Bruma
Fui a cenar a casa de un amigo que se acababa de comprar un humidificador del que hablaba como de un sistema filosófico. Me explicó que la calefacción reseca el aire, lo que provoca la desaparición de las mucosas. "Dado que el 60% del cuerpo es puro moco", añadió, "las viviendas actuales son una trampa mortal para los tejidos". Yo le escuchaba con cierta distancia, pues ya en otras ocasiones me había hablado con idéntico ardor del marxismo, del yoga, de la astrología o de la lecitina de soja. Ahora la explicación de todo pasaba por la humedad relativa del aire. Al parecer, la gente estaba seca, lo que influía en su respiración, en su mirada, en su estado de ánimo. "¿Sabías", preguntó incisivo, "que están creciendo los bancos de saliva artificial?".
Mientras hablábamos, el aparato expulsaba una nube de vapor que flotaba por el espacio antes de que mi piel la absorbiera como un papel secante. Había entrado en aquella casa como un pergamino y a las dos horas era una bayeta. Deduje que hay una edad en la que encuentras más consuelo en los objetos que en las ideas. Este amigo, muy dado en otra época a mostrarte los secretos de la lógica, parecía ahora más orgulloso de su bicicleta estática que de los juicios sintéticos a priori, lo que tampoco es raro si pensamos que la bicicleta, además de medir la velocidad a la que no te movías del sitio y los kilómetros que no recorrías sobre su sillín anatómico, disponía de un mecanismo que calculaba tu ritmo cardiaco real después de haber corrido como un loco hacia ningún sitio.
A los postres, el salón estaba invadido por una niebla de puré de guisantes. Nos hallábamos inmersos en ella como en otra época en el existencialismo, en el surrealismo, en el absurdo. Entonces, y desde la invisibilidad que me proporcionaba la bruma, me acerqué a la bicicleta estática, me acomodé sobre su sillín y comencé a pedalear con furia en dirección a mí mismo. En apenas unos minutos me alcancé, me observé, y regresé al salón de mi amigo, con quien tropecé en medio de la niebla. Al verme sudando de aquel modo me felicitó efusivamente, pues eso significaba que estaba bien de líquidos, así que también yo me he comprado un humidificador.
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