Por ejemplo, piden disculpas por no haber entrevistado con detenimiento, a tiempo, a don José Ortega Spottorno, fallecido en 2002, cuyo relato hubiera sido tan significativo. Habrá otras lagunas que se me escapan. Pero todos convendrán en que ésta es una historia cabal, crítica y honesta. De momento va a ser la de referencia, no sólo para conocer la de EL PAÍS sino también, en gran parte, la del país. Y, por cierto, si bien será la de referencia, no será jamás, espero, ni canónica ni oficial.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.