Patrullas urbanas
Ante la adversidad, hay muchos lugares en los que la gente, los vecinos, toman conciencia de lo que quieren y se unen para un fin común. Patrullas urbanas. La semana pasada iba con Felipe y experimentamos en nuestras carnes el acecho y agudeza de estas organizaciones vecinales de burgueses clandestinos.
En la intranquilidad de la madrugada, tomábamos un litro de cerveza con alcohol, íbamos pasándolo del uno al otro y del otro al uno mientras tratábamos de ahogar grises sentimientos de frustración, vacío interior y nihilismo cultural, agrediendo tenazmente a nuestras neuronas para dejar de preguntarnos que hacemos aquí, cuando sentimos esos ojos avizores clavados en lo más hondo de nuestra indiferencia.
Sentimos como se parlamentaba, eso sí, pacíficamente de nuestro futuro inmediato en la plaza de la Buhaira. Sabíamos que éramos el centro de las miradas y que de esa conversación entre la élite de este nutrido colectivo iban a surgir irremediablemente nuestros próximos pasos.
Ahogados en la espuma etílica dormidera de la noche, temblábamos sobre si ese devenir iba a ser positivo o negativo para nuestra persona (eso sí, temblábamos de frío, todo hay que decirlo, y es que en estas noches de fin de semana sevillano, uno no sabe que ponerse y se pone lo que tiene a mano). El veredicto se hacia esperar como la paz en Palestina y tuvimos que tomar una desagradable pero definitiva decisión que particularmente podrá afectar al resto de nuestra calidad de vida.
Fue entonces cuando Felipe me dijo:
-Illo...
-¿Qué?, respondí yo.
-Vámonos porque a esta gente no les gusta que estemos aquí.
Estas crudas y firmes palabras que flotan en mi subconsciente siguen martilleando mis oídos cada vez que mis músculos se tensan para dirigiese hacia ese lugar con un litro de cerveza con alcohol en nuestro avío. Oración imperativa que aderezará nuestra fiel conducta, esquivando todo contacto no aleatorio con el parque de la Buhaira. Sin embargo, una duda me asalta cada noche a horas intempestivas. ¿Qué hubiera sido de habernos quedado?, ¿qué habría pasado? Nunca lo sabremos, pero desde luego, de lo que estamos seguros, y al contrario que en Casablanca, es que aquello no fue el comienzo de una hermosa amistad.
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