EE UU inicia el asalto a Faluya
El primer ministro iraquí da la orden de atacar para recuperar el control de la ciudad rebelde
Horas después de que tropas norteamericanas y fuerzas especiales iraquíes tomaran dos puentes y el hospital general, al oeste de Faluya, el primer ministro interino de Irak, Ayad Alaui, dio la orden de asalto. En la mañana de ayer, aviones y helicópteros estadounidenses bombardearon posiciones rebeldes y unidades de marines mantuvieron combates con insurgentes en el norte, donde controlan la estación de ferrocarril. Columnas de humo eran visibles en varias partes de la ciudad, símbolo de la insurgencia, y se podían escuchar tiroteos. La gran ofensiva terrestre ha comenzado. El Pentágono lo llama Operación Furia Fantasma; los iraquíes, Operación Amanecer. El objetivo es recuperar el control de Faluya antes de las elecciones previstas para enero.
"No esperamos hallar muchos rebeldes, siguen tácticas de guerrilla", dice un oficial iraquí
"El asalto se lanzó hoy [por ayer]. Faluya está completamente cercada y sitiada. Mañana [por hoy] habrá operaciones de gran envergadura para recuperar la ciudad", afirmó el ministro de Defensa de Irak, Hazem Chaalan. El intenso bombardeo de ayer, tanto aéreo como de artillería, se concentró en el norte y el este. Asegurados desde la noche del domingo dos puentes en el oeste, que cruzan el Éufrates, para impedir la huida y el envío de refuerzos, las tropas norteamericanas tomaron en la tarde de ayer la estación de ferrocarril y penetraron en el barrio de Jolan. El objetivo es abrir una cuña y dividir en dos la ciudad.
Un corresponsal de la agencia France Presse, que se mueve con los marines, dijo que el cielo estaba rojo por las explosiones y que apenas había gente en la calle. De los 300.000 habitantes que llegó a tener Faluya, apenas quedan 60.000 en su interior, según la BBC.
Una vez iniciada la primera fase de la operación, el primer ministro interino de Irak, Ayad Alaui, dio la orden de atacar. Es la primera vez, desde la ceremonia de traspaso de soberanía del 28 de junio, que los estadounidenses le ceden el protagonismo de las decisiones clave e incluso visitó la base desde la que se preparaba la ofensiva, a unos 32 kilómetros al oeste de Bagdad. Mohamed Bachar al Faydi, portavoz del Consejo de los Ulemas, institución religiosa suní, condenó a Alaui: "El Gobierno está al servicio del ocupante en detrimento del pueblo".
El primer ministro, que el domingo había decretado el estado de emergencia en todo el país durante 60 días (excepto en el Kurdistán), instauró ayer el toque de queda en Faluya y Ramadi, otra ciudad rebelde a 150 kilómetros al oeste de Bagdad. Alaui ordenó la clausura de la autopista 10, que une la capital con la frontera jordana, y el cierre de ésta y la de Siria.
Entre 10.000 y 13.000 soldados norteamericanos y unos 2.000 de las fuerzas especiales iraquíes sellan desde hace días los alrededores de Faluya amasando una gran cantidad de material bélico.
Los mandos de EE UU dicen estar preparados para enfrentarse a una fuerte resistencia. Calculan que en la ciudad puede haber entre 3.000 y 4.000 milicianos del núcleo duro de la rebelión. Otros, como Ahmed al Jafaji, alto oficial iraquí y experto en contrainsurgencia, son menos alarmistas: "No esperamos encontrar muchos rebeldes dentro. Ellos siguen tácticas guerrilleras de ataque y retirada". Fue lo que sucedió en Samarra (100 kilómetros al norte de la capital) hace un mes: la insurgencia se retiró y regresó el sábado para golpear con tres coches bomba.
La batalla de Faluya es la operación militar de mayor envergadura y la más importante políticamente desde el final de la guerra, en abril de 2003. Su desenlace puede determinar gran parte del futuro de Estados Unidos en Irak.
Un jefe guerrillero contactado por teléfono el domingo por The New York Times, y que dijo llamarse Abu Mohamed, se mostró desafiante: "Veremos quién vence: Dios o aquellos que le ofenden. Estamos preparados para enfrentarnos a ellos; no abandonaremos la ciudad. Con la ayuda de Dios les vamos a dar una lección y a causar muchas bajas", dijo.
El general John F. Sattler, jefe de los marines en Irak, está convencido del éxito debido a la aplastante superioridad militar. Antes de iniciar el avance, arengó a sus tropas: "La ciudad está repleta de asesinos y ladrones. Nuestro trabajo es ayudar a los iraquíes en un trabajo que no pueden hacer solos".
Las tropas empezaron a desplazarse hacia el oeste y al sur de Faluya, al otro lado del Éufrates, a las nueve de la noche del domingo (once en la España peninsular). Tras dos horas de bombardeos, vehículos blindados Bradley y carros de combate Abrams tomaron el control del principal hospital y de dos puentes. Sin apenas combates, las fuerzas especiales estadounidenses y miembros del 36º batallón del Ejército iraquí lograron sus objetivos iniciales. Desde ese lado del Éufrates, se podía escuchar el sonido de las ametralladoras. "Hemos mantenido un fuerte intercambio de disparos", dijo un comandante de EE UU. Aviones y helicópteros artillados trataban de neutralizar toda posible resistencia.
Por la mañana, antes del avance por el norte, los aviones C-130 y la artillería reanudaron los bombardeos. Las mezquitas de Faluya invitaban a la resistencia con gritos de Alá es grande. No había electricidad y los heridos eran transportados a pequeñas clínicas ante la imposibilidad de llegar al hospital general, ahora en manos estadounidenses. Jaled Hamud al Yomeili, uno de los más destacados religiosos de Faluya, calificó el ataque de "genocidio" y pidió la mediación urgente de la ONU, de la UE y de la Liga Árabe.
La de ayer es la segunda batalla de Faluya en este año. En abril, tropas estadounidenses libraron durante tres de días una cruenta batalla con los insurgentes en respuesta al asesinato de tres mercenarios norteamericanos de la empresa Blackwater, que fueron quemados y troceados por una turba antes de colgarles de un puente. El elevado número de bajas civiles (cerca de mil) obligó a detener la ofensiva y negociar un acuerdo. Una unidad del Ejército iraquí, la Brigada Faluya, se hizo cargo de la ciudad. En septiembre se dio por fracasado el experimento.
La conquista de Faluya, a la que seguirá una operación similar en Ramadi, ha generado divisiones en el Gobierno; cuenta con el apoyo de Alaui, pero no lo tiene del presidente interino, Ghazi al Yauar, un suní, que considera desproporcionado el bombardeo sobre áreas civiles. El secretario general de la ONU, Kofi Annan, también se mostró contrario a una ofensiva de este tipo.
Por otra parte, un ataque suicida con coche bomba a las afueras de un hospital en Bagdad se cobró la vida de cinco policías iraquíes. Poco antes, una explosión registrada frente a dos iglesias, al sur de la capital, dejó un mínimo de dos muertos. También falleció un soldado británico -otros dos resultaron heridos- en una explosión mientras patrullaban cerca del campo Dogwood, al sur de Bagdad. Es es el cuarto británico fallecido desde que un contingente reforzó algunas de las zonas más conflictivas para facilitar la operación de Faluya.
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