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Reportaje:

Pocas esquinas para tanta música

Detrás de la catedral de Barcelona se suceden las tensiones entre los músicos callejeros

¿Cómo es posible ubicar a una veintena de músicos callejeros ávidos de tocar en sólo tres lugares? Cuando el distrito de Ciutat Vella regule el sector en diciembre o enero, los músicos habrán pasado por varios sistemas, desde la autogestión a la anarquía, para distribuirse los mejores enclaves de la zona trasera de la catedral, que sirve de escenario para los músicos clásicos.

El primero fue sugerido en verano por Pedro, un guitarrista bielorruso, y rápidamente aceptado por el conjunto de músicos, cansados de las crecientes peleas provocadas por la habitual llegada de artistas coincidiendo con la temporada turística. El sistema consistía en un sorteo en la plaza de Sant Iu a las cinco de la mañana, una hora que pretendía ahuyentar a los menos interesados. Los asistentes cogían de una bolsa un papel en el que había escrito un número, que fijaba el orden de elección de los 18 turnos en juego en los tres puntos más codiciados, desde las 11.00 hasta las 20.00 horas: el de la plaza de Sant Iu y los de las intersecciones de la calle del Bisbe con las calles de Santa Llúcia y de Pietat. Los turnos de los dos primeros se alargaban dos horas; el del tercero, hora y media, por ser el más rentable. "Los que no vivimos aquí nos quedábamos fuera, porque a esas horas no hay ni trenes", asegura un músico que reside en la periferia de Barcelona. Pese a alguna imperfección, el sistema, al menos en su primera versión, contó con el apoyo mayoritario.

Los músicos se citaban en verano a las 5.00 en la plaza de Sant Iu para sortear los turnos

Pero tuvo una vida fugaz: disuadió menos de lo esperado; los turnos seguían atomizados y la tensión se trasladó al sorteo. La convocatoria dejó de ser fija y los cambios eran poco publicitados. "Llegaba a las siete y me decían que había sido a las seis; llegaba a las seis, y me decían que a las cinco", señala un cantante lírico. Al sorteo sólo acudía un núcleo duro formado por Pedro y varios rumanos, que pasaron a monopolizar los tres puntos durante todo el día. "Cuando llegabas a primera hora ya estaban todos los horarios cubiertos. Ahora ya no hay ni sorteo, aunque ellos digan lo contrario. Yo lo defiendo como el más democrático, porque el espacio público es de todos y todo el que quiera tocar debe poder hacerlo. ¿Por qué esta organización al más puro estilo mafioso?", se pregunta el mismo cantante.

Un guitarrista rumano discrepa: "El problema es que cada vez venían al sorteo más muertos de hambre, gente con una flauta que tocaban dos horas la misma canción y cansaban a la gente". El músico reconoce que siempre participó en la rifa, pero niega los horarios cambiantes.

El monopolio acrecentó las tensiones, sobre todo entre músicos que se han visto apartados después de tocar muchos años en los aledaños de la catedral. Algunos han rehusado hablar con este periódico y el resto ha pedido que no saliera su nombre. Los incidentes no son nuevos: más de una vez habían rodado instrumentos por el suelo o se habían oído discusiones con los habituales gritos de "la calle es de todos". Pero este verano se han acumulado las amenazas, algunas con navajas de por medio, según indican algunos músicos. "Siempre ha habido malos rollos. Al final, tienes que ponerte chungo. Y a mí me cuesta poco, me sube la sangre enseguida", explica el guitarrista rumano.

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En el supuesto de que aún existiera, el sorteo se acabó con los fríos de octubre y la marcha de muchos músicos temporeros. Desde entonces rige el método tradicional, al menos formalmente. En cada uno de los puntos hay un papel plegado con la lista de turnos, sujeto en algún resquicio de las piedras medievales. El músico que llega apunta su nombre si hay algún horario libre. La ética y la costumbre impiden la delegación. Sin embargo "cuando llegas a primera hora ya está todo el horario cubierto".

La zona del barrio Gótic tiene la mejor acústica callejera de Barcelona y los músicos clásicos la buscan por el contínuo flujo de paseantes. El distrito de Ciutat Vella regulará a partir de diciembre o enero la actividad: sólo estará permitido tocar en 19 puntos fijos, que incluyen los tres citados. Los músicos deberán inscribirse en el Convent de Sant Agustí, donde se guardarán los horarios, y la Guardia Urbana fiscalizará su cumplimiento. El distrito sostiene que, junto con el descanso de los vecinos, las disputas entre los músicos motivaron la normativa. Para éstos, ésa es la única ventaja de una normativa a la que se oponen en masa por demasiado restrictiva.

En el origen de los roces está la "falta de solidaridad", según un cantante que dice añorar los lazos que unían a la bohemia barcelonesa hace 18 años, cuando empezó a actuar. Recuerda que hace meses preguntó a muchos de sus colegas dónde podía grabar unas bases musicales y no obtuvo respuesta. "Cuando encontré un estudio, resulta que ahí grababan todos".

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